lunes, 24 de octubre de 2011

DANIEL CASTRO - ¿CUÁL ES EL PROBLEMA DE VER LA IMAGEN DE GADAFI HUMILLADO, ESCUPIDO, GOLPEADO Y LUEGO ASESINADO?



Ya tenemos un museo del horror, como estatuas de cera, de Jefes de Estado muertos. Esta situación no es un tema de "ética mediática", asexuada, colegiada, sino sociológica.

Claro que es peor aún, no es solo sociológica, es espiritual. Pero como  la sociedad occidental teme al espíritu propio, se burla de su propia manticidad, y se pasea arrogante del moralismo a la fría lógica, con desgarbo oportunista, quizás valga la pena indicar algo que sí se puede entender: El terror, el morbo, el horror, es un problema sociológico. 

Porque el morbo es un problema espiritual pero no moral. Un problema sociológico y no simplemente ético.

Ese museo que nos regala la mediática formal y la web 2.0 con Hussein colgado, el ex-presidente de Guinea Bissau con el cráneo abierto y Gadafi despedazado por una turba, entre otros ejemplos, no dista de la estrategia de los Yijaidistas de publicar el sangrante degollamiento de un secuestrado en público, mientras se escuchan cánticos árabes de alabanza a Alá. Son estrategias de terror.

Toda noticia produce acción política y social. Pero la noticia alimentada por el terror político, cultural provoca reacciones más cercanas a los instintos que al pensamiento sereno, a la emocionalidad madura (que no por eso cobarde o poco audaz). 


 
Por ello hoy, la imagen de Gadafi muerto es, ni más ni menos, la semilla de la naciente nueva Libia. Sobre esa imagen, sobre la que sopla un peligroso tufo a heroísmo popular, se pronuncia el discurso del CNT a favor de la sharría. El odio, el terror, está inscrito en nuestras mitologías más oscuras y religiosas, en el peor de los sentidos. Y tiene efecto en nuestras vidas, no solo en nuestras pesadillas nocturnas.

La muerte del dictador más odiado puede justificar odios aun peores. Sucedió con la muerte del Shá de Irán. Allí un hombre odiado sirvió de pulsión animal, debo decir anal, de controlar, obligar el velo, de matar, mutilar infieles, comunistas, demócratas, liberales y jóvenes de cabello largo.

¿Hussein colgado ayudó a aliviar las tensiones humanitarias en Irak?¿La islamofobia estadounidense y europea nos llevará a la paz?¿Monstrificar al otro, hace que desaparezcan los monstruos?

El odio, el terror, ese que está inscrito en nuestras mitologías más oscuras y religiosas es el mal. El mal en sí mismo. Yo que soy creyente, pero formado en la ciencia y la razón más fría, no me queda duda. 



La mayor fuerza de este mal consiste en que no es explícito, visible ni anunciado. Vive solapado detrás la pureza de las ideas de Dio-s, Progreso, Crecimiento, Socialismo, Bienestar. Esto es lo más peligroso.

No todo morbo es malvado. Lo es aquel que usa su violencia simbólica para enceguecer la mente, como si fuese una droga anuladora. Y luego, tal como sucedió con la droga en el discurso de Keruec, el morbo es aún más peligroso cuando se explota con un propósito purificador. Entonces se produce esa relación inconsumable entre la pureza inalcanzada y la "naturaleza imperfecta". De allí en adelante, todo será nuestra culpa. De allí en adelante, mientras siempre seamos o creamos ser, imperfectos, esto es, alienados, desviados, infieles, improductivos, degenerados, nos tendrán cogidos por los cabellos.

Este morbo se usa como los cuentos de terror en los niños, para asustarnos. Pero el cuento no acaba en la imaginación, en la creatividad del cuento. El morbo de Gadafi humillado, putrefacto, es aún peor, porque no es un cuento. Es el mundo real. Y el que nos lo vende, nos incluye dentro del relato y tenemos que responder al guión que nos escribieron. No es una simple regla del juego, es que nosotros somos la razón por la que el juego no funciona. Y el terror nos pone en ese juego, nos advierte lo que pasará si no obedecemos. Ese es el drama de los libios, hoy, en un día de otoño del 2011.

El cuento no termina cuando se cierra el libro. Vivimos en él. Y debemos purificarnos. Con fuego. Fuego pagado por el petróleo propio o por la OTAN, no importa. La sharría. La muerte a los homosexuales. La prohibición del divorcio. La pena de muerte, la mutilación. La obligación de obediencia de las mujeres. El fin de la diversidad y de la humanidad.

El CNT libio parece estar indicando el camino a una larga y horrible dictadura, esta vez, sostenida por la OTAN y los indicadores bursátiles. Todo sobre la imagen de Gadafi arrodillado, muerto como un cerdo. Afuera quedan todos los magníficos vientos democráticos que soplaron desde Bengazi a Trípoli.

Existe también el morbo inocente y es bueno. Porque el morbo no es el problema en sí mismo. Observar a un hombre muerto no es malo en sí mismo. Lo terrible es cuando lo que eso significa para nosotros, para nuestros miedos infantiles, nuestras debilidades como cultura, es usado por otro para manipularnos, para incluirnos en su propio mundo de terror.

Es entonces que ya no es solo es morbo, sino chantaje.

La violencia simbólica existirá siempre entre nosotros. Querer suprimirla, de hecho, nos puede producir más deseo inconsumable y menos libertad espiritual. Debemos crecer, madurar, entender empática y racionalmente, el valor de cada imagen, ícono, que escogemos en nuestras formas de comunicación, incluidos los medios.

Disparar la imagen de Gadafi en la crispación política y sicológica de ese país, en su imaginación de futuro, es un acto muy peligroso. Más que una bomba. Hay que hablarlo, discutirlo, exponerlo, pensarlo. 



Por ello, difiero mucho de las discusiones que se hacen sobre este tipo de morbo en estos días. El tema del morbo no es solo un asunto de respetar familiares, o de molestar, perturbar los imaginarios de un público que puede "sentirse ofendido".
 
Este morbo puede tener un peso político sobre que el que se alimentan la delincuencia, el terrorismo, el islamismo radical y otros integrismos, el deseo de la guerra capitalista, el etnocentrismo y el de la simple aniquilación del otro.



La violencia, desde todos los tiempos, es hipnótica. Y con esas cosas no se juega.
 

No hay comentarios: