Luis Días, dominicano, llamado ‘El Terror’, porque con su ritmo e invenciones soliviantaba hasta la vida, dicen que se fue hace algunos dìas, a llevar su música por otros caminos. Los que lo conocen comentan que eso es imposible porque su música se queda donde él la toca, y porque lo que él quería y soñaba y pedía, aún no se ha cumplido. Ni en su media isla ni en ninguno de esos países nuestros en los que seguimos aherrrojados a lo que nos dicen que heredamos o a lo que sabemos que nos impusieron e imponen, para que no tengamos capacidad de reconocernos a nosotros mismos, en el hoy de esta historia abatida y encarcelada.
A Luis Días vengo a conocerlo ahora. Como ocurre con todos nuestros verdaderos maestros. No los que remontan la fama que paga billetes, sino los que saben leer en las líneas de la tierra lo que está en el corazón de los hombres sencillos. Y tras esas huellas se lanzan a retomarlas, recrearlas, reinventarlas en ese aún vano empeño de abrir caminos hacia el porvenir.
No lo conocimos pero conocemos a muchos como él, que están sembrados en los pueblos pequeños, en los vastos espacios del futuro y en la propia esencia de la vida. Carlos Goico, también dominicano, pintor, artista, ido hace muy poco a cumplir nuevas tareas, Luis Mariano Rivera, por sólo citar algunos, son de esa estirpe de hombres. Tuvimos el privilegio de escribir un trabajo sobre Luis Mariano. Pero advertimos que lo que escribíamos no lo hacíamos para quienes él representa, sino precisamente para quienes entienden el arte como una parcela privilegiada a la cual sólo tienen acceso algunos elegidos, de la cual estos seres maravillosos están permanentemente excluidos.
De allí esa absurda e interesada división entre un arte popular y uno culto, como si esas cercas no fuesen levantadas precisamente para delimitar en zonas determinadas, a quienes no hay que darles demasiadas alas.
Ignoran que las alas no son una costura que se coloca y quita al antojo de los intereses de una sociedad impuesta, sino que nacen en los hombres y mujeres que no se dejan arrebatar su esencia, que la cultivan y la derraman como esa parte auténtica de una sociedad de gente que no se excluye sino que se encuentra en la propia medida de un vivir que alcanza a todos.
Por lo que leemos y advertimos, Luis Días es uno de estos raros ejemplares de gente que rompe con los esquemas, que deja a un lado las formalidades, que desbarata las tradiciones que no son tales, y que se va a donde late el ritmo que pone a bailar a un pueblo, que lo nombra y lo designa, en lo que habrá de ser.
Y eso da la medida de lo que no se debe ser, de aquello con lo cual quedamos atrapados en las viejas mentiras de una política que sólo sirve para ejercer un dominio que lejos de liberar somete a la sociedad entera. De manera que nuestros espacios son territorio propicio para invitar a Luis ‘El Terror’ Días a que nos enseñe su andar, sus acometidas, sus creaciones, su afán por nombrar un tiempo diferente.
De alli que, en su Homenaje, el dominicano Jochy Herrera diga: “Hablo, por supuesto, de la identidad que perseguimos, no de la supuesta. No de la impuesta y no de la heredada: hablo de aquella identidad que nos proponemos encontrar. Y parte de la genialidad que Luis Días nos ha legado radica quizás en la construcción de la tan cacareada identidad dominicana: existir(nos) mientras nos definimos, encontrar(nos) en nuestro ejercicio cotidiano, buscar(nos) tras la vellonera, el poema, la historia y los ritmos; con el dolor del campo y la vorágine citadina, Washington Heights incluido. Es decir: Luis Días quiso invitarnos a comenzar a sernos los dominicanos que aún insistimos en querer ser.”
Y eso tiene sonidos conocidos para nosotros, los de este expaís que de tantos ser lo que no somos, parece que hubiésemos perdido todo rumbo. De tanta “identidad” que nos han impuesto hemos extraviado hasta el sonido de nuestro propio corazón para acogernos a las señales invasoras y masacradoras. Y ahora sólo nos queda como el susto, el miedo, el terror, que nos violenta y nos deshace.
Y hoy nos toca convocar a que se junten todos los Luis Días que se encuentran dispersos en este territorio cada vez más invadido y fragmentado, para ver si también comenzamos a ‘ser los venezolanos que aún insistimos en querer ser’ para contribuir a crear el mundo de todos. Porque tendrá que llegar la hora de la identidad de la humanidad con la vida y con el mañana de ilusiones de felicidad sin apremios ni acechanzas.
Pero eso sólo es posible dando la batalla, llevando la contraria o al menos no permitiendo que la rienda que nos colocan sea quien dirija la dirección de nuestros pasos. Se alcanza avanzando hacia lo que queremos ser, deteniendo la destrucción con la que nos hemos acostumbrado a sobrevivir, para salir en defensa de la vida que aún no hemos vivido.
Le pedimos a Luis, entonces, que en sus nuevos paraderos, y junto a Luis Mariano Rivera, sigan sembrando esos porvenires de los que carecemos, hasta que puedan regresar a la mesa del hombre, servida de cuerdas sonoras y de las florecitas silvestres de Canchunchú Florido.
A continuación colocamos tres notas sobre Luis Días, publicados en el Grupo Yahoo Media Isla, al cual pueden acceder por este medio:
No hay que poner la moneda ni pulsar el J5 ni llamar al J2, Luis soltó en banda su guitarra para que no se quede nadie sin bailar y sin cantar y sin vivir y sin decir por esa boca suya lo que le come por dentro. La vellonera, sin medallas, sin proclamas y sin boatos oficiales y oficiosos, está de fiesta, Luis toca en paz y no come pendejá.
Luis Días: Vivir la alegría y vivir la libertad
Si he de morir, que sea de una pasión sin nombre... | Luis Días
¿Y quién carajo era Luis Días, un personaje definido por otros como artista gráfico, compositor, intérprete, poeta, músico, folclorista, productor, investigador, docente y actor; alguien a quien apodaron el Terror? ¿Quién es capaz, en su sano juicio, de embarcarse a la aventura de ser, simultáneamente, diez sujetos en un Yo? Luis Días Portorreal (Bonao, República Dominicana, 1952-2009) fue la afrenta de un versátil hombre de su tiempo: el artista, el amigo, el bonachón, el contradictorio, el genio musical, el atormentado, el que "no bregaba con la tristeza" en su sano juicio. El Terror acaba de morir, y nosotros nos secamos las lágrimas para reír con él.
La última vez que lo vi, hace ya más de un par de años, en pantalones cortos, sacudía el bajo tras el eco de la percusión de Fellé Vega en el legendario barrio santiaguero de Los Pepines. Allí lo vi arrancándole lágrimas y risas al instrumento, moviendo la cara como sólo él sabía y atrapando al público con la natural magia con que su música nos envenenaba la sangre. Me habló de la felicidad y los nuevayores de los 90; de los músicos de Jerry Gonzalez y The Fort Apache Band; de aquella voz icono cibaeño —Vickiana—; de Andresito Reyna, Shakira-baila en la calle y Tangamana, catarsis donde rogaba ...yo no quiero que me pase lo que me pasó a mí mismo… y donde suplicaba que le permitiesen mirar la noche con su luna de aspirina. Hablamos también de La Habana y el legendario Onceno festival de la juventud; de la sociología del ron Brugal y de los amigos comunes: los Logroño, el Cuquito, Luis Tomás, y un sin fin de gente que de seguro, desde hace unos días, han sacado de sus baúles uno que otro de los trabajos definitorios de su discografía.
El reconocido escritor dominicano León David nos indicaba recientemente cómo la música —con su carga renovada de vida nueva— "es parte de la zona más genuina, feraz y permanente de la existencia". Y nuestra identidad, a mi parecer, es el fuego que alimenta tal existir. Hablo, por supuesto, de la identidad que perseguimos, no de la supuesta. No de la impuesta y no de la heredada: hablo de aquella identidad que nos proponemos encontrar. Y parte de la genialidad que Luis Días nos ha legado radica quizás en la construcción de la tan cacareada identidad dominicana: existir(nos) mientras nos definimos, encontrar(nos) en nuestro ejercicio cotidiano, buscar(nos) tras la vellonera, el poema, la historia y los ritmos; con el dolor del campo y la vorágine citadina, Washington Heights incluido. Es decir: Luis Días quiso invitarnos a comenzar a sernos los dominicanos que aún insistimos en querer ser.
Luis Días rescató ritmos y tonadas como nadie nunca lo hizo, y el grupo Convite, para cualquier generación más allá de 1972, es la referencia del folcrore que aún no ha alcanzado los premios nacionales. Convite fue además el espejo de lustros turbulentos donde darle la mano a un obrero representaba el ideal de una generación que todavía no sucumbía al desagravio y la desazón. Sonia canta a los poetas de la patria (1978) es el siguiente eslabón de Días, esta vez en rol protagónico de un espectáculo donde en palabras de Miguel Mena, "...el músico está trayendo al poeta al escenario"; un legendario concierto que justifica con creces la pregunta que Mena lanzó hace ya siete años: ¿Merece Luis Días un puesto en la literatura dominicana?
Transporte Urbano, el rock integrado al ritmo nacional, y la tecnobachata, son a mi parecer, las indiscutibles contribuciones que el Terror aportó al ethosmusical dominicano. El asombro de recrear la crónica de lo cotidiano en un diálogo con lo popular —en el sentido más hermoso de la palabra—; trátese ella de un colmadón, una comarca, un batey o un vecindario de Monte Plata, tal como me contó José Rafael. El exprimir el merengue, los palos y la bachata, la voz de la calle haciendo arte mientras se baila, es reflejo del modus vivendi delTerror. Sus declaraciones en entrevistas pasadas hablaban de cómo él se diferenciaba de otros autores al negar la tristeza y abrazar la alegría; de cómo siempre quiso que sus letras no narraran únicamente la aventura personal, de que los temas íntimos fuesen sacados al ámbito de lo colectivo; y cómo su ritmo favorito siempre fue el rock: "...porque me da la libertad de poder fusionar y reforzar los colores con mayor contundencia, de usar sonido como parte de la música".
¿Será posible entonces recordar a Luis Días aprendiendo de él, bailando con él, celebrando con él? ¿Soñar, por un segundo, con la alegría y la libertad que a su parecer adjudicaban sentido a la música? Pienso que sí, porque en algún lugar entre las páginas de su libro Tránsito entre Guácaras (CEDEE-INTEC, 1986), aparece, como un asomo de esperanza, una oración de inspiración taína que reza así: Espíritu inquieto, soñador, gestador del viento / Que una vez sin nortes las ciudades te convertiste en única vía / No dejes que se me pierda el mar ni el rocío. Métele soles a nuestros ríos / Reparte tus culebras de esmeraldas por los bosques donde te perdiste. [Jochy Herrera, escritor dominicano radicado en Chicago. Autor de Extrasístoles (y otros accidentes]
Luis el militante, luis folclorista, luis roquero, luis el de marola, luis el de ay ombe, luis el del Tecno-Amargue, luis bachatero, luis el radical, luis el anti-sistema, luis contemporáneo desde la sabana del espíritu santo, luis el palero, luis el que no come pendejá, el shaman olivorista, luis el autodestructivo, luis el carnavalero, luis el que baila en la calle, luis el de la izquierda rumbera, luis el de Anaísa, dónde está Transporte Urbano, que traigan a Convite, a la reverenda, los paleros de Sainaguá, dónde está Fradique, Dagoberto, que lo entierren con salve, que toquen los Congos, que salgan máscaras, las Cachúas, que traigan la Sarandunga, y que no dejen a Berto, dánde está el Ga-Ga de Palavé, el Ga-Ga de la Seja, que toquen merengue con guitarra, Juan Francisco, Duluc, Gay, que le toquen al TERROR, que lo entierren con una máscara de lechón, con un vestido de los papeluses, que los abre caminos rompan la miseria del Batey, que bajen los Misterios, por qué no invitaron a los Guloyas, a Linda, al Primo, dónde está la Dra. Rosenberg, que la Izquierda Revolucionaria diga algo ante el féretro, que los intelectuales opinen, que los sindicalistas declaren una Huelga General, que los poetas salgan de sus buhardillas, Silvano viene de camino con el acordeón de Guandulito, dónde están sus amigos de Washington Hights, que el Presidente de turno se dirija a la Nación, que el alto mando militar rinda honores Patrios, que lo velen en Capotillo, Cristo Rey, Los Minas, Los Guandules, en los cordones de miseria, que lo Entierren con Pichirilo, que toquen palos ,que toquen palos, coño, que el TERROR no a muerto, que bailen Ga-Ga, que suelten el Carnaval que el TERROR no a Muerto. [Arturo López, profesor, actor, director, e investigador Teatral]
Siempre me dijiste que Dios estaba de tu lado; que no tenías miedo a la vida;
Me cantaste "Ratos de Ocio" enterito en el sillón de atrás de mi auto tan feliz, tan feliz… mientras me decías "Búsquese una jumbo, veterana."
Y recuerdo como decías riendo "yo me amo, yo me amo", "me gusta mí música"; Luego pintaste mi cara en una hoja en el Parque Duarte con tanta destreza y dulzura;
Y fuimos al Festival de Atabales Sainaguá y todos te saludaban con admiración y tú tan calladito y humilde;
La charla del colmadito de la otra esquina que no era la tuya donde me hablaste de Pía y su hermanito mellizo, el cuento taíno, me definiste los vocablos taínos y sus significados y después nuestras conversaciones sobre mitología griega, Eros y Psyche eran de tus favoritos, de cómo te fascinaba Edgar Allan Poe y de repente tomabas una hoja y me tarareabas lo que ibas escribiendo que surgía de cualquier detalle con las letras que acompañaban; y como entrabas en Casa de Teatro y te decían "Maestro" y tú, tranquilito, le tocabas la canción que el cantante quería cantar, humilde como la tierra y te despedías y te esfumabas en la noche;
E irte a buscar para recoger al anciano que una vez fue una gloria deportiva del país, para llevarlo a su casa porque estaba pasao' de tragos y acostarlo y dejarle la puerta cerrada.
E ir donde la "junkie" alambre, moribunda, a pasarle la mano, darle masajes y tú mismo hacerle una sopita de pescado para alentarla.
Y toda esa humanidad tuya, tan grande como tu talento, "Hay que hacer el bien siempre", decías después de estos periplos.
Por eso me niego, la rechazo, la deniego, la destruyo, la decapito, la destajo, la destartalo, la demuelo, la deambulo, y la fulmino, ¡A ESA MENTIRA DE QUE HAS MUERTO!
El Terror no ha muerto na', está con Anacaona, Enriquillo, Salomé Ureña, Martí, Hostos, Liborio, Mamá Tingó, Francis Caamaño, Amín Abel, Orlando, Poe, Whitman, Cortázar, Carpentier, Dalí, Picasso, Nijinsky, Lennon, Mercedes Sosa y todo un séquito exquisito, que el Barón del Cementerio le tá' preparando su sitio!!! y el no come pendejá... Veteranoooo....tu yola se fue!!! WITH GOD ON YOUR SIDE!!! [María Teresa Puigbó, dominicana, abogada, periodista y traductora]
Parcela 40, más que un libro de poesía, constituye todo un ceremonial; un canto celebratorio a la mama (así, sin tilde)lleno de lucidez, dolor y los mejores sentimientos del universo; el canto de una hija que no escatima sujetos ni predicados para nombrar el amor con todas las palabras de su nombre. Un libro singular, entrañable, como sólo pueden serlo aquellos que dejan huellas imborrables. Mery Sananes [Caracas, Venezuela, 1942]. Si desea adquirirlo el link parecerá cuando haga click en la imagen.
Memorias de pájaros y hombres
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La Cátedra Pío Tamayo
festeja sus treinta años y rinde
homenaje al rector fundador
Dr. Moros Ghersi
27 DE ENERO DEL 2014
SALA E / 6 PM
Cátedra Pío Tamayo / Centro de Estudios de Historia Actual / Doctorado en Ciencias Sociales / IIES / FACES / Universidad Central de Venezuela
¿Procederemos al fin a inventarlo, a crear sus humanas dimensiones, a liberarlo de los tiempos que se atrapan entre calendarios ajenos a la realización plena y colectiva del hombre?
OBJETIVOS
Crear los canales y herramientas necesarias para enfrentar los múltiples obstáculos que se le presentan a quienes hacen trabajo destinado a incidir en el mejoramiento de las condiciones de vida del colectivo venezolano y transitar por los caminos que conducen a la creación de una verdadera democracia.
Objetivos Específicos:
1.- Enfrentar la dictadura comunicacional impuesta por los grandes poderes que rigen los destinos de esta Venezuela.
2.- Impulsar el acercamiento de los grupos, frentes o individualidades que andan en el mismo trabajo al servicio del colectivo y por la construcción de una historia diferente.
3.- Crear una específica red de información indispensable para la formación de opiniones y la programación de las necesarias y correspondientes movilizaciones en defensa de la acción destinada a crear la verdadera democracia en Venezuela.
4.- Preparar y adiestrar cuadros en el manejo de la informática con miras a la realización de una cadena cada vez más amplia, profunda y sostenible.
5.- Servir de centro de información de las actividades promovidas por afiliados o no que redunden en beneficio de la organización, acción y proyección del colectivo.
6.- Servir de base y fundamento comunicacional para el estudio y discusión de temas fundamentales para la formación teórico-práctica.
Para comunicarse con la red:
reddelcolectivo@gmail.com
PRIMERO HOMBRES Y DESPUÉS CIUDADANOS
Creo que primero debemos ser hombres y después ciudadanos. No es conveniente cultivar tanto respeto por la ley como por lo correcto. La única obligación que tengo derecho a asumir es la de hacer en todo momento lo que creo correcto.
Se ha dicho con verdad que la corporación no tiene conciencia, pero una corporación de hombres conscientes es una corporación con conciencia. La ley jamás hizo a los hombres ni un ápice más justos; además, a través de su respeto por ella, hasta los bien dispuestos son convertidos día a día en agentes de injusticia, Un resultado común y neutral del indebido respeto por la ley es que podemos ver una fila de soldados: coronel, capitán, cabo, soldados,, barriles de pólvora y todo, marchar en admirable orden cerro arriba y lanzarse a las guerras, contra su voluntad, contra su propio sentido común y conciencia, lo cual transforma esto en marcha muy ardua de veras y les hace palpitar el corazón. No abrigan la menor duda de que están desempeñando una ocupación maldita: todos tienen inclinaciones pacíficas. Ahora bien, ¿qué son? ¿Son hombres? ¿O son pequeños fuertes y polvorines portátiles al servicio de algún hombre inescrupuloso en el poder?*
* Henry David Thoreau, “Desobediencia civil” (1849). Escritos selectos sobre Naturaleza y Libertad. Buenos Aires, Agora, 1960, pp. 36-37.
PALABRAS PARA UNA HISTORIA DEL COLECTIVO
Cuando el espiritual o el intelectual van en pos de la verdad, atravesando cada cual su irrepetible paisaje, su discurso expresa siempre belleza, inevitablemente, con esa melancolía que se desdibuja en el horizonte de Poniente.
Nace en uno la certeza de que la única aristocracia deseable es la del espíritu, porque es la única que escapa de todo consenso excepto de aquél que implica la unificación, la identidad, la condición del ser humano íntegro y completo.
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