viernes, 10 de febrero de 2017
SUPERVIVENCIA INFRAHUMANA
SUPERVIVENCIA INFRAHUMANA
Carlos Hermoso
Hay verdades que hasta las piedras las
saben, y una de ellas —que la padecemos en carne propia millones de
trabajadores venezolanos— es que los
salarios no alcanzan ni siquiera para cubrir las condiciones mínimas para vivir.
Se cumple de manera precisa aquello de que el salario debe estar por debajo de
tales condiciones. Se trata de un asunto histórico que hace casi 150 años anunciaron Adam Smith y David Ricardo. Es lo que permite que la rueda
del capital siga girando. Pero los sectores
medios, los profesionales, un tanto liberados de esa máxima del liberalismo
clásico —que ha
llegado a extremos tales por la
aplicación del neoliberalismo—,
también se ven afectados sensiblemente. El abrupto incremento de la pobreza
ahoga y aprieta como nunca en un país que no conoce precedentes en su historia
contemporánea.
Resulta supina —aunque muy extendida como
una verdad de “sentido común”— la afirmación según la cual los aumentos salariales conducen a mayor inflación. Fastidiosa resulta ya esa
cantilena. Primero se produce
la inflación como resultado de haberse violentado el principio —señalado por
Marx en el Libro Primero de El capital—
según el cual:
El Estado lanza al proceso de circulación, desde
afuera, billetes de papel que llevan impresas sus denominaciones dinerarias, como por ejemplo 1 libra esterlina, 5 libras
esterlinas, etc. En la medida en que esos billetes circulan efectivamente en lugar
de cantidades de oro homónimas, se limitan a
reflejar en su movimiento las leyes del curso dinerario. Una ley específica de la circulación de billetes no
puede surgir sino de la proporción en que éstos representan el oro. Y esa ley
es, simplemente, la de que la emisión del papel moneda ha de limitarse a la
cantidad en que tendría que circular el oro (o la plata) representado
simbólicamente por dicho papel.
Haciendo abstracción del aparente receso
que tuvo el llamado patrón oro, esta ley siempre ha tenido y tendrá vigencia
mientras impere la forma valor. Mientras
China, Rusia e India acaparan la compra de oro, se consolida el bitcoin. En cualquier caso, la emisión
de papel moneda de manera arbitraria para equilibrar el presupuesto, para
reducir el déficit, indefectiblemente lleva a la inflación. No es otra cosa lo que la genera.
Se produce una mayor escalada de precios si
sumamos la especulación y el precio del dólar. Partiendo de que no todo aumento
de precios, o toda variación de precios,
obedece a la masa de papel moneda en el mercado, sino también a otras determinaciones
como la especulación —y sobre todo al valor de cambio de las mercancías—,
podemos observar que en Venezuela las variaciones de los precios al alza son
resultado de la inflación y la especulación. Con ello se explica la drástica
caída de la capacidad de demanda social. Ante lo cual el gobierno se ha visto
obligado, siendo generosos en la categorización, a medio compensar la caída del poder adquisitivo del salario, a
riesgo de que la depresión sea aún mayor.
Entretanto, el gobierno sigue manteniendo
la emisión de papel moneda, ante el estímulo de que la inflación le permite una
mayor recaudación vía IVA y otros tributos, incluido el correspondiente al
salario, disfrazado de impuesto sobre la renta a personas naturales. En fin, una
política fiscal y tributaria regresiva que atenta contra la capacidad de
demanda social. Esa es la política chavista de estos tiempos.
Estas circunstancias conducen a que la
caída de la demanda y las bajas compensaciones salariales no permitan una
recuperación del poder adquisitivo del bolívar a tal escala que posibilite un
incremento de la oferta de bienes y servicios. El mercado de bienes básicos de
la dieta y la reproducción social también se ve afectado, pero no en la misma
medida en que lo hace la realización de los productos de menor rigidez en la
demanda ante las variaciones de precio. Esto es, por más que caiga el salario,
los trabajadores y asalariados en general siempre buscarán un margen de sus
ingresos para hacerse de los productos de primera necesidad, entre ellos alimentos
básicos de la dieta, sobre todo de los niños, y medicinas de dolencias crónicas
graves. Ante las variaciones al alza de los precios, se mantiene una correspondiente
demanda a riesgo de que la mengua se haga más aguda, con rasgos de animalidad o
subhumanidad. Varían sus precios al alza y aun así la familia hace todo el
esfuerzo para adquirir el producto. Circunstancia en la cual hace gala la ideología
dominante: ética del comerciante que
especula al máximo, sin parar mientes en la necesidad que agobia al
demandante. Asimismo, la gran empresa de alimentos parece sólida, mientras
aprovecha para monopolizar cada vez más productos, valga decir empresas Polar.
Pero los bienes y servicios de menor rango
para satisfacer las necesidades básicas van siendo dejados a un lado ante el
continuo incremento de precios. Es así como pueden ir a la quiebra o mermar en
sus ganancias pequeños propietarios y comerciantes, por no poder realizar sus
productos ante la caída de la demanda. Restaurantes, comercios diversos,
mercados como el de vehículos, entre otros, están sufriendo las consecuencias
de la caída extrema de la demanda social. A su vez, cuando se producen las
compensaciones, los pequeños productores se ven aún más afectados toda vez que
no pueden cubrir el incremento en sus costos de producción y funcionamiento.
No es la compensación salarial lo que
incrementa la inflación. No es la compensación lo que afecta al dueño de los
bienes, al empresario, pues. Es el gobierno con su política de despelote para
la emisión de moneda sin respaldo. Sumemos que la política económica para nada
busca incrementar la producción. No hace nada el gobierno por canalizar el
ahorro social hacia la inversión productiva. Con la inflación tiende a
paralizarse el crédito en general y el productivo en particular. Luego, el gobierno
le busca compensaciones a la banca con papeles y negociados diversos. Todo ello
incrementa la deuda pública que a la postre es más social que ninguna otra
cosa, pues la paga la gente con los dineros que le extrae el gobierno con su política
fiscal y tributaria. Otro de los círculos perversos que configura el gobierno
en favor de la oligarquía financiera.
Cuando la inflación no afecta tan
sensiblemente la demanda, cualquier empresario previsor —sobre todo los dueños
de ramas de bienes de elasticidad rígida— puede muy bien obtener superganancias,
entre una compensación salarial y otra. Esto le permite nutrir un fondo contingente
para el nuevo incremento salarial y aun así obtener ganancias extraordinarias,
superiores a la media en todo caso. Pesa en esto la naturaleza de los bienes en
el mercado. La escasez generalizada y la inflación perjudican fundamental y
principalmente al trabajador y a su familia. Estratégicamente favorece a los
empresarios que ven caer al mínimo el salario del obrero y de todos quienes viven
del trabajo.
En definitiva, vivimos no solamente un
espiral que ya se acepta como hiperinflacionaria, sino que la caída del
producto nos sitúa en una situación depresiva. Inflación con recesión —es
decir, con estancamiento o retroceso— se le conoce como estanflación, que a la
postre favorece de manera clara a los capitales más competitivos que logran
absorber a quienes sucumben. En Venezuela la circunstancia se expresa de manera
palmaria en el grupo Polar cuyos productos desde el año 2000 se han cuadruplicado,
pasando de 32 a más de 100 bajo su firma.
De allí que la especie según la cual los
aumentos salariales —en realidad las escuálidas compensaciones— contribuyen con
la inflación es pura ideología. Nada tiene que ver con la realidad por lo que resulta
hasta ridículo oír en boca de un dirigente sindical tal afirmación. Eso deben dejarlo
en la voz del empresario y sus ideólogos, sobre todo los economistas.
Carlos Hermoso
Caracas, 8 de febrero de 2017
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1 comentario:
Excelente articulo de Opinión mis felicitaciones sinceras al Profesor Carlos Hermoso y su equipo al parecer una manera informal de dirigirse al los trabajadores con rigurosidad científica como diríamos en tiempos de Revolución de manera oportuna y veraz.
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