viernes, 9 de marzo de 2018
HIPÓTESIS SOBRE EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA
¿POR QUÉ?
¿CÓMO?
ASOMANDO
HIPÓTESIS SOBRE EL FRACASO DE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA
Humberto García Larralde
En su interesante discurso de incorporación a la Academia Nacional de
Ingeniería y del Hábitat sobre los indicadores del desarrollo venezolano, el
ingeniero Werner Corrales Leal plasmó el terrible fracaso del país experimentado
a partir de 1978 pero, sobre todo, bajo el régimen actual. Escuchándolo, no
dejaba de reflexionar sobre las razones por las cuáles una nación que hace
apenas 40 años exhibía un futuro promisorio desembocó en el desastre que hoy
sufrimos.
Lejos de buscar explicaciones detalladas, me ganó la idea de que el
país se perdió por no poder consolidar su democracia, una vez que las
condiciones económicas se tornaron adversas. Venezuela se convirtió en pasto de
demagogos irresponsables que minaron sus instituciones. Asomo como hipótesis
que ello fue posible por la ausencia de un elemento central al sostenimiento de
la democracia; el ejercicio pleno de una ciudadanía activa. La solidez de esas
instituciones, del equilibrio y autonomía de poderes, y de la vigencia del
Estado de Derecho, descansa en esa ciudadanía activa.
Parto de la idea de que la democracia se implantó en Venezuela por la
convicción ideológica de sus fundadores, muchos de inspiración marxista. No fue
resultado de luchas sostenidas de la sociedad por mayor una participación
política y para ampliar sus libertades. La democracia se instituyó desde el
Estado, de arriba abajo, sobre todo a partir del trienio adeco de 1945-48, en
la forma de una serie de derechos otorgados a través de leyes y decretos, sin
mayor protagonismo del pueblo que sería beneficiado.
La sociedad civil que conocemos fue el resultado, no la génesis, de ese
Estado de vocación democrática. Ello explicaría por qué el disfrute de estos
derechos no se acompañó de los deberes que tendrían que ser su sostén. Puede
decirse que la construcción de las instituciones democráticas se hizo al margen
de la construcción de ciudadanía.
¿Por intermedio de qué mecanismos venimos a vivir en democracia,
entonces? Cinco instituciones han contribuido a moldear la forma en que fue
asentándose y luego reduciéndose la democracia durante las últimas seis
décadas:
1) El nacionalismo;
2) El populismo;
3) El voluntarismo presidencialista;
4) El caudillismo; y
5) El militarismo.
Una visión un tanto simplista de sus efectos se resume a continuación.
La generación del ’28 se sirvió, en sus aspiraciones de cambio,
de sentimientos nacionalistas arraigados en la
convicción de que las empresas petroleras extranjeras esquilmaban al país con
la complicidad o beneplácito de Gómez y de sus sucesores. Tomar control del
Estado era necesario para hacer valer los derechos legítimos de los venezolanos
frente a un adversario tan poderoso. La “Siembra del Petróleo” fue entendida
como una estrategia instrumentada para asegurar su participación creciente en
la renta petrolera.
Correspondía al Estado la tutela de los medios que asegurarían que ello
redundara en justicia y prosperidad. De ahí surgió un contrato social implícito
bajo los gobiernos democráticos, consistente en que el Estado proveería niveles
crecientes de bienestar a cambio del apoyo político de la población. Por otra
parte, la renta petrolera en manos del gobierno confería potestades
discrecionales para intervenir en la actividad económica.
Un excesivo voluntarismo presidencialista relativizó
las garantías institucionales al desempeño autónomo de los distintos actores
del acontecer económico y social. Aunque sujeto a reglas de juego amparadas en
un Estado que aseguraba los derechos de la gente, el usufructo populista de
la renta petrolera inhibió la maduración de una sociedad civil autónoma, base
de una ciudadanía protagónica y sostén del reclamo activo de estos derechos con
base en la razón moral derivada de haber cumplido con sus deberes.
Con la caída en los precios del petróleo sucumbió ese contrato social y
la democracia tutelada por AD y Copei perdió apoyo. Ocuparon su espacio dos
instituciones que terminarían por dar al traste con ella: un caudillismo
mesiánico que asentaba su legitimidad en la épica independendista y su
hermana gemela, el militarismo. El nacionalismo se extremó en forma
de un patrioterismo maniqueo que exaltaba el rol tutelar de la
fuerza armada contra los enemigos externos e internos que ponían en peligro a
la Patria.
El reparto de la renta petrolera ocurriría ahora directamente por
voluntad del presidente Chávez, quien desmanteló las instituciones y, con ello,
a los mecanismos mercantiles que resguardaban la canalización de la renta a la
sociedad: aumentos de sueldos, incentivos fiscales y monetarios, subsidios. Con
precios del crudo ascendentes hasta sobrepasar los $100/barril, la dependencia
del reparto estatal se acentuó todavía más, privando a la sociedad civil
organizada de los instrumentos con los cuales forjar por iniciativa propia su
bienestar. Al colapsar el Estado como resultado de la destrucción de la
economía, del desmantelamiento del Estado de Derecho y por el robo extendido de
los dineros públicos, desaparecieron con ello los derechos que asociamos al
ejercicio democrático.
Hoy nos encontramos bajo el yugo de una oligarquía militar civil que se
ha apoderado del Estado y que considera suya al país. Mientras pueda seguir
depredando lo poco que queda de la riqueza social, en absoluto habrá de preocuparle
la suerte de millones de venezolanos en situaciones cada vez más críticas de
hambre y miseria. Según el conjunto de hipótesis asomadas, salir de esta
situación y consolidar un régimen democrático tiene como desafío ineludible la
capacidad y disposición de construir una ciudadanía activa, doliente principal
de que sean respetados los derechos civiles, políticos y personales, y garante
del cumplimiento del Estado de Derecho como de la solidez de sus instituciones
políticas.
Acotar el margen de discrecionalidad de gobiernos y presidentes que
concentran las decisiones sobre el usufructo de la renta petrolera será crucial
para conquistar mayor margen de libertad a la acción cívica. Ello ataña a las
instituciones que deberán erigirse para consolidar esa Venezuela post rentista
e implican un profundo cambio en la cultura política de sus residentes.
Entender y asumir los valores liberales, no como dogma sino como guía para la
convivencia en democracia, será un elemento central a estos cambios.
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
humgarl@gmail.com
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