martes, 24 de julio de 2018

ABELO, ABELO




HABLA LA CONCIENCIA

jan zoetelief tromp

HABLA LA CONCIENCIA

ABELO, ABELO
LUIS GARRIDO

A través de mis ojos empañados de lágrimas, lo vi cuando se iba.  Entre los dos existe una identificación muy propia de esa unión enraizada en la profundidad del corazón.  Jamás me cansaré de repetir lo que en alguna oportunidad dije refiriéndome a su hermanito cuando era tan pequeñito como es él ahora: si yo hubiese sabido que a los nietos se les quería tanto, los hubiese tenido primero que a los hijos.  Esa desintegración de la familia que hoy se hace tan visible en los hogares venezolanos también se hizo sentir en nuestra puerta con el ruido estremecedor del impulso doloroso de la partida inevitable, pero necesaria; acepto la realidad en la hora de enfrentar al futuro.  La despedida fue melancólica, tempestuosa de cariño, con una flor en la palabra y una esperanza en el pensamiento.     
    
También me tocó cruzar palabras entrecortadas de sentimiento con  Gilberto, mi hijo.  Quise reciclar su fe,  revivir su ilusión para que renueve su combate con la vida.  Toda noche tiene su amanecer, la vida es eso: sol y sombra, cielo y tierra, angustias y esperanzas.  Bajo nuestro modesto techo, donde tuviste la sombra que refrescó tu camino, supiste interpretar el significado exacto de esta breve lección.  Mientras actúes de buena fe, mientras la verdad sea tu escudo, mientras trates de encontrar soluciones  que no perjudiquen los derechos ajenos y que preserven los tuyos, tendrás esa tranquilidad de conciencia como respuesta merecida.    

Tú te vas, y yo me quedo Samuelito, intentando aportar con mis letras discrepantes  para que más temprano que tarde volvamos a reencontrarnos en esta nuestra tierra.  Me hará mucha falta tu expresión tan tierna y  amorosa cada vez que llegabas a nuestra vivienda, la vivienda de tus abuelos: Abelo, abelo.  Creo no exagerar comparando tu vocecita con el retozo de los pericos cuando al paso de la mañana y al retorno de la tarde ya casi oscurecida, nos dejan escuchar su canto retozón y alegre: bellezas propias de la naturaleza. También los niños llevan por dentro ese sabor de alegría que lo expresan con mayor frecuencia por cada gesto amoroso de la madre que los  consiente o el padre que los  acaricia.  Samuelito es el centro de mi nostalgia.  Sus padres me acostumbraron mal, lo traían cuando mayores eran mis ansias de corretear con él.

Gilberto y Mary, con Gilbertico su hermano -quien también derramó  su cuota de tristeza en su colegio Juan XXIII, y en el campo de futbol de la Hermandad Gallega-  levantaron vuelo como tantos hombres y mujeres que alguna vez salieron de sus puertos con una carga de  sueños,  llevando a cuesta toda la disposición de edificar su propio camino a fuerza de trabajo, mística y disciplina, y para saber interpretar que la honradez conlleva en las más de las veces a las limitaciones y las estrecheces, pero deja inmensas satisfacciones cuando se manosea el fruto de lo construido mediante esa conducta honesta, sin dobleces ni debilidades.  Caminen hacia adelante con optimismo;  al voltear no miren más allá de los seres queridos.  Váyanse con su carga de ilusiones pletórica de metas por realizar. 

Adiós Samuelito. No estará lejos el  día en que nuestros pechos vuelvan a juntarse con aquella satisfacción tan hermosa que en su contenido no era otra cosa que la dependencia de tus caprichos y tus naturales ocurrencias.  Te digo adiós, pero no para toda la vida;  cuando ya te  tropieces con los años que vienen en camino no me dirás Abelo, pero si estoy seguro que  me harás llorar de nuevo por cada paso que adelantes en la ruta de tus éxitos.  Y contigo va la apuesta  Gilberto, ese va a ser el médico que tanto he añorado tener en mi familia.  luirgarr@hotmail.com   
     

Miembro de la Asociación de

  Columnistas del Estado Carabobo 

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