jueves, 27 de agosto de 2015

RABIA AL TIEMPO



Oswaldo Guayasamin

RABIA AL TIEMPO
Palabras de la circunstancia

Ramón Santaella

Hoy, viernes, 17 de julio de 2015, a un día de la celebración de la coronación de la virgen “del Carmen”, las lluvias están presentes en muchas porciones del territorio, de lo que nos deja por país, la revolución chavista.

Las temperaturas oscilan en rango de 10º C aproximadamente en cada punto seleccionado para la observación meteorológica.

También, hoy es un buen día para sentarse y hacer inventario de los elementos que han estado interviniendo en  nuestra existencia.

          En este sentido, nos llamó mucho la atención “Soluciones”, uno de los  programas transmitidos por Globovisión, donde se planteaba un tema, por demás interesante: “El camino a la felicidad y ¿cómo lograrlo?”, cuyos ponentes, además de ser personas jóvenes, fueron capaces de mantener en lo que duró dicha programación,  una sonrisa contagiosa, alrededor de la cual giraba la esencia de sus exposiciones; sin embargo, no sabemos la razón de ello, vino a nuestro pensamiento, una de las tantas canciones del cantautor guatemalteco Arjona, donde asume tenerle rabia al tiempo, evitando así, denunciar hacia quien estarían dirigidos sus arrebatos.

             Pensábamos: ¡Sería lindo emprender “el camino a la felicidad”!, el problema es encontrar la entrada al mismo, más allá de la vía ofrecida por dicha revolución que proporcionalmente al empeño puesto en ello, nos hunde en el abismo de la desdicha y la desesperanza, y como estamos inmersos en una crisis espantosa que a otros parece la etapa más bella de la historia, lo mejor es tomar la vía de la hipocresía, echarle la culpa al tiempo como hiciera el amigo Arjona, por no permitirnos encontrar la ruta hacia el mencionado “camino de la felicidad” y de esa manera aprovechamos para descargar nuestra ira por todo cuanto ha estado ocurriendo en nuestra historia de vida como venezolano:

          Siento rabia del tiempo, por habernos dado el Gobierno que tenemos, por hacernos envejecer cada día y perder las fuerzas que impulsan al hombre hacia la protesta de lo inaceptable.

           Siento rabia del tiempo por haber determinado que nuestra cédula de identidad terminase en 6 y cuando asistimos los jueves  a los hiper mercados en busca de productos de la cesta básica y papel toilette, no encontramos que comprar, más allá de los altos precios y su continuo crecimiento. Muestra de la supuesta guerra económica inventada por el Gobierno, para mantenernos en jaque contra también supuestos enemigos de la Patria.

          Siento rabia del tiempo por haber permitido que me hiciera profesional, con sueldo equivalente a $2.775 mensuales en 1982, cuando aún era profesor agregado en la UCV y gracias  “al camino de la felicidad revolucionario”, obtener aproximadamente, $27 mensuales en 2015, por ser doctor y profesor  titular  jubilado.

          Siento rabia del tiempo porque permite que lo que nos dejan de país, se diluya entre procesos electorales en los que el Gobierno, valiéndose de su posición y poder, emplea mecanismos poco ortodoxos para continuar construyendo “el camino de la felicidad para todos”.

          Siento rabia del tiempo por envilecer a la sociedad planetaria en las cadenas de la corrupción política, económica y jurídica en pensamiento y acción; por la dependencia tecnológica, cada vez más avanzada y costosa, arrebatando a la juventud lo mejor de su existencia, al robotizar la comunicación en el extravío idiomático.

          Siento rabia del tiempo porque además de habernos envejecido, ha manchado nuestra piel como si fuésemos hijo de tigre y permitido la presencia de tantas arrugas en nuestro cuerpo como si fuésemos perro de la raza china, shar-pei.

          Siento rabia del tiempo porque antes de emprender “el camino de la felicidad revolucionario”, podíamos viajar con el bono vacacional y guardar lo sobrante; ahora, debemos distribuirlo durante 6 o 7 meses, con la finalidad de satisfacer la demanda creciente del proceso inflacionario que nos empobrece cada día, en la adquisición de aquellos productos que permiten ser encontrados.

          Siento rabia del tiempo por permitirle al Gobierno y su revolución acabar con los sueños de nuestros hijos, nietos y bisnietos, borrando del léxico social, la palabra esperanza y haber cambiado el significado sobre proyecto de vida.

          Siento rabia del tiempo por obligarnos a molestar a Dios con nuestras súplicas, para que toque el corazón del Gobierno revolucionario y le haga encontrar la vía expedita hacia “el camino de la felicidad” que tan “generosamente” se empeñan en lograr para todos, “sin” diferencias de ninguna índole.

          Lo bueno de todo esto es que acusamos y enjuiciamos al tiempo y no pasa nada; se mantiene indiferente y continúa su camino, sin enterarse de su importancia en nuestra existencia; por lo visto, la hipocresía no es el método lógico de enfrentar la realidad pero, ¿Cómo hacer?

Si se nos ocurre enjuiciar a quienes consideramos culpables de la crisis total de nuestro pedazo de país, ¿seremos inhabilitados para votar el próximo 6 de diciembre? Entonces, ¿Qué pudieran hacer con nuestro número de cédula?

          La última de las interrogantes tiene sentido porque; en cierta oportunidad quisimos obtener el pasaporte porque creímos poder viajar como antes; cuando el Saime exigió el número de cédula, apareció la nota en el monitor: “Este no es su número de cédula” y no pudimos hacer la diligencia por Internet; fue necesario ir a las oficinas públicas, donde expusimos el caso. La deducción rápida es que no  habíamos votado en un proceso electoral inmediato anterior y alguien había hecho uso de nuestro número de cédula para realizar dicha acción.

          Es posible que estemos pensando de manera malintencionada pero, todo cabe en la sucesión de posibilidades en las que se desenvuelve la cotidianidad social y política.

          Al parecer, la salida posible es que nos encomendemos a Dios para conocer con qué nos proveerá y si la cosa se pone color de hormiga roja, negra o amarilla, solo quedará repetir la frase de Jesús El Cristo, al momento de la crucifixión: “Eloí, Eloí lamé sabakthtain” (Dios mío, Dios mío, por qué me desamparas).

Ramón Santaella
17 de julio del 2015
              
         
          

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Comparto lo que plantea el señor Santaella menos el pesimismo que suelta al final. El Señor no nos ha abandonado sino que nosotros lo único que tenemos en la cabeza es la estupidez de las elecciones dizque para sacar a estos malandros socialistas. Cuando nos acomodemos y nos organicemos el Señor si estará con Nosotros.

Carmen Guedez

Anónimo dijo...


Unas pregunticas profesor: ¿Esto que está planteado aquí es cuestión de tiempo, de Dios o de qué? ¿Como "no hay mal que dure cien años" esperamos que pase el tiempo y esta dictadura cae ella solita? ¿Usted cree con la MUD que votamos y se hará el nuevo gobierno?

Santiago Román