martes, 12 de julio de 2016
COMUNISMO DEL SIGLO XXI
COMUNISMO DEL
SIGLO XXI
Miguel Aponte
Los chavistas -los jefes y su burocracia, se entiende-
han privatizado todo. El país hoy, aunque ya por poco tiempo, les pertenece con
la excusa de que así, en virtud del mito comunista de la eliminación de la
propiedad privada, “pertenece a todos”.
En realidad, abusan de los bienes comunes de la
sociedad venezolana, usándolos en su muy privado provecho, sin autorización de
sus legítimos dueños, los ciudadanos, usted y yo.
Han usurpado lo privado y lo público; confundiendo y
diluyendo su enorme irresponsabilidad e ignorancia tras consignas fracasadas,
necrófilas e incluso completamente cursis y estúpidas.
Lo que el régimen quisiera, su sueño eterno, es lograr
que usted y yo, que todos los venezolanos, “voluntariamente” matemos en nosotros
mismos nuestro propio “yo opositor”, ese elemento de la imaginación radical que
no se suprime y que se manifiesta para siempre: el derecho inalienable de estar
en desacuerdo y querer cambiar, sobre todo, a quien sea que detente el poder.
Eso pretende.
El método chavo-comunista que emplean para lograrlo es
tan viejo como inútil, pero como es el único que tienen, los comunistas lo usan
psicóticamente cada vez que acceden al poder: la alternancia entre la caricia y
la amenaza y, cuando usted reclama, entre el desprecio y el engatusamiento y,
cuando esto ya no les funciona: el terror generalizado.
Los que se someten, terminan por perder la visión de
su propio destino. La secuencia comunista consiste en generar en usted y yo
indiferencia, cansancio, escepticismo y entrega, aquel estado miserable de
“servidumbre voluntaria”.
Los comunistas jamás comprendieron que la libertad no
es un estado, sino un afán constante, quieren algo imposible: que muera ese
afán, la disconformidad indispensable para vivir y progresar.
Son mezquinos y crueles y a la vez superfluos y
estúpidos. Olvidan que, aunque haya fanáticos y tontos útiles, habrá siempre
mucha más voluntad opositora, germen de la libertad; y, contra este germen, que
se olviden, nunca podrán.
10 de julio del 2016
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