miércoles, 13 de julio de 2016
VENEZUELA, ¿CUÁL FUTURO?
VENEZUELA,
¿CUÁL FUTURO?
Un economista amigo afirmó recientemente
que la salida del atolladero que sufreVenezuela la
encontraremos en un préstamo al Fondo Monetario Internacional (FMI),
ladolarización del precio de la gasolina y otras
menudencias helénicas. Jóvenes y viejos parecen ser los más perjudicados en
Grecia con las medidas adoptadas a raíz del llamado rescate. Algo similar
plantean quienes se asumen como “orientadores de una nueva políticaeconómica”
para Venezuela.
Hartos del chavismo, estas ideas
afianzan la incertidumbreen amplios sectores de la población sobre
un futuro de Venezuela en manos de los factores
hegemónicos de la oposición. La gran mayoría de venezolanos sin duda
alguna pugnan por la salida de Maduro. Pero buena parte no guarda
buenas opiniones sobre quienes se presentan comoalternativa. Y es
que estas ideas no crean confianza en la gente. En cualquier caso, en las
actuales condiciones resulta un reto difícil la asunción de la dirección política del
país, para cualquier opción opositora.
Ciertamente la crisis es profunda.
Afecta todos los órdenes. La economía está devastada.
Pero hay quienes apuestan a que el chavismo culmine su período, con
o sin Maduro, precisamente por tratarse de una crisis tan grave. Parten de la
consideración de que es indefectible aplicar medidas que
afectarán a la gente, por lo que se deberá aplicar larepresión. El régimen,
en ese sentido, está mejor preparado para enfrentar la cada vez más generalizada
respuesta popular ante el desastre. Se parte de la premisa de que
los ajustes, siempre, en cualquier caso, afectarán a los
más necesitados. Le temen pues a la respuesta popular. Pero,
para nada, ofrecen un camino distinto para la superación de la crisis.
Insisten, religiosamente, en que la gente deberá apretarse el cinturón, sin
percatarse que ya la correa no da más.
El fatalismo en la materia,
además, cuenta con tarifados que plantean una salida
“consensuada”. Otros plantean al Gobierno “rectificaciones” en varias
materias. Tesis que han sido propagadas por sectores aparentemente
opositores aunque en realidad son agentes gubernamentales. En el mejor
de los casos se trata de gente que ha perdido la voluntad política en favor de
los pobres y el interés nacional. Que han
sucumbido frente a la prepotencia chavista. Parece que el miedo los
hace rehuir a la confrontación social, a desoír el clamor de la
gente y su disposición a la lucha. O han aprendido a adaptarse, será.
En conjunto, estas consideraciones pudiesen
explicar la tendencia política de factores opositores que no trabajan por una
salida rápida., ni por una estrategia política que coloque en el descontento de
las masas el centro de la estrategia, que ubique que el objetivo
estratégico en las actuales circunstancias debe ser la salida de
Maduro. Es más, aún hay tiempo para que el referendo revocatorio (RR) sea
una realidad, para lo cual las masas deben ser las protagonistas del proceso. A
eso muchos factores parecen temerle. Se prefiere la negociación. Algunos
afirman que se trata de cambiar, cual moneda de libre circulación, RR por elecciones
regionales. Todos, los de arriba, claro, salen ganando.
Sumemos que —por tratarse de una crisis que
afecta las bases del sistema— los factores políticos que defienden las
imperantes relaciones de producción y de cambio jerarquizan por salvar sus
bases. Más se preocupan por impedir que la sociedad venezolana
se encamine hacia un cambio históricoque marque el inicio del desarrollo
diversificado y autónomo. Buscan, sí, preservar lo
esencial de las relaciones imperantes —las de dependencia y sumisión frente a
las grandes potencias—, así como la naturaleza de los nexos con el capital
internacional. De allí parten las tesis y dogmas que
permitirían la supervivencia, pero sobre las mismas bases que
imperan actualmente.
¿QUÉ “MODELO” FRACASÓ?
Quienes indicamos —economistas, periodistas,
políticos, entre otros, mucha gente en capacidad de difundir ideas desde
esta perspectiva— parten de que lo que está en evidencia es el fracaso
de un modelo. A renglón seguido, pasan a describir lo que a su juicio
es esencial del tal modelo. Resaltan los asuntos de la propiedad,
de las expropiaciones y la estatificación. Ideas que
nada guardan relación con lo esencial, aunque estos asuntos ciertamente juegan
un papel en el proceso erosivo que ha sufrido Venezuela. Por ejemplo, la
estatificación y las expropiaciones, evidencia empírica adelante, contribuyeron
con el proceso destructivo del aparato productivo. Pero no observan para nada
lo esencial, esto es: la erosión se afincó principalmente en la escala de las
importaciones de bienes que sustituyeron buena parte de la producción nativa.
En este proceso, expropiar empresas y tierras para hacerlas improductivas,
en diversa medida, contribuyó con el proceso destructivo.
Por eso resulta difícil ubicar un discurso
coherente sobre el cuestionamiento al “modelo” imperante. En primer lugar
porque nada tiene que ver el argumento con la realidad. Nada tiene que ver, por
ejemplo, la política económica con medidas socialistas.
Los controles aplicados en Venezuela no conducen, por ejemplo, al desarrollo. A
los países socialistas se les criticó —con razón o sin
ella— de tendencias autárquicas, no por su liberalización con el sector
externo. La determinación del tipo de cambio para nada
favorecía a los importadores, sino a la propendía a la utilización de las
divisas en función de importar medios de producción o rubros no sustituibles en
un plazo determinado, entre otros aspectos. De allí que se reduce el cuestionamiento a
ideas que parecen dogmas, mentiras e ideología anticomunista.
Por eso nada dicen los economistas acerca de
la liberalización con el sector externo de la economía. Nada
dicen de los efectos perversos de la incorporación de Venezuela al Mercosur,
de las relaciones liberales con China, entre otros ejemplos. Del
artículo 301 de la Carta Magna que iguala el trato a los capitales nacionales y
extranjeros. Nada dicen pues, acerca de la condición liberal de la política
económica que requirió —era de suponerse— de los controles garantes de la
realización de los bienes importados, sobre todo en materia de precios y del
tipo de cambio. En definitiva, de una política que garantizó, desde 1989,
destruir la economía mientras favorecía al sector importador como siempre ha
sido en nuestra historia desde los tiempos de la colonia. Solo que ahora bajo
el ropaje socialista.
Por eso, lo fundamental radica en la
orientación general de sustituir producción nativa por importaciones cada vez
más competitivas. Con ello, además de brindarles mercados a otras economías de
las cuales nos hacemos cada vez más dependientes, profundizamos la
condición monoproductora, afianzando el papel de Venezuela en la
división internacional del trabajo como proveedor de materias primas,
petróleo casi exclusivamente, al menos en esta última etapa.
EL CASO CUBANO
Desde la perspectiva de los apologetas del
orden, este caso resulta emblemático. Más allá de las consideraciones
ideológicas la historia de este país, resulta similar referido a la materia que
nos ocupa. Espinoso el asunto, si tomamos en cuenta que el anticomunismo de
estos tiempos, sobre todo en Venezuela, se escuda en el anticubanismo. Esto es,anticubanismo como antisocialismo,
identificando el fracaso de un supuesto modelo al estilo cubano con el
socialismo.
En realidad, si reducimos la teoría de
raigambre ricardiana en favor del capitalismo mundial a una división
internacional del trabajo liberalizado y a favor de las economías más
desarrolladas, decimos que es acertada la premisa. Nada que ver por cierto con
las ideas delChe Guevara sobre la necesidad de diversificar el
aparato productivo y sentar las bases de la revolucionarización del
desarrollo de las fuerzas productivas materiales. En eso se parece este
desastre con el de la economía cubana expresada en el llamado por ellos “período
especial”.
Condenaron la economía cubana durante décadas
a la especialización en cuatro rubros: azúcar, níquel, cítricos y
pescados y mariscos, mientras importaban lo demás del llamado “campo
socialista”, bajo la tesis de una tal “división socialista internacional
del trabajo”. Ello condujo a la entrada de Cuba en el Consejo
de Asistencia Económica Mutua (CAME) en 1972, instancia que condenó a
los países del campo revisionista soviético a una mera especialización
económica mientras la social imperialista Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) mantenía el monopolio
industrial.
Los cubanos van a insistir en esta tesis con
la jerarquía dada al turismo a partir del desastre que se
produce con el derrumbe de la llamada URSS. Ahora plegada a los españoles
y otros capitales, europeos principalmente, Cuba no sienta las bases de la industria sino
de la especialización en turismo. Aunque las remesas se convierten en
fuente de entrada de divisas superior a cualquier otro sector, incluyendo la “locomotora”
de la economía, como designó un economista cubano al sector turístico.
En Venezuela se hizo lo propio, nos especializamos
en la producción de petróleo, y con la renta, en buena medida, compramos lo que
requeríamos en bienes finales y medios para reproducir lo poco que queda en pie
del aparato productivo, a excepción del gran capital que entretanto ha
centralizado capitales y medios como nunca. La derivación de esta tendencia es
que, al caer los precios del crudo, caemos en desgracia. El apalancamiento de
esta política se encuentra en la política económica de raigambre librecambista.
Difícil de ser visto este asunto por gente especializada en la economía de
marras.
¿CUÁL SALIDA?
Los economistas, al anunciar su programa,
siempre hacen esa célebre declaración principista según la cual no se debe
afectar a los más pobres, por lo que hay que contar con planes focalizados
dirigidos a los más vulnerables. Cinismo que evidencia su esencia desde un
primer momento. Afectará a los pobres aún más y alertan para que la cosa no
llegue a extremos insostenibles.
Quienes deben pagar esta crisis, en el mejor
de los casos, siempre de acuerdo a esta idea, son quienes usufructuaron el
poder y destruyeron el futuro de los venezolanos. Para nada aluden a los grandes
dueños de los medios de producción y de la gran banca.
Parece ser, según esta perspectiva, que quienes administran los negocios de las
clases dominantes son quienes deben de pagar la crisis, junto a los pobres y
sectores medios, claro está. En esta oportunidad, si bien es cierto que
estos administradores han trasegado riquezas inconmensurables a la oligarquía,
se han quedado con una buena parte del botín, mayor que en etapas
anteriores. En eso también han superado a los bipartidistas quienes
también hicieron lo propio, pero —al decir de un alto dirigente de uno de los
dos partidos hegemónicos— ellos “eran unos robagallinas” en
comparación con el actual asalto a las arcas nacionales.
De manera religiosa se repite uno u otro
dogma. Entre los más reiterados están: “hay que desmontar los
controles”, “unificar el tipo de cambio”, “solicitar préstamo entre 40 y 50 mil
millones de dólares al Fondo Monetario Internacional”; “cumplir con un programa
de ajustes, exigidos por los acreedores, que será muy severo dados los
desequilibrios”, “dolarización del precio de la gasolina y de sus derivados”.
Y, sobre todo, ¡crear confianza! a los inversionistas. Claro, sin olvidar
las consabidas “muestras de misericordia” con los más vulnerables. Este
programa permitiría alcanzar los objetivos principales: superar los
desequilibrios y distorsiones macroeconómicas, bajar inflación, reducir déficit
fiscal, sincerar y unificar el tipo de cambio, entre otros. A partir de lo cual
se alcanzaría la senda del crecimiento. Catecismo que no establece
mayores diferencias entre crecimiento y desarrollo.
Junto a esto, según la receta, se deben crear
las bases para la seguridad jurídica para crear confianza, sin “percatarse” de
que ya eso existe en leyes como las del doble tributo, de protección y
promoción de inversiones extranjeras, además de los consabidos artículos
constitucionales. Los economistas que así plantean las cosas, no ubican que los
capitales se mueven con base en el comportamiento de la cuota media de
la ganancia y no por la fe.
Además de otras determinaciones como dimensión
del mercado, estabilidad política, precio de la fuerza de trabajo,
flexibilizaciones en materia laboral, entre otras y articuladas a lo anterior.
Sumemos aquello del papel de Venezuela en la orquestación internacional una de
cuyas especializaciones, si así puede llamarse, es la de ser comprador
neto de bienes finalesy no de productor. Con petróleo es
como suficiente.
Muy poco dicen estas ideas programáticas, si
así se pueden llamar, acerca del desarrollo diversificado. Menos de
independencia y soberanía económica, lo que incluye el aspecto agroalimentario.
Por eso no se establecen mayores consideraciones acerca de la política
bancaria, fiscal y monetaria, salvo que serán de orientación restrictiva. En
definitiva, se apuesta apenas a la inversión extranjera, al préstamo internacional,
más específicamente del FMI, y al consiguiente paquete de ajustes. ¡Claro, no
nos olvidemos de la atención de los menos favorecidos!
Las leyes del capitalismo
son, como en toda ciencia, inexorables. Son objetivas. Esto es, son
independientes de la voluntad de algún avisado. Por ejemplo, en la
determinación del precio de las mercancías —y en el capitalismo todo tiende a
ser mercancía—, la oferta y la demanda conducen a vaivenes temporales en torno
del valor. Pero es la determinación del trabajo objetivado en cada mercancía lo
que a la postre determinará su precio. Ello explica, en estos tiempos, la
solidez del oro y el bitcoin, principal moneda virtual, como reservas por
antonomasia de los capitales a escala mundial. Difícil ubicar su precio por
debajo del valor. De suceder el fenómeno, tiende tercamente a ubicarse en torno
de su valor. Igual sucede con las mercancías en nuestro país. Aun las
importadas tienden a colocarse en torno de su valor.
Por el problema de la escasez, la especulación coloca
el precio de muchos rubros muy por encima de su valor. Lo que explica que
muchos productos ya se ubican hasta en el triple de lo que cuestan en Estados
Unidos. Tal es el caso del azúcar que en el mercado criollo se ubica
rampantemente en 3.500 bolívares un kilogramo, es decir, 3,5 dólares
del paralelo, mientras que en el mercado yanqui se ubica en un dólar. Igual
sucede con las inversiones. Se mueven con base en tendencias objetivas. No en
la fe. Ello explica que en la época de Nixon —a propósito del famoso ping-pong
entre chinos y gringos— comenzó una afluencia de capitales hacia el gran
país asiático.
La violación de los derechos humanos,
denunciada por EEUU, parece no haber frenado para nada los capitales de todo el
mundo imperialista, atraídos en realidad por las ventajas que brindaban
los “comunistas”. Ninguna desconfianza tuvieron los capitales
hacia el “comunismo” chino, atraídos por la baratura, abundancia y
disciplina de la fuerza de trabajo de los asiáticos,
y las facilidades para la explotación de los trabajadores, así
como un gran mercado interno, materias primas baratas, entre otras determinaciones
de una cuota de ganancia superior a la propia en los países desarrollados. Sin
embargo, nuestros economistas siguen repitiendo la cantaleta de
la confianza y la desconfianza.
En cualquier caso, la superación de la crisis
supone la afectación de un sector u otro. Quienes proponen que sea el pueblo el
que siga abriendo huecos en sus correas, proponen medidas drásticas, partiendo
de una idea propia de cualquier religión. Se basan en el ejemplo de EEUU cuando
producto de la crisis de 2008: “La inyección de dólares por parte de las
autoridades financieras gubernamentales de Estados Unidos durante 2007 al 2010
fue de 5,04 billones de dólares —trillones en anglosajón—, esta inyección es
equivalente a 35% del PIB”. Deuda que por supuesto es descargada en la gente
mediante políticas tributarias e impositivas que han reflotado la banca. Hoy,
se anuncia en ese país una crisis de mayores proporciones que la de entonces.
Partimos de consideraciones generales en
relación con el origen de esta catástrofe nacional. La hemos
simplificado de manera didáctica de tal suerte que podamos distinguir las
cuestiones fundamentales, partiendo de la sentencia que acuñara Lenin según la
cual: “cuando expulsan de la ciencia las leyes, lo que en realidad hacen es
introducir de contrabando las leyes de la religión”.
El desarrollo nacional solo puede darse si
y solo si se formula y realiza una política económica que apuntale el
proceso de concentración de capitales y, a la vez, atienda las aspiraciones
nacionales y populares. De lo contrario tendremos más de lo mismo pero
bajo la conducción de nuevas figuras. Incluso alguna nueva forma de
dominación —manteniendo las cuestiones esenciales del dominio semicolonial—
conducirá a Venezuela a una situación tan o más insostenible que la que vivimos
actualmente, más cuando asumirían el Gobierno sin haber cohesionado las fuerzas
represivas del Estado. Esa es la historia del antidesarrollo venezolano como
lo denominara en su oportunidad Héctor Malavé Mata. En realidad, freno al
desarrollo de las fuerzas productivas por las condiciones de dependencia del
capital internacional.
Salir de la crisis ciertamente supone un gran
acuerdo nacional, cuya formulación e ideas centrales para superar la crisis
deben contar con la premisa insoslayable de que el costo que la meta supone no
será descargado en los más pobres de la sociedad. A cambio del cual se
garantizará una acelerada concentración de capitales con la palanca de unsistema
bancario capaz de canalizar el ahorro social hacia lainversión
productiva. Además de garantizar el mercado interno para la producción
nacional que parte de que los salarios se desarrollen en correspondencia con la
creciente oferta de bienes y servicios. Pero de igual manera, implica que
Venezuela suprima acuerdos que lesionan el interés
nacional.
El rescate del signo monetario pasa
por la recuperación del aparato productivo. De su desarrollo autónomo y
soberano. Fortalecer el bolívar supone darle respaldo con base
en la producción nacional y del abovedamiento de buena parte de las cuantiosas
riquezas auríferas, sobre todo en tiempos en los cuales la lucha mundial entre
las grandes economías imperialistas por su tenencia ha alcanzado una escala en
correspondencia con la guerra de divisas para convertirse una u otra en
referencia mundial. Asimismo, las materias primas en las que se convierten
buena parte de nuestras riquezas como coltán, bauxita, hierro, entre muchas
otras, deben servir principalmente al desarrollo diversificado de
nuestro aparato productivo. Electrificación, industrias pesadas, livianas y
ligeras desarrolladas de manera armoniosa hacia la revolución industrial con
sentido nacional y popular.
Contrario a ofertas lesivas al interés popular
y nacional, es en este camino en el que la recuperación económica y social
podrá ser tan acelerada que en un futuro cercano podremos hablar del ¡milagro
venezolano!
Doctor en Economía.
Profesor Asociado de la Faces, Universidad Central De Venezuela, Investigador y
Dirigente Político.
11
de julio del 2016
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