viernes, 19 de mayo de 2017
PATRIA, SOCIALISMO Y MUERTE
PATRIA, SOCIALISMO Y MUERTE,
MUERTE, MUERTE
Luis Marín
El más de medio centenar de muertos
acumulados en la más reciente ola de protestas escenificadas en Venezuela se
produce sobre el trasfondo de los más de setenta asesinatos por día, que lleva
varios años, y nos acerca a la más alta tasa de homicidios por habitante del
planeta, sin excluir países en guerra como Afganistán e incluso Siria.
Esta industria del asesinato a gran
escala impone una reflexión política considerando que el 99% quedan impunes, lo
que implica responsabilidad del Estado tanto por su acción directa porque la
mayoría de ellos son perpetrados por las policías, fuerzas armadas y grupos
paramilitares, como por omisión de los organismos que se supone deberían
perseguir el crimen.
La respuesta más inmediata es que se
trata de una política de terrorismo de Estado, que tiene como finalidad el
sometimiento de la población, pero también expulsarla del territorio. La cifra
de venezolanos desplazado supera ampliamente los dos millones, que si algunos
se han ido buscando perspectivas económicas que les han sido arrebatadas aquí,
la mayoría lo hace en primer lugar por razones de seguridad.
Esta explicación es consistente con la
teoría y práctica del socialismo porque, por ejemplo, Lenin repudiaba el
terrorismo de los anarquistas al que descalificaba como acciones
individualistas, aisladas; pero en cambio lo justificaba plenamente como parte
de las tareas de un ejército en operaciones.
En verdad esta es la política que
siempre han aplicado los ejércitos de ocupación sobre la población nativa desde
que existe la conquista territorial, el nacionalsocialismo la usó en la Europa ocupada,
así como el ejército rojo, los socialistas serbios en los Balcanes, los
comunistas cubanos y sus aliados en África.
La segunda reflexión que se impone es
filosófica y ya se planteó con motivo del Holocausto (Shoá): ¿Cómo es posible?
La barrera que impide la aniquilación de seres de la misma especie, instintiva
en cualquier animal porque atiende a su supervivencia, parece dejar de
funcionar y en el caso particular de la especie humana, los escrúpulos de
conciencia pierden su eficacia.
Nuestro problema es la falta de conexión
de los perpetradores con su acción criminal. Por ejemplo, unos sujetos que
están en un bar secuestran a los de la mesa de al lado, los llevan a casa,
saquean, ruletean, asesinan y echan los cuerpos en un botadero de basura; luego
vuelven y se sientan en la misma mesa como si nada hubiera pasado, convencidos
de que nada les ocurrirá y dispuestos a hacerlo de nuevo.
La convicción de los autores materiales
es que conservarán el anonimato y nadie podrá conectarlos jamás con sus propios
actos. Causa perplejidad lo fácil que resulta matar y como algunos sujetos
incluso encuentran cierto placer morboso al hacerlo, dejando a un lado la
repugnante cobardía de ocultarse para eludir su responsabilidad.
Pero hay autores intelectuales, pongamos
por ejemplo el célebre tweet del mayor Francisco Ameliach, ordenando a las
“Unidades de Batalla Bolívar-Chávez, a prepararse para el contra ataque
fulminante. Diosdado dará la orden. Gringos y fascistas, respeten”. Pero quien
resultó abatida fue la reina de belleza Génesis Carmona, además de una docena
de escolares abaleados; más tantos otros asesinados en aquellos acontecimientos
de febrero de 2014.
Si alguien preguntara: ¿Y dónde están
los gringos y fascistas? Habría que responderle: En ninguna parte, salvo en la
cabeza de FA, que esa es la fantasía encubridora que les permite creer que
están librando otra Batalla de Carabobo contra un imperio formidable, mientras
en el mundo real están atropellando unas amas de casa desesperadas y matando a
sus hijos indefensos.
Los autores materiales se equivocan,
porque siempre es posible reconstruir la secuencia de los crímenes y nadie
tiene la impunidad garantizada, siempre hay testigos, desde ellos mismos hasta
sus secuaces que pueden traicionarse mutuamente.
Los autores intelectuales también se
equivocan, porque los hechos siempre terminan imponiéndose por encima de las
mamparas ideológicas.
Y no hay nada más convincente que
montones de cadáveres apilados.
EL ESTADO COMUNAL
“Últimamente las palabras dictadura
del proletariado han vuelto a sumir en santo horror al filisteo
socialdemócrata. Pues bien, caballeros, ¿queréis saber qué faz presenta esta
dictadura? Mirad a la Comuna de París: ¡he ahí la dictadura del proletariado!”
Escribía F. Engels el 18 de marzo de 1891, en el vigésimo aniversario de la
Comuna.
La llamada Constituyente Comunal
convocada recientemente en Venezuela es un experimento en sentido estricto,
político, jurídico, social y desde cualquier otro punto de vista, porque no
existe ni ha existido nunca ningún “Estado Comunal”, ni siquiera en Cuba
o Corea del Norte; su único referente es teórico, lo que Carlos Marx quiso ver
en el episodio de la Comuna de 1871 y que describió a su manera pintoresca como
una puesta en escena de su concepción clasista de la historia universal.
Desgraciada o felizmente Marx no
desarrolló ninguna teoría de la dictadura, de hecho, después de su Guerra
Civil en Francia no se ocupó de la política sino que dirigió todos sus
esfuerzos a lo que le parecía más importante, su crítica a la economía política
puesto que para él la economía determinaba todo lo demás en cada sociedad
histórico concreta.
Los que se vieron obligados a abordar
esta tarea fueron sus seguidores, como Lenin con El Estado y la
Revolución y Stalin con la edificación del socialismo en un solo país,
a contrapelo de sus padres fundadores del marxismo clásico que predicaban la
extinción del Estado y el socialismo internacional.
Sólo existen dos tipos de Estado: Federal
y Centralista, con las diversas combinaciones que puedan hacerse con ellos,
sean repúblicas o monarquías, que era la división tradicional hasta que todos
se hicieron constitucionales.
El Estado soviético pretendió ser
comunal al principio, de allí la consigna leninista “¡Todo el poder para los
soviets!” Pero eso duro menos que la vida de Lenin, la consigna de Stalin es
“todo el poder para el partido” y es la que prevalece hasta el día de hoy,
incluso en Cuba y Corea del Norte, que son los únicos regímenes estalinistas
que sobreviven después del derribo del muro de Berlín.
Así que el llamado Estado Comunal es un
recurso de prestidigitador a exhibir hacia el exterior para aparentar que aquí
se está haciendo una verdadera revolución y concitar el apoyo de los
nostálgicos del comunismo dispersos no sólo por Latinoamérica sino sobre todo
en Estados Unidos y Europa.
La situación puede describirse así: un
régimen inviable política, económica y socialmente, pero con la firme
determinación de impedir que surja cualquier fuerza capaz de sustituirlo en el
poder. Por el otro, una oposición con todas las alternativas posibles, pero
impotente para desplazar al régimen por vías pacíficas, constitucionales,
democráticas, electorales, etcétera, según la camisa de fuerza que se ha
autoimpuesto.
Y ese no es su único problema. Frente al
desafío de la Constituyente Comunal saltan a decir que esa es una propuesta de
“Estado Fascista”, es decir, exactamente lo que no es. El Fascista es un Estado
Corporativo, integrado por estamentos profesionales donde los empresarios,
terratenientes, comerciantes, gremios, sindicatos, tienen un rol esencial; de
hecho, la palabra “comuna” ni siquiera aparece en el discurso político de
Mussolini.
Pero esto es apenas un síntoma de la
enfermedad ideológica de la oposición oficial, que es tolerada precisamente
porque adopta la misma “visión del mundo” del régimen y todos sus prejuicios,
así que comparten idéntico lenguaje, se autodefinen “de izquierda” y decir que
alguien es “de derecha” es una descalificación cuando no un insulto.
Un alcalde opositor que ha sido
secuestrado, citado numerosas veces a organismos de seguridad, sufrido pintas
amenazantes en su propia casa, víctima de acoso, persecución e intentos de
intimidación acusa al régimen de comportarse ¡como el general Pinochet!
Sería demasiado arduo y repetitivo
insistir en las coincidencias que exhibe la oposición oficial con un régimen
del que en realidad es complementaria y que limita la lucha a ampliar su zona
de influencia, tratando de convencerlo de las virtudes de la alternatividad
frente al continuismo, punto en que los comunistas nunca transigirán so pena de
dejar de ser marxista-leninistas.
Así se retorna a la contienda entre el
absolutismo bolchevique y el oportunismo menchevique: reforma o revolución.
El partido de la libertad está
completamente afuera de este juego.
ALMAGRO, AL PAREDÓN
“La justicia militar es a la Justicia lo
que la música militar es a la Música”, se dice con frecuencia en Venezuela; con
el agravante de que jueces y fiscales siguen atados con sus votos de obediencia
y disciplina por lo que la justicia militar es, sin que haya nada peyorativo en
ello, una justicia subordinada.
Un principio generalmente aceptado reza
que los jueces deben ser imparciales, objetivos y no deben estar sometidos a
más constricción que la de su conciencia.
El problema es que los comunistas no
creen en ninguno de estos valores: son partisanos por excelencia, su concepción
de buena conducta se reduce a seguir la línea del partido. La objetividad es un
prejuicio pequeño burgués, porque toda acción supone una toma de posición, a
favor o en contra. Si se apela a la conciencia responden que “el ser social
determina a la conciencia”, así que solo hay “conciencia de clase”.
No es extraño que el epicentro del
conflicto de Almagro sea su vocación por la Justicia por un lado y su fidelidad
a la revolución por el otro. Su propuesta es fácil de formular e imposible de
cumplir: ser crítico del régimen títere de Maduro y no obstante seguir formando
parte del submundo de la izquierda.
Tomemos como ejemplo su más reciente
discurso sobre el pase a la justicia militar de manifestantes civiles para
observar algunas dificultades de esta posición tan incómoda.
Dice que “los colectivos armados (son)
una suerte de camisas negras del fascismo”, asimismo, las acusaciones del
gobierno “forman parte de un discurso reaccionario”. Pero lo que uno ve en la
realidad es que esos colectivos visten unas franelas rojas estampadas con la
imagen del Che Guevara, la misma que exhibe Almagro en su oficina en
Washington. Llamar “fascista” a este régimen es mentir deliberadamente.
Almagro no nos dispensa de llamar
“bolivariana” a la República, además de a otras organizaciones delictivas a las
que denuncia por cometer crímenes atroces, aunque no nos facilita ninguna
explicación medianamente jurídica de cómo puede ser una República
“bolivariana”, o “islámica” por mencionar otro caso que conoce muy bien.
El itinerario de Almagro arranca del
Movimiento de Participación Popular integrante, junto al Partido Comunista, al
Socialista y otra veintena de organizaciones, del Frente Amplio del Uruguay,
organización fachada del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaro, de Raúl
Sendic (padre), Pepe Mujica, Tabaré Vázquez y Elbio Rosselli, presidente pro
tempore del Consejo de Seguridad de la ONU, quien declaró recién que “el caso
de Venezuela no está en la agenda, ni debe estarlo”. ¿Es necesario agregar que
son miembros del Foro de Sao Paulo?
Fue embajador en Irán de 1991 a 1996, en
la UNESCO en 1998, China de 2007 a 2010 y canciller de Pepe Mujica durante todo
su período de 2010 al 2015. Sus actos más destacados son haber gestionado el
traslado de prisioneros de Guantánamo al Uruguay, así como un puente para traer
refugiados sirios. Fue facilitador del diálogo USA-Cuba que condujo a la
apertura de Obama. Pero lo que nos atañe más directamente es que fraguó el
ingreso de Chávez al Mercosur.
Le tendió una alfombra roja a Castro
para que reingresara a la OEA, oferta que éste rechazó, a pesar de su curiosa
declaración de que “la OEA debe entonar un mea culpa por haber
excluido a Cuba”. Castro no tiene que pedir perdón por nada, al contrario, si
para él la OEA es “el ministerio de colonias de los EEUU”, entonces fatalmente
Almagro es su ministro de colonias.
Es de los políticos y diplomáticos
capaces de hablar durante horas y escribir cientos de páginas haciendo la
radiografía más detallada de la tiranía que devasta a Venezuela sin mencionar
ni una vez a Cuba, ni la palabra “comunismo”, siquiera por equivocación, lo
cual no deja de ser una especie de proeza aunque no tenga nada de admirable.
La ruptura del MPP, PC y PS con Almagro
viene de sus tiempos de canciller en 2012, por no acompañar una
declaración contra el “genocidio” de Israel en Gaza, entonces dijo que no fue
consultado, ni debía la cancillería pronunciarse sobre asuntos de partido, sin
contar que la declaración no se corresponde con el concepto que el abogado
judío y diplomático honorario Rafael Lemkin logró que adoptara la ONU, que
equivale a banalizar el término e Israel responde al ataque de miles de cohetes
que dispara Hamas desde la franja contra su población civil, por lo que sus
actos son en legítima defensa, como se dice, “conforme a Derecho”.
Este tipo de cuestiones pero sobre todo
su actuación en la OEA frente al régimen títere de Venezuela son las que
llevaron a Pepe Mujica a definirlo como “un abogado, esclavo del Derecho”, como
si no entendiera los apremios políticos, por lo que le escribió una carta que
concluye diciendo: “Por eso formalmente te digo adiós y me despido”.
El frente interno de Almagro se
desintegra y sus aspiraciones que quizás fueran a la Presidencia de Uruguay
naufragaron, como en su momento las del también socialista José Miguel Insulza
a la de Chile y por razones diametralmente opuestas.
Sigue siendo cierto que no se puede
servir sino a un solo Dios y entre la Justicia y la Revolución, pues, hay que
elegir.
Luis Marín
19-05-17
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3 comentarios:
Excelente
Magistral Análisis y toda una lección de Política contemporánea.
Muy importante el descubrimiento de la verdadera personalidad del Sr. Almagro. en el Excelente Escrito.
Muy interesante.
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