miércoles, 30 de agosto de 2017
CAÍDA LIBRE
CAÍDA LIBRE
Humberto García Larralde
Si quedasen dudas acerca del absoluto y
total desprecio sentido por la oligarquía militar civil en contra de la nación
venezolana, la pretensión de validar una mal llamada asamblea “constituyente”
termina por disiparlas. Los venezolanos somos testigos de cómo se mantiene
imperturbable ante el empobrecimiento acelerado que arrojó sobre sus
compatriotas, con sus secuelas de hambre y muerte; de cómo, con extrema
crueldad, reprime la justa protesta, con más de 100 asesinatos por parte de Guardias
desalmados y bandas fascistas; de la sevicia con que lanza razzias contra
residencias, y saquea hogares y negocios, sin miramiento alguno por la ley; de
cómo arma expedientes falsos para inculpar a opositores, muchos de los cuales
somete a torturas, y les niega sus derechos al justo proceso. Ahora esta
oligarquía nos aclara que estos no son “excesos”, sino potestades que se
derivan del “derecho de propiedad” que han venido a reclamar sobre Venezuela
con su esperpento de asamblea.
A ver si nos entendemos. Una
congregación privada, escogida entre quienes integran mafias
militares y del PSUV, cuyas prerrogativas, por ende, son de estricto
ámbito privado, ¡pretende arrogarse poderes constitucionales sobre
el país! Que tal escogencia se haya hecho a espaldas del pueblo, único
autorizado para convocar una asamblea constituyente, que se haya realizado en
desapego a lo dispuesto en el artículo 63 de la Carta Magna, “mediante votaciones
libres, universales, directas y secretas”, que fue rechazado por
7,6 millones de venezolanos consultados el 16 de julio, y que se haya plasmado
en el fraude más descomunal, notorio y desvergonzado que registra nuestra
historia, ¡qué importa! Había que ponerle sello de propiedad a
los espacios, riquezas, tierras e instalaciones que conforman el país
“Venezuela” reclamado por las mafias y, para ello, la asamblea
inconstitucional. Los que habitamos el territorio somos
superfluos y absolutamente prescindibles, un estorbo. Que estemos a favor o en
contra, que tengamos algo que decir al respecto, es totalmente irrelevante.
Un ente que podría ser la “Asociación de
jugadores de bolas criollas de Pariaguán”, pero que es en realidad la “cofradía
de guapos y apoyados que controlan las armas”, se arroga unilateralmente ser
depositario del poder constituyente originario que el artículo 347 de la
Constitución reserva exclusivamente al pueblo soberano. ¡Y para remachar
semejante exabrupto, tiene los santos riñones de declarar que asumirá las
potestades constitucionales de la Asamblea Nacional, elegida por 14 millones de
venezolanos! Desde la época de Gómez no se conocía una dictadura tan descarada
y desvergonzada en sus pretensiones absolutistas. Y hasta el propio Benemérito
encontró conveniente ampararse en la figura del gendarme necesario como
justificativo de sus poderes despóticos. Pero para éstos, ¡nada! Bastó un
arrebato de fuerza puro y simple de la cosa pública. ¿Para qué molestarse con
excusas?
Artífices de tan vil y desembozado golpe
de Estado son la cúpula militar corrupta, los abogados mafiosos disfrazados de
jueces y todos aquellos que le hacen comparsa a la usurpación del orden
constitucional esgrimiendo propósitos “revolucionarios”. Que tal golpe haya
seguido directrices de la tiranía cubana -el peor despotismo que recuerda América
Latina en los últimos 100 años- no hace sino agravar su crimen, pues
permitieron que intereses contrarios a la patria la destruyesen
definitivamente.
La comunidad de intereses que llamamos
Nación, consustanciados en torno a valores y objetivos compartidos, y prestos a
defenderlos y enriquecerlos entre todos, da lugar a una propiedad de intereses
estrechos, exclusivos y excluyentes. Para ello hubo que desmantelarse la
institucionalidad republicana -la autonomía y el equilibrio de poderes, la
vigencia del estado de derecho- para entregarle el país a una parcela privada.
La soberanía nacional como expresión de la voluntad de los venezolanos es
reemplazada por la de una mafia en guerra contra la nación, con su ejército de
ocupación -la Guardia que dejó de ser “Nacional”- sin freno alguno en su
depredación de la cosa pública.
En nombre de esa propiedad se contrata
sin licitación y con sobreprecios, se inventan negocios para ponerse en dólares
regalados, se arrogan derechos monopólicos de importación y comercialización de
lo que se les antoja, se expropian y/o extorsionan empresas, se endeuda para
engrosar bolsillos propios, se intermedia en la compra de armas, en
negociaciones petroleras y en concesiones mineras y, last but not least,
se cobra por el tránsito de estupefacientes a mercados internacionales. Y de
ahí su talón de Aquiles: no puede sustentarse en derecho legal alguno, ni
nacional ni internacional, pues su razón de existencia obliga a violentar todo
derecho que no sea el que se deriva de la fuerza.
En sus apetencias desmedidas de lucro,
la mafia colocó al país en caída libre. Maduro, totalmente limitado para
ejercer funciones de presidente, indispuesto por su talante fascista a entablar
acuerdos con la oposición democrática, y llevado por su mente sociópata a
destruir antes que ceder, terminó por inventarse un ente que socava las pocas
bases de sustento que le quedaban. La esperpéntica asamblea, sin programa,
proyecto, NPI de qué hacer con el país, se erige en circo para la cacería de
brujas que barrería toda resistencia al abuso desenfrenado de tan ilegítima
propiedad. Cumple tan sólo un propósito: amparar, en nombre de
autocomplacencias “revolucionarios”, los desafueros de la mafia.
Mientras las fuerzas democráticas le
arrebataban espacios al fascismo en la lucha política, éste optó por
desconectar a sus menguantes huestes de la contienda real para ahondar en ellas
un espíritu de secta. Lo que se apreciaban como disparates estrafalarios que
terminaría por hundirlo, devino -por complicidad de militares corruptos- en el
diseño para el usufructo exclusivo y excluyente del poder! La mafia, en su
insólita miopía, prefirió lanzarse en caída libre, sin paracaídas, detrás de
las oportunidades de lucro que todavía quedan, v.g., el Arco Minero.
Lamentablemente, arrastra consigo al
país: “Apres moi le deluge”. Nos sumergimos, así en el reino de la
anomia, de la ley del más fuerte, del dominio de las mafias militares que se
han apoderado del país. ¡Pero el botín se les cae a pedazos! Han arruinado a la
economía, se quedaron sin plata, nadie les quiere prestar, sus negocios
ilícitos están cada vez más perseguidos internacionalmente y han perdido toda
credibilidad. El país se les levanta como el proverbial cuero seco de Guzmán,
porque nada de lo que se haga va a aliviar sus penurias.
Felizmente, la dirigencia democrática,
empieza a recuperarse del salto al vacío Madurista. Ahora, más que nunca, toca
defender el paracaídas constitucional que evite el estrellamiento definitivo
del país. Esto implica recuperar el liderazgo que había construido tan
arduamente encabezando las luchas contra la usurpación dictatorial. Retomar la
iniciativa y sacudir el desconcierto debe basarse en la movilización de las
fuerzas nacionales e internacionales que contribuyan a detener el atropello de
las mafias. Las elecciones regionales pueden ser de importancia para ello. Hace
falta, además, un programa coherente, sostenible y viable de recuperación del
país, de anaqueles llenos, de precios al acceso de los salarios, de empleo
productivo y creciente bienestar.
Venezuela tiene con qué, si se saca a
esa mafia parasitaria y criminal de encima. Importante es subirle los decibeles
a la denuncia internacional, concertar apoyos aún más comprometidos por parte
de los países vecinos y enfrentar en todos los tableros las pretensiones de la
asamblea fraudulenta. Finalmente, debe conminarse a la Fuerza Armada y a los
poderes constituidos de que se abstengan de ser brazos ejecutores de decisiones
ilegales que acarrean penalizaciones que, tarde o temprano, serán cobradas. Los
crímenes de lesa humanidad no prescriben.
__._,_.___
Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
Etiquetas:
Humberto Garcìa Larralde - Caída libre,
Venezuela 2017
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario