En la primera parte de este análisis destaqué los rasgos más importantes que caracterizan al Totalitarismo en el siglo XXI, es decir: 1º) Crisis profunda del Estado; 2º) Surgimiento de un líder carismático con fuerte carácter hierocrático y 3º) Marcada polarización socio-política en la sociedad. Según algunos analistas la manifestación simultánea de estas tres características en un mismo escenario, son las condiciones mínimas para que emerjan momentos totalitarios. El propósito de esta segunda parte es poner de relieve otros aspectos, no menos importantes a los antes indicados, ya que describen rasgos cualitativos del actual cuadro socio-político venezolano, esto es:
A.) Por definición, un régimen Totalitario asume como tarea central cambiar la estructura del Estado y sus componentes principales: el territorio, la organización social, el sistema de gobierno y el ejercicio independiente de los poderes constituidos, en abierta contradicción con los principios democráticos y constitucionales establecidos. Visto de esta manera, el Estado se convierte en un fin en sí mismo, toda vez que la “doctrina” que lo orienta establece que“…todo para el Estado, todo en el Estado, nada fuera del Estado, y nada contra el Estado…”. De acuerdo con esta visión-misión del Estado Totalitario, la diversidad del todo deja de ser ya que se convierte en uno, es decir agrupa aspectos tan diferentes como el social, el político, el jurídico, el económico y el legislativo como si se tratara de una sola entidad. Cuando esto ocurre, la democracia se degrada rápidamente y desaparece, pasando a imperar el Totalitarismo.
En la Venezuela actual es evidente el deterioro socio-político ya que, en tan sólo diez años, el gobierno chavista la ha ido transformando en una República cuya democracia está en franco declive, porque el estado de Derecho y de Justicia social no apunta hacia los valores superiores propios de una DEMOCRACIA SOCIALISTA, es decir propugnando la responsabilidad social, la ética, la justicia, el pluralismo político, el respeto, defensa y desarrollo de la dignidad de los ciudadanos, el derecho e igualdad de oportunidades para trabajar o ejercer su profesión de acuerdo con sus capacidades o idoneidad laboral, así como la descentralización de funciones y competencias administrativas hacia los gobiernos locales y sus comunidades, con la finalidad de desconcentrar el ejercicio del poder en todas sus instancias.
Por el contrario, el carácter autocrático o totalitario, cada vez más evidente en el gobierno chavista, lo que apuntala es a un sistema de antivalores entre los que destacan el abuso de las prerrogativas o privilegios apropiadas por un selecto grupo de individuos, quienes indebidamente hacen un uso dispendioso de los recursos del Estado, que en realidad son propiedad de todos los habitantes de la nación, lo cual ha generado una grosera concentración del poder socio-político y económico en cúpulas partidistas o en mafias “cívico-militares”, incentivando con estas prácticas el ventajismo, el chantaje, el oportunismo, el tráfico de influencia, la corrupción, en fin la degradación de la democracia. En la Venezuela de los gobiernos de la cuarta república esta degradación comenzaba a ser evidente, aún cuando había controles gubernamentales, pero en la Venezuela regida por el “SOCIALISMO DEL SIGLO XXI” lo que impera desde el Estado es el más vulgar e impune de los asaltos, y en despoblado, del erario público nacional.
B.) El Totalitarismo destruye la individualidad de la persona. El ciudadano tiene importancia en la medida que forma parte de la sociedad, y no por su individualidad. El ser deja de pensar para que piensen por él a través de una “ideología”, normalmente definida y establecida desde una cúpula de tipo militar o cívico-militar, que lo manipula y orienta, ya que con anterioridad, la persona ha sido educada para ello. En fin, todo aquel ciudadano que exprese su libre pensamiento, peor aún si no concuerda o se desvía del pensamiento único implantado piramidalmente por dicha cúpula, puede ser perseguido y hasta aniquilado.
C.) El Sistema Totalitario levanta una sólida estructura de poder con base en el poder político. Así, la política estará identificada con un líder y sus ideas, convirtiéndose en el único poder. Un rasgo típico del Totalitarismo es la carencia de una doctrina, ya que ésta se va configurando a medida que el poder político se individualiza, creándose el llamado “culto a la personalidad” del máximo líder. El Estado se funde con el líder, engendrando la dupla Líder-Estado, sin que sus seguidores (“Hombres-Masa”), a los que se les niega pensar, puedan diferenciar el uno del otro. De esta forma, El líder-Estado se convierte en el instrumento para lograr la beneficencia colectiva, haciendo que la colectividad se rinda y entrega a su culto o admiración.
D.) Todas las personas son sujetos de recibir una particular educación fundamentada en las bondades del régimen, es decir basada en una “doctrina” creada y fundamentada en el culto-admiración hacia ese Líder-Estado, lo cual llega a convertirlo en un libertador. En consecuencia, El Líder-Estado junto con su “doctrina” acaparan todas las facetas sociales, políticas, económicas y culturales. Lo que se salga de esta “ideología” es mal visto y puede ser reprimido, al mismo estilo que la Santa Inquisición.
Y usted, amigo lector, qué piensa. Será que el gobierno de Chávez nos encamina por el sendero de una Democracia Socialista o, por el contrario, nos obliga a desandar por un holocausto Nacional-Socialista. En el supuesto negado que fuera el primer escenario, lo invito a que reflexione, se convenza y contribuya a que sea de esa manera. Pero si se convence de lo contrario, que es lo más probable, también lo invito a que reflexione y comience a actuar de forma efectiva, eficaz y oportuna como se lo dicte su conciencia. Para luego será muy tarde. Apóyese en la RED del 333, que es un colectivo de ciudadanos que ha decido activar el Artículo 333 de nuestra Carta Magna. jaimes@ula.ve
Dr. Edgar Jaimes. Prof. Titular Jubilado del NURR-ULA, Trujillo
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