lunes, 16 de enero de 2012

JOSÉ MACHILLANDA - PRIMARIAS Y MINISTRO DE LA DEFENSA



I. Introducción

La designación del nuevo ministro de la Defensa no es un hecho ingenuo, simple o rutinario en el régimen autoritario militarista pues contiene implicaciones de mucha relevancia pero además conecta con otras acciones que esta vez tienen cuatro lecturas diferentes ex profesas y coincidentes vinculadas y conectadas con todos los cambios y designaciones realizados por el Presidente durante los últimos 21 días. Estas 4 lecturas son: el pánico electoral que siente Chávez, su gran inseguridad en el campo político-militar, el ejercicio arbitrario de la relación dominio-sumisión sobre una importante parte de la cúpula militar claudicante y el grave temor por su ausencia temporal indefinida del escenario político venezolano. Entiéndase en consecuencia, que la designación del ministro de la Defensa abrocha, interconecta y facilita la ejecutoria de todo un entramado político en el cual el ala militar del régimen y/o el empleo del componente militar venezolano como fuerza instrumental de poder se privilegia y hace protagónica, durante el proceso pudiendo en el inmediato futuro emplearla como fuerza de tutelaje de la sociedad venezolana.

La designación del ministro de la Defensa va en el mismo sentido, motivo y dirección que la del señor teniente presidente de la Asamblea en cuanto a que ubica en el escenario político real a actores participantes del golpe del 4F y del 27N en críticos puestos de toma de decisión para que le garanticen en esas instituciones o cuerpos que cumplen funciones cruciales en este año electoral el control sobre estas críticas estructuras que tienen espacio y relevancia en cuanto haya de suceder en el proceso electoral presidencial. El presidente reconoce que electoralmente pudiera ser derrotado como lo fue el 2D del 2007 y el 26S del 2010 y la lealtad, sumisión y compromiso son fundamentales para que en el extremo político se imponga por la vía arbitraria el tutelaje militar en Venezuela para continuar con la revolución chavista.

El recién nombrado ministro de la Defensa es reconocido, conocido y mal recordado por la sociedad venezolana y a lo interno de la organización militar como un adheriente político y súbdito del caudillo Chávez. A este general claudicante no se le reconoce como jefe militar por cuanto nunca ha demostrado réditos como estratega y mucho menos conocimientos polemológicos, lo que hace que carezca de autoritas para comandar una organización militar, que además, está desestructurada, apartada de la función de defensa, arruinada y sin apresto operacional, limitándose a cumplir tareas asistenciales sobre el cuerpo social venezolano. El recién nombrado ministro de la Defensa lo conoce la opinión pública nacional y latinoamericana por haber violado la Constitución vigente en lo atinente a su responsabilidad como militar y se le recuerda por la defensa pública de ese delito de parte del Presidente y su posterior ascenso a general en jefe.

El recién nombrado ministro de la Defensa es prueba fehaciente del ejercicio y ejecutoria de la relación dominio-sumisión que ha desarrollado el caudillo Chávez sobre el sector militar de la sociedad. En tal sentido su investidura como ministro lo ubica como miembro de la cúpula militar claudicante, sujeto del momento político militar revolucionario, desprofesionalizado y cercano al soft power cubano que termina por creerse comandante de una fuerza instrumental del poder del Estado nación. Pero él como ministro de la Defensa sólo es un miembro más del gobierno chavista, de un autócrata militar que puede hacer que miembros de la cúpula se conviertan en tiranos de la sociedad venezolana.

La cuarta lectura se refiere al grave temor a la ausencia temporal indefinida del presidente Chávez, que sólo el Presidente en su interior reconoce como consecuencia de la grave enfermedad que le aqueja, de la cual él es el único que sabe e informa y nadie más sabe exactamente qué padece. Pero él sí sabe, está en conocimiento que tal padecimiento lo puede inhabilitar como quedó demostrado ante su imposibilidad de viajar a la toma de posesión de la presidenta de Argentina, hecho que pudiera repetirse de manera más grave y prolongada por lo que el Presidente tendría que dejar de ser el candidato del PSUV o simplemente sería un candidato muy disminuido.

Todas estas 4 razones muestran su interconexión, permiten inferir la dirección y el motivo que las hace coincidentes y facilitan que se interprete el pánico presidencial frente al hecho electoral para el cual está requerido, urgido y necesitado de un ministro de la Defensa que le articule de manera incondicional como el mejor actor, el posible uso y empleo del componente armado como fuerza. Fuerza que pudiera garantizar la continuidad en el poder al chavismo después del 7 de octubre de 2012, valiéndose de un componente armado que como fuerza de contención, en apoyo al ala militar del chavismo que ya cumple 20 años en el poder se perpetuaría mediante la estrategia del golpe de Estado en el poder.

II. Pánico electoral de Chávez

El pánico electoral ha terminado por invadir el cuerpo y la mente del autócrata Chávez a quien se le hace imposible desconocer, olvidar u omitir su derrota del 2D del 2007 y su fracaso político del 26S del 2010, ambas derrotas muestran una tendencia sostenida, lenta en su crecimiento pero incremental por un franco y expreso rechazo de las fuerzas de consenso de la sociedad democrática venezolana al comunismo. Así, ha quedado claro que su infauta y fatídica revolución se hunde cada vez más ante la desconfianza e indignación del venezolano. Su pánico electoral hoy, enero 2012, es mayor porque reconoce la “presencia de los diablos de la violencia” a lo interior de su organización que se han mostrado al conocerse su enfermedad, la imposibilidad del construir el polo patriótico, las notorias fracturas entre los radicales, militaristas y oportunista en el PSUV y por último las graves deserciones que sufre el chavismo diferentes al hecho electoral del 2006.

Su pánico electoral además se agrava por cuanto pareciese ni podrá poner en práctica la reorganización territorial del Estado, tampoco ha terminado de definir qué es su socialismo y es tal su soberbia e ignorancia que ni siquiera comprende a los postmarxistas y nada en una permanente confusión que sí es, reconocida como un “nuevo militarismo oprobioso”. Militarismo oprobioso que ha deshonrado la condición del militar venezolano al extremo que sirve como garante de su revolución pero tirano de la sociedad venezolana.

El militarismo oprobioso creado por Chávez le es útil para su gestión de gobierno pero muy poco útil para nada más. Así no le es útil para el hecho electoral, en consecuencia el pánico electoral de Chávez lo hace sentir solo, disminuido, sin control y cálculo sobre sus gobernadores y alcaldes y en contra ve crecer una base electoral juvenil que en su gran mayoría le rechaza. Lo electoral le produce susto, pavor porque ya no puede retar a la oposición y está consciente que las elecciones le serán muy desfavorables y sabe que no es auditable pero que además de perder el poder político será sujeto y objeto de la justicia venezolana.

El pánico, el pánico electoral le recuerda que es un conspirador de oficio como a sí mismo se declaró en un programa televisivo y que entonces ineluctablemente está frente a un adverso panorama electoral en donde el pánico podría conducirlo hacia la insensatez de emplear el militarismo oprobioso por él creado para exigirle, ya que no existe la milicia, a este militarismo oprobioso que actúe como fuerza para que le garantizase su revolución.

El pánico lo hace sentir perdido, perdido políticamente y ve cada vez más cerca el peligroso hecho electoral, comienza a desconfiar de las masas, supone eventos inesperados e imposibles y cada vez más pierde la poca confianza en quienes cercanos a él le acompañan. El presidente vive una real situación de angustia política, enfrenta una desorganización, retraso y acontecimientos inesperados que ya le dibujan una gran derrota para la cual necesitaría de un gran coraje que él ha demostrado no poseer. Este pánico electoral podría provocarle que indujera a sus compañeros del ala militar del 4F y el 27N a que volvieran a usar las bocas de fuego contra los ciudadanos, contra los venezolanos, pero esta vez se conseguirá con una ciudadanía con sentido político y decisión de la mayoría por defender el hecho electoral e impedir y contener la acción del militarismo oprobioso creado bajo la cooptación y la corrupción por él como autócrata anacrónico, primitivo e ignorante. Ese autócrata siente una profunda desconfianza por una parte importante del elemento militar venezolano.

III. Desconfianza de Chávez del elemento militar venezolano

Chávez presidente, político, manipulador y para este momento distante por la organización política que le ha acompañado termina por ser visto como un conspirador de oficio y ello produce un gran desconfianza. Desconfianza porque ha demostrado que jamás fue un militar profesional sino un subversivo, un aventurero, creador de logias militares distante de la ética y moral militar que lo acompañaron a asaltar el poder político para luego intentar hacer válida la absurda teoría cíclica de 40 años de gobierno civil y 40 años de gobierno militar.

Por esa desconfianza sus tres anillos de seguridad no son venezolanos, no cuenta con jefes militares leales sino adherientes y sumisos, es decir oportunistas, cercanos a las circunstancias que le sean favorables, pero volátiles y cambiables. Su desconfianza hacia al militar nace en él, está en él y se proyecta en sus ejecutorias.

Su desconfianza sobre el elemento militar lo obliga a cooptar y a “pupilear generales” a vivir ofreciéndoles para luego exigirles sumisión, ya que requiere generales y almirantes sumisos que le teman y no que respeten su investidura que nace del poder comitente del ciudadano y le proporciona legitimidad. La legitimidad que como político outsider no la comprende pero sí la relaciona con la fuerza bruta, con el comisariato político, con la delación y el caporal, agentes fundamentales de la corrupción. La desconfianza hacia el elemento militar que lo disloca, la pretende equilibrar con las perversiones políticas, con el ejercicio de una relación enfermiza, de contigüidad y casi mafiosa con los “militares amigos”.

La desconfianza de Chávez frente al elemento militar en este proceso electoral se le convierte en una sensación exponencial de inseguridad y angustia por cuanto no tiene control y mucho menos control absoluto, entonces se siente perdido por completo y necesita de agentes que abrochen y acerquen para su conocimiento y acción cualquier situación imprevista. Demanda que sus agentes accionen de acuerdo a sus inocultables aspiraciones de no entregar el poder político ni siquiera ante la decisión de la gran mayoría que significa en extremo la posición reflexiva de una sociedad dispuesta a ejercer sus derechos hasta por la vía de la “resistencia civil”. Quizás… su angustia y temor no le ha permitido pasearse por la Venezuela democrática que ha venido creciendo y dentro de esa Venezuela que crece un sector del componente militar serio, profesional y honrado que sólo está dispuesto a que se respeten los resultados electorales y que posterior a ese hecho haya paz, alegría civilizada, y una decisión firme por exigirle a quien perdió que entregue el poder político.

La desconfianza de Chávez le obliga a medir pero sobre todo aceptar que tanto a lo interno de la organización que ha pretendido desestructurar e involucionar ha crecido y se ha construido una “reacción silente de rechazo” que está dispuesta a hacer valer sus derechos como ciudadanos soldados y que no permitirá, actuando como grupo de presión, que se imponga la violación del resultado electoral por un poder político primitivo y abusador que cree puede seguir pisoteando la dignidad de hombres y mujeres que como militares están dispuestos a defender como profesionales al Estado venezolano. En este Estado venezolano sus ciudadanos están plenamente enterados de la delicada situación de salud del presidente Chávez.

IV. La ausencia temporal indefinida de Chávez

Chávez sabe que está enfermo y quizás junto con un pequeño grupo conozca la magnitud y gravedad de su quebranto de salud, esta realidad, lo obliga a estar cerca de gente incondicional que le asegure y garantice por encima de cualquier consideración o eventualidad control sobre los hechos político y adherencia al chavismo, Chávez y su chavismo están requeridos entonces de la actuación del militarismo oprobioso creado y potenciado por Chávez para que actúe si fuese necesario como tiranos de la sociedad venezolana. La ausencia temporal indefinida puede surgir en cualquier momento y la misma lo imposibilita, le impide las condiciones mínimas para dirigir el Estado nación, lo que significa que se requiere un reemplazo para el presidente y en cualquier país ligeramente desarrollado ya esto debería haber ocurrido. Pero sólo el presidente Chávez no lo cree así, él se siente ungido por el mito de Bolívar, preseñalado para gobernar la República aunque sea con el peor desgobierno por lo tanto, no tiene sustituto, no acepta reemplazo, sólo quiere confiar en sus camaradas revolucionarios, quizás en esos 360 oficiales y suboficiales, tenientes, capitanes, mayores o sargentos que convivieron en él en el cuartel San Carlos y que ahora mantiene como burócratas y gobernantes del chavismo.

La ausencia temporal indefinida es decir la situación de salud que lo obliga a un periodo de reposo largo y separado de la función de gobierno existe pero no la admite y por ello requiere que su gente contigua, cercana sea adheriente, sumisa, súbdita como el recién nombrado ministro de la Defensa. Ese ministro asume el Presidente podrá tener control de la maquinaria militar que al final la usaría en el quehacer político, empleando al militar como un grupo de “categoría funcional” en el cual servirán como operadores del chavismo y pudieran alargar el gobierno de Chávez fundamentándose en la tesis cíclica de la historia venezolana.

La ausencia temporal indefinida de Chávez lo ha colocado a que ante tan grave temor haya designado a un ministro de la Defensa que le garantice el elemento armado en el rol de cuerpo funcional para subsanar la posible crisis de su ausencia temporal indefinida.

La ausencia temporal indefinida y sus consecuencias en este outsider y primitivo político cuanto produce políticamente no es más que una oprobiosa y grotesca afirmación de la regresión democrática en Venezuela. Regresión que ha creado una grave crisis de representatividad democrática que si generase una crisis postelectoral podría conducir a un conflicto social contencioso. El presidente Chávez ante la ausencia temporal indefinida actúa de nuevo con gran insensatez, no le importa el Estado, ni la sociedad, ni el sistema político, lo único que le motiva en su ejecutoria como político primitivo es el ejercicio del poder político sin comprender la posibilidad lógica de su reemplazo.

La ausencia temporal indefinida, es decir la posibilidad de una recaída de la enfermedad del presidente y su ausencia de la escena política lo muestra como un irresponsable ante la historia y ha permitido que se reconozca la insurgencia de ese nuevo “militarismo oprobioso” que le es contiguo en su afán de irrespetar la decisión de la gran mayoría que se vislumbra a 8 meses, el 7 de octubre del 2012, para lo cual ha designado como Ministro de la Defensa a un general adheriente y sumiso al chavismo.



Dr. José Machillanda Pinto
16 de enero, 2012

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