miércoles, 12 de noviembre de 2014

LOS LLANTOS DEL MURO




LOS LLANTOS DEL MURO
Octavio Acosta

¿Cuántas veces habré llorado en mi vida? En realidad no lo sé, pero estoy seguro no han sido tantas como en realidad debí. Aparte de aquellos llantos infantiles por los correazos que me echaba mi mamá, no recuerdo que sean tantas las ocasiones en que me permití sacarme ese "veneno" que generalmente nos ahoga en nuestro interior.

Pero recuerdo dos veces muy especiales, y ambas fueron por casi el mismo motivo: el muro de Berlín. La primera se debió a un concierto que los jóvenes del oeste brindaron a los del este. Levantaron una tarima muy grande, y sobre todo alta, frente a la Puerta de Branderburgo, muy cerca del muro, e instalaron equipos de sonido muy potentes. De esta manera, los jóvenes del este pudieron ver y escuchar el concierto. ¿Qué cantaron? ¿Qué dijeron? Eso no tenía la menor importancia. Lo importante fue que se estableció una comunicación y se expresó un anhelo de unión entre dos pueblos separados por la arbitrariedad y prepotencia de intereses políticos que nada tienen que ver con la "humanidad".

Pues en esa ocasión, cuando vi las fotos y videos transmitidos por los noticieros, de unos jóvenes de un lado de un muro aplaudiendo a los del otro lado (...del muro), me dieron ganas de llorar,... y no me aguanté.

La segunda vez fue cuando cayó, por fin, el dichoso muro. Todo aquel movimiento que no necesito describir porque todos lo vimos, me destapó de nuevo la válvula esa que uno cierra tan fuerte. No podía creer aquello que estaba sucediendo, que tanto lo deseaba y que me parecía imposible. De eso hoy se están cumpliendo 25 años.

Son muchas las reflexiones que el bendito muro me ha producido. Una de ellas la realizo con sorpresa, porque no logro explicarme cómo fue que un día lo apoyé. Es un misterio y no lo es. En realidad, cuando uno está muy joven cree muchas cosas de buena fe. Yo militaba en un partido político que me ofrecía el paraíso. Para mí, para mi familia, y sobre todo para la sociedad (la de este país y la del mundo entero). El muro, sin embargo, no encajaba completamente en mis sentimientos, pero traté de comprenderlo.


En esa época de estudiante, compraba una revista para la formación ideológica y política (socialista, por supuesto) que se llamaba "PROBLEMAS de la paz y el socialismo"(1962). Todavía guardo algunos de los números publicados. En uno de esos números se explicaba detalladamente el porqué del muro, su justificación, la necesidad de parar de algún modo la penetración y agresión imperialista, y todas esas cosas.
Yo, entonces, "entendí" que el muro era necesario (un mal necesario) y disciplinadamente lo apoyé.

Años después cambié y las consecuencia personales son las que he contado arriba. En realidad uno no cambia, lo que cambia es la manera como percibimos la realidad en las distintas épocas de la vida. Los sentimientos y anhelos están ahí, son los mismos de siempre, pero el mundo no es el mundo que uno se imaginaba. Y si uno no tiene las neuronas bien alimentadas es víctima fácil de los vendedores de ideologías que a punta de propaganda y bayoneta quieren imponer la "felicidad" a una sociedad.

Lo increíble es que a estas alturas, con todas las experiencias de la historia a nuestro haber, todavía se estén construyendo muros. Unos con cabilla y cemento, otros con Decretos, Leyes Orgánicas, usurpación de poderes, manejo arbitrario de recursos. Pero todos apoyados con la fuerza (las revoluciones pueden ser "pacíficas", pero "armadas").

Sin embargo, quedan aprendizajes, y un aprendizaje derivado de esta experiencia es que los muros, de cualquier naturaleza, pueden caer. Así que estos 25 años que hoy se conmemoran tienen que servir como un mensaje de esperanza para los que vivimos en este país y afincarnos en la convicción de que es posible derribar el muro de la estupidez que hoy nos separa.

Octavio Acosta

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