jueves, 5 de enero de 2017

LA ONU NO ES NUESTRA AMIGA




LA ONU NO ES NUESTRA AMIGA
Luis Marín

La ofensiva árabe en las Naciones Unidas se basa en el supuesto errado de que el Estado de Israel fue creado en virtud de la Resolución 181 de la Asamblea General del 29 de noviembre de 1947, por lo que debe ser la misma ONU, por contrario imperio, la encargada de destruirlo.

La verdad es que nació casi medio año después, el 14 de mayo de 1948, mediante la declaración unilateral de voluntad de las organizaciones judías representativas del pueblo de Israel que declararon la Independencia y firmaron un Acta Fundacional,  como Estados Unidos el 4 de julio de 1776 o Venezuela el 5 de julio de 1811, bastante antes de que existiera la ONU.

En palabras de David Ben Gurión: “El establecimiento del Estado judío no depende de la resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre, por más que tal resolución tenga un gran valor moral y político. Depende de nuestra capacidad para salir victoriosos. Si tenemos las ganas y el tiempo de movilizar todos nuestros recursos, nuestro Estado será establecido”.

Por supuesto, después de declaraciones de aquel tenor, lo que puede esperarse es una guerra de independencia; pero lo original en Israel es que ésta no se produjo contra el imperio británico, que ostentaba el mandato sobre Palestina, sino contra sus vecinos, Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak, que habían declarado al unísono con el mundo árabe que nunca permitirían el establecimiento de un Estado Judío en lo que entonces consideraban y todavía consideran “tierras árabes” y esto es casus belli.

Otro hecho indiscutible es que perdieron esa guerra, como el imperio británico, España, etcétera, y siempre, en todos los casos que en el mundo han sido, cuando las potencias se someten al veredicto de la guerra como juez supremo el resultado se acepta civilizadamente y el Estado es admitido en el concierto de naciones, como bien nacido.

El verdadero problema es que el mundo árabe no se resigna a la existencia de Israel, se niega a reconocerlo como Estado Judío y esta actitud intransigente ha encontrado cierta resonancia en el proverbial antisemitismo occidental, de manera que Israel se encuentra aparentemente solo, como único Estado Judío, rodeado de enemigos por todas partes y sin ningún doliente.

La Liga Árabe con sede en Egipto agrupa 21 países incluyendo Palestina que aparece en el mapa oficial de la organización ocupando todo el territorio de Israel con capital en Jerusalem. La Organización de la Conferencia Islámica reúne 57 estados musulmanes con sede en Arabia Saudita. La organización de países no alineados, una entelequia de la guerra fría, cuenta con 120 miembros más 15 observadores, lo que asegura la mayoría en el seno de la ONU, sea lo que sea que se vote.

Este podría ser un buen ejemplo de la tiranía de la mayoría, si hiciera falta alguno, que  ha inquietado tanto a los liberales y que es el baldón de la democracia: es un hecho cierto, incontrovertible y siempre comprobado que una mayoría circunstancial es capaz de mayores abusos que ningún tirano individual, por pervertido que fuera.

Lo más desconcertante de la nueva diplomacia árabe es que implica un giro copernicano de su conducta tradicional frente a la ONU, que consideraba poco menos que un instrumento de la conspiración judía mundial, sobre todo por la relevante influencia de los pensadores judíos en la edificación de la legalidad internacional.

Ahora la sorprendente alianza del extremismo islámico con la resaca comunista ha descubierto la eficacia de apoderarse de la maquinita de hacer leyes para generar una legislación a la medida de sus prejuicios aun a contrapelo de todo principio de legalidad y de negarle potestad para decidir sobre Estados soberanos saltó a convertirla en un legislador universal, supra histórico, que puede configurar no sólo el futuro sino también el pasado de las naciones.

Así, la Resolución 2334 del 23 de diciembre de 2016 ya tiene un lugar destacado en la Historia Universal de la Infamia, no sólo por su carácter antijurídico, retroactivo, sino por unilateral, maliciosa, falaz y casi tan hipócrita como sus proponentes.

Al lado de las Leyes de Núremberg de 1935.

¿QUÉ ASEGURA EL CONSEJO DE SEGURIDAD?

Se dicen guiados por los propósitos y principios de la carta de las naciones unidas que, por cierto, prohibe la discriminación racial o religiosa, “reafirmando, entre otras cosas, la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por la fuerza”, y esto lo firma la Rusia de Putin, que acaba de anexarse la península de Crimea y mantiene una guerra en el este de Ucrania para arrebatarle las provincias de Donetsk y Lugansk, como antes hizo en Georgia con las provincias de Osetia del Sur y Abjasia, así arrasó Chechenia e inventó un país que llama Transnistria, al este de Moldavia, el verdadero paraíso del gángster, hoy devasta Siria en alianza con Irán, a la vista del mundo y sin que nadie haga nada, no digamos el Consejo de Seguridad, que está ocupado condenando a Israel.

¿Cómo pueden explicar bajo esta doctrina del Consejo de Seguridad que Königsberg, la ciudad de Emmanuel Kant, sea una ciudad rusa, bajo el imperio de Vladimir  Putin?

China comunista ocupa al Tíbet ilegalmente, se tragó a Hong Kong sin masticar y amenaza con la guerra en el Pacífico para anexarse a Taiwán, además de estar ya en guerra contra la independencia de Sinkiang cuya extensión es más de 80 veces el territorio de Israel. Las atrocidades de los chinos contra los uigures son intolerables y no obstante ser estos en su mayoría musulmanes no reciben la menor atención de la hermandad musulmana que sólo se ocupa en destruir a Israel.

Uno no sabe si reír o llorar al escuchar a Gran Bretaña, inventor de la teoría y de la práctica del imperialismo, llamar a Israel “potencia ocupante” y a los judíos “colonos” en Judea, Samaria y Jerusalem, repudiar “la adquisición de territorios por la fuerza” y afirmar que el asentamiento en territorios en disputa “no tiene validez legal y constituye una flagrante violación del Derecho Internacional”.

Nunca sabremos cómo explican los ilustres académicos de las universidades británicas, que suscriben el boicot contra Israel, los asentamientos británicos en las islas Malvinas, por poner sólo un ejemplo de territorio obviamente en disputa, por no hablar de la guayana esequiba, tan caro a Venezuela, Belice para Guatemala y, en fin, todo el resto de la Commonwealth.

Francia, tan responsable del caos en Siria, Irak, Líbano y todo el Levante bajo su estatuto colonial, debe estar tan complacida por las resultas del Pacto Sykes-Picot como para proponer otra línea de partición en una pretendida conferencia de paz para el medio oriente cuya convocatoria introdujeron en la resolución 2334 para el 2017 en Paris, pero condenándola de antemano al fracaso con esa misma resolución.

Y Estados Unidos, cuya Constitución prohíbe textualmente “leyes ex post facto” ¿cómo pueden dejar pasar la resolución y luego disculparse diciendo que no tienen nada que ver con ella porque no la redactaron ni la propusieron? La dejan pasar y luego tratan de evadir sus consecuencias, es decir, no son responsables de sus actos. Si la resolución les parece tan buena ¿por qué no la asumen abiertamente? ¿Qué opinarían si la resolución dijera que el asentamiento de negros en determinado territorio es una flagrante violación del Derecho Internacional?

Estos señores se burlan del mundo: Se sabe que las grandes potencias hacen lo que les da la gana con los pueblos indefensos y para eso crearon ese club de imperialistas que es el Consejo de Seguridad de la ONU, para no pisarse la manguera entre ellos; pero lo que ni siquiera las grandes potencias pueden hacer es convertir sus atropellos en legislación, porque insultan la razón y sublevan la conciencia de la gente honesta, que todavía queda alguna, incluso en esas grandes potencias.

Cómo pueden decir que el asentamiento de judíos en Jerusalem, Judea y Samaria es una “flagrante violación del Derecho Internacional” sin poder exhibir ninguna ley que diga algo semejante, pero que además sería una ley que no querríamos ver nunca, por discriminatoria y absurda, o sea, que si alguien es druso, copto o armenio, puede comprar un terreno y hacerse una casa, ¡pero si es judío no! ¿Qué clase de ley es esa? ¿Por qué el asentamiento de judíos atenta contra la solución biestatal y el asentamiento de árabes no? Si el Estado árabe no admite ni un solo judío, entonces, el Estado judío no debería admitir  ni un árabe. ¿Y qué de los millones de árabes que viven en el resto de Israel? ¿Esos no atentan contra la solución biestatal?

Ni siquiera una alianza de todas las superpotencias puede hacer que si la condición para la existencia de un hipotético estado árabe palestino es que esté prohibido que los judíos vivan allí, ese no sea un estadojudenrein como lo hubiera soñado Hitler y su aliado, el muftí de Jerusalem, ni cómo justificar a la luz del Derecho y la moral Internacional un Estado con esa característica; otro oxímoron es que siga siendo además “democrático” como no lo es ningún estado árabe o musulmán realmente existente.

Quizás sea imposible desentrañar el oscuro tejemaneje que hizo que esa gran democracia que es Egipto, redactor original del proyecto, lo retirara a última hora para pasarlo a manos de Malasia y Venezuela, como quienes no tienen nada que perder.

Sería demasiado arduo dedicarse también a revisar las credenciales democráticas de los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad, por lo que podemos prescindir de la monarquía malaya sin mayor riesgo.

Pero, ¿cómo ignorar a Venezuela, ese modelo de democracia, libertad y respeto a los derechos humanos?

LA GAVIOTA HUMANOCRÁTICA

La presentación de la resolución 2334 cayó en manos de Rafael Ramírez, quien sólo se distingue en el Consejo de Seguridad por su estridencia antisemita, para complacencia de los jeques árabes, sus socios iraníes y alarma del representante británico que le reprocha su lenguaje soez como de “poco tacto y francamente ofensivo” aunque, en el fondo, comparta el contenido, si fuera expresado con elegancia.

RR es hoy investigado por la comisión de contraloría de la Asamblea Nacional como responsable de la más vasta red de corrupción de todo el hemisferio occidental que gira en torno a PDVSA y hace palidecer a la de PETROBRAS, cuya sola mención hizo caer al gobierno de Dilma Rousseff.

Durante casi toda la dictadura de Chávez estuvo al frente del Ministerio de Energía y Petróleo y la presidencia de PDVSA simultáneamente, lo que lo hace responsable personal y directo desde la estafa eléctrica que mantiene al país en tinieblas, con apagones programados y racionamiento eléctrico, hasta la podredumbre de PDVAL.

Quien le sirvió de puente para entrar al gobierno fue Willmer Ruperti, mismo que paga los gastos de los narco-sobrinos, pero su jefe político es Alí Rodríguez Araque, el comandante Fausto, embajador de Venezuela en La Habana, quien inició la destrucción de PDVSA e influye en la política que los comunistas cubanos imponen en Venezuela a través del jefe de ambos, Ramiro Valdés.

RR formaba parte de la troika que sucedió a Chávez, junto a Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, pero sus aspiraciones presidenciales hicieron que los cubanos lo echaran al exilio dorado en la ONU, donde aguardan que se le venza el fuero diplomático para convertirlo en testigo protegido del Departamento del Tesoro y la Fiscalía de Nueva York.

Otra troika quizás más importante de la que forma parte es la de “los primos” con Diego Salazar e Ilich Ramírez, alias Carlos, El Chacal, que no necesitan presentación ni reseña de sus respectivos prontuarios.

El punto realmente inquietante es, ¿cómo es posible que Francia que supuestamente tiene al Chacal pagando prisión perpetua en cárceles de máxima seguridad, se encuentre alineada con una resolución que podría haber sido presentada por él mismo, como de algún modo ocurrió, tanto por su forma truculenta como su contenido escatológico?

En verdad no es un preso sino un testigo protegido de una época en que preocupaban más las redes clandestinas tejidas por los soviéticos que el terrorismo yihadista, al que Carlos se convirtió, abrasando al Islam a cambio de entregar a sus antiguos camaradas, lo que prefigura el futuro de su primo.

 Y EEUU, cuyo Departamento de Justicia llena containers de expedientes persiguiendo el dinero sucio de PDVSA, que multa al Ocean Bank de Miami, tras casos de corrupción, fondos de seguros fraudulentos, lavado de activos, plantas eléctricas, gas, ¡por favor!

Pero la resolución 2334 concluye que todo esto se hace para lograr “una paz general, justa y duradera”, otra flagrante mentira porque no hay nada en el mundo que confirme esa declaración gratuita, salvo que evoca el barniz retórico con que se adornan, por ejemplo, los “Acuerdos de Paz” que Obama y Castro se esfuerzan por imponerle irresponsablemente a Colombia en contra del voto mayoritario del pueblo.

John Kerry comienza su discurso de despedida del medio oriente con un “happy hanukkah”, no se sabe si por cinismo, ignorancia, error o es Dios que enreda la lengua de los necios; porque lo que se celebra en Januca es la recuperación de Jerusalem y el Templo de quienes lo profanaban ocho siglos antes de Mahoma. Así como Pesaj, la Pascua Judía, celebra la salida de Egipto: los judíos nunca han pretendido destruir a Egipto para poner su capital en El Cairo.

Allá como aquí los que hablan de “paz” son quienes amenazan con romperla si sus pretensiones no son satisfechas; pero ¿quién va a marchar a la conquista de Jerusalem? ¿Putin, una vez que haya acabado con Siria? ¿Irán, una vez conseguida allí otra base de operaciones para hostilizar a Israel como lo hace desde el Líbano y la Franja de Gaza?

Lo más bizarro es que todos los escenarios son contrarios a los intereses de los árabes que viven bajo soberanía israelí que son los primeros perjudicados con estas medidas, como con las del BDS, que si tuvieran un mínimo de sentido común verían que están infinitamente mejor que sus paisanos en cualquier país árabe musulmán y que no tienen ningún futuro si los planes del califato, los jeques o los ayatolas llegaran a realizarse.

La única alternativa que les queda es contar con el amparo de un sólido Estado judío gozando en su interior de una autonomía relativa.

Israel ha aprendido a tomar agua del mar, su moraleja es: El tamaño de la agresión es la medida que debe superar nuestra fortaleza.


Luis Marín
01-01-17

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