viernes, 19 de noviembre de 2010

ELIZABETH ARAUJO - LOS MISERABLES



Cada día que pasa es otro capítulo triste de su interminable pesadilla. Vejada por una cuadrilla de miserables, María Lourdes Afiuni afronta con miedo y, paradójicamente, con valentía el peor desafío de su vida. Más allá de ser la mamá de una adolescente y de haber firmado la boleta de libertad a un ex banquero, nadie sabe más acerca de esta jueza venezolana que involuntariamente se aparece como mensajera que anuncia el fin de la revolución de Hugo Chávez.

Para justificar los abusos a su condición de mujer, a quienes comparten las atrocidades que se le han venido infligiendo, sólo les queda decir sin pruebas ni testimonios que Eligio Cedeño le habría depositado 50 millones de dólares en una cuenta de Miami. Pero hay que verla narrar su tragedia para comprender que la grave situación por la que atraviesa María Lourdes Afiuni no es ya un tema jurídico, ni siquiera político, sino un asunto de insania mental. ¿Por qué tanta crueldad, tanto sadismo, contra alguien que, en caso de haber cometido un delito, no merece tanta humillación? ¿Qué explica el sádico comportamiento de un oficial de la Guardia Nacional y de sus subalternos contra una mujer indefensa? ¿Cómo se entiende que los asesinos de los hermanos Faddoul y su chofer hayan recibido un trato respetuoso, si se le compara con lo que han hecho con esta jueza? No hay dudas de que el país deriva peligrosamente hacia un autoritarismo militar y personalista, encarnado en un hombre que gobierna a través del odio, y cuyas órdenes, por más disparatadas que sean, se cumplen al pie de la letra, al instante, en silencio y sin reparos de tipo legal.

Lo que ha pasado con María Lourdes Afiuni está quedando registrado para la historia reciente de Venezuela. Maltratada física y mentalmente por sus torturadores y responsables de su custodia, esta mujer simboliza la aberración revolucionaria bolivariana, que cada día pierde seguidores y defensores.

Sin juicio y encerrada durante casi un año en una celda, sin acceso al patio para tomar sol ni la posibilidad de asistir a los oficios religiosos para las internas, María Lourdes Afiuni ha deletreado con exactitud el centenar de ilegalidades que se han cometido en su secuestro, bajo el silencio vergonzoso de los magistrados del TSJ, y la manifiesta complicidad de la directora del INOF, de la fiscal general y hasta de la defensora del pueblo.

Los días pasan. Cada quien esquiva a su manera los avatares de un país cuyo futuro está siendo confiscado, asediado por la delincuencia y marcado desde afuera como un escenario donde la inseguridad jurídica impide acercarse para invertir.

En medio de esa luz que corta las sombras silenciosas, es posible que en la soledad de la celda, María Lourdes Afiuni encienda la tele y vea al autor de su tragedia hablar y prometer. Entonces, si ha leído Los Miserables entenderá lo quiso decir Víctor Hugo cuando escribió que "cuanto más pequeño es el corazón, más odio alberga".

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