miércoles, 8 de marzo de 2017
EL CAMINO DE DAMASCO
EL CAMINO DE DAMASCO
Luis Marín
La Cátedra de Negociación Para la Toma
de Decisiones del postgrado de Derecho y Política Internacional de la
Universidad Central de Venezuela a cargo del profesor Rafael Tosta Ríos, ha
puesto el foco de su atención en el conflicto sirio, como una clave para
comprender no sólo la situación internacional en general sino la muy particular
de Venezuela, que nadie entiende.
La historia contemporánea de Siria puede
relatarse a partir de una traición. Si quiere dársele un tono romántico (todas
las historias de traición son irremediablemente románticas) podemos remontarnos
a Thomas Edward Lawrence, el mítico Lawrence de Arabia: Gentleman británico,
arqueólogo, escritor, adicto a la arquitectura medieval, una suerte de Indiana
Jones de la vida real, embutido en glamorosas túnicas de beduino.
La promesa rota es el “Compromiso Mc
Mahon”, basado en la correspondencia de 1915 entre el comisionado de Su
Majestad en El Cairo Sir Henry Mc Mahon y el Jerife de La Meca y Medina Hussein
Ibn Alí, de “reconocer y apoyar la independencia de los árabes en todas las
regiones dentro de los límites exigidos por el Sheriff de La Meca”, que
incluyen “Damasco, Homs, Alepo y Hama”, una vez que fueran expulsados los
turcos, mediante el apoyo de la Rebelión Árabe.
La verdad se reveló en el Pacto
Sykes-Picot de 1916, sensacionalmente publicado en Rusia por los bolcheviques
en noviembre de 1917, por el que se dividía el oriente próximo entre Gran
Bretaña y Francia, quedando Siria del lado francés.
El hijo de Hussein, Faisal, alentado por
Lawrence, entró en Damasco el 1º de octubre de 1918, adelantándose a los
aliados; pero fue incapaz de formar un gobierno creíble. Peor tratado en el
Tratado de Versalles, fundó el efímero Reino Árabe de Siria que sólo duraría
entre mayo y julio de 1920, antes de ser echado de allí por los franceses.
No obstante, fue entronizado por los
británicos como Rey de Irak en 1921, hasta su muerte en 1933. Y su hermano,
Abdalá, Rey de Jordania, donde continúa su dinastía.
El profesor Rafael Tosta Ríos trae a colación
que la contraparte de Lawrence de Arabia, Bey (General) de las tropas
turcas que enfrentaron al ejército británico en el Sinaí, fue otro aventurero
de novela, el venezolano Rafael de Nogales Méndez, quien nos dejó un libro
testimonial, “Cuatro años bajo la media luna”; pero él merece un artículo
aparte.
Los caminos de la historia son
misteriosos, como los designios de Dios.
INDEPENDENCIA A GOLPES
Siria sólo pudo lograr su ansiada
independencia de Francia después de la II Guerra Mundial, el 17 de abril de
1946. Por esos años Michel Aflaq y Salah Bitar fraguaron el Partido Árabe
Socialista BAAZ, fundado en 1947.
El programa ideológico de este partido
configura la política siria y quizás la de todo el Medioriente hasta nuestros
días. Sus principios son: El panarabismo, la unión de toda la nación árabe. La
personalidad árabe, supremacía de la etnia árabe. La misión árabe, su retorno a
la Historia Universal, enfrentada al colonialismo europeo. A lo que se agrega
el nacionalsocialismo y, last but not least, el antisemitismo.
La configuración del nacionalismo sirio
y la doctrina de sus fuerzas armadas han sido influenciadas por las sucesivas
derrotas ante Israel, porque una cosa es el antisemitismo doctrinario, tomado
del nacionalsocialismo alemán y otra muy distinta es enfrentarse en el campo de
batalla contra los judíos y perder aparatosamente.
Al principio fue la Guerra de
Independencia de Israel iniciada el mismo día de su Declaración, el 14 de mayo
de 1948. El primer golpe de estado ocurrió en marzo de 1949, luego, las
conversaciones comenzaron en abril y el armisticio se firmó el 20 de julio. La
pequeña colonia judía, de apenas treinta mil personas, fue expulsada de Siria.
Siguió un período de golpes y contra
golpes hasta que la situación se estabiliza en 1953. Para entonces el Partido
Social Nacionalista Sirio era el más influyente. Ocurre un intermedio con la
creación de la República Árabe Unida, el 1º de febrero de 1958. Gamal Abdel
Nasser es electo presidente en un referéndum con el 100% de los votos.
No obstante, en 1961 se produce otro
golpe de estado esta vez contra la RAU, Siria se separa el 28 de septiembre. Se
inicia otro período de inestabilidad que concluye en la Revolución de marzo de
1963.
El detonante estuvo en Bagdad, donde la
sección iraquí del partido BAAZ ejecutó en febrero un exitoso golpe
militar. El ala civil siempre fue reacia al putschismo, pero presto su
consentimiento. El Partido BAAZ toma el poder; pero estallan
desavenencias con los nasseristas que aspiran volver a la RAU.
El Comité militar de la agrupación
regional siria ejerce el poder a través de un flamante Consejo Nacional de
Dirección Revolucionaria, que va distanciando a la vieja guardia civil del
partido del ala militarista. La rebelión de los unionistas, la resistencia de
los musulmanes y el empeño en hacer una verdadera revolución socialista socavan
las bases del régimen de Amin Al-Hafiz y su vicepresidente, Shibli Al-Aissami.
Esto conduce al golpe de febrero de
1966, esta vez contra BAAZ, por confabulación del comité militar del partido y
la jefatura regional, con Salad Jadid, el neobaacismo, cada vez más leninista y
filo soviético. La vieja guardia va al exilio para siempre; pero Saddam los
reivindica, nombra a Michel Aflaq presidente honorario del partido, aunque sin
poder real y recibió en Palacio a Hafiz y Al-Aissami.
Como último acto, el Movimiento
Correctivo de 1970 de Hafez Al-Assad desplaza a sus antiguos camaradas y
establece una franca dictadura. El partido irreconciliablemente se divide
entre el ala militar y civil, por un lado, y entre Siria e Irak, por el otro.
Condena a muerte a Aflaq y Hafiz en ausencia y al BAAZ de Irak como “camarilla fascista”,
la misma imputación que Nasser les había hecho a ellos por 1963. Shibli
Al-Aissami fue secuestrado y desaparecido en Líbano, el 24 de mayo de 2011,
presumiblemente por el servicio secreto sirio.
Para que no queden dudas del carácter
radical y sanguinario del nuevo régimen basta mencionar La Matanza de
Hama, del 2 de febrero de 1982. Perpetrada por Rifaat Al-Assad, hermano de
Hafez, que puso cerco a la ciudad por 27 días para sofocar un alzamiento de los
Hermanos Musulmanes.
Con fuego de artillería redujo a
escombros dos tercios de la ciudad, se estiman cuarenta mil muertos, quince mil
desaparecidos, cien mil personas desplazadas; según reportajes de Al Jazeera,
porque los medios occidentales nunca sortearon el blackout informativo.
En las calles de Hama se lee: “No hay
más Dios que la Patria; ni más Mensajero que el Partido (BAAZ)”.
Hafez Al-Assad gobernó hasta su muerte
el 10 de junio de 2000 y dejó como heredero a su hijo, Bashar Al-Assad, hasta
el sol de hoy.
LA GUERRA DE TODOS
CONTRA TODOS
Para este momento el país del que
venimos hablando quizás ya no exista. En todo caso, nunca volverá a ser el que
había sido. Es un hecho extraordinario que al cumplirse exactamente un siglo
del Pacto Sykes-Picot, los insurgentes declaren explícitamente su objetivo de
borrar esa línea que nunca debió existir, con la que ninguno se identifica y
que ya nadie reconoce.
Pero, ¿y cuál será la nueva línea?
¿Cuáles serán las fronteras reales de esta región tan movible como las dunas y
los nómadas del desierto?
Desde el noroeste, de los puertos de
Latakia y Tartus hacia Damasco al suroeste, la franja mediterránea que ocupa el
régimen de Bashar Al-Assad, con apoyo de Rusia, Hezbolá del Líbano e Irán.
Al norte, la zona del Kurdistán, en
eterna disputa con Turquía; al sur los Drusos, con retaguardia tácita y
comprensible de Israel.
Al centro-este, en la difusa frontera
con Irak, lo que ocupa el Estado Islámico, ISIS, el Califato, DAESH o como
quiera llamarse. Esta última denominación que acuñaron los países árabes con el
propósito de negar que sea un Estado ni que tenga nada que ver con el Islam,
adoptada por Francois Hollande, ha tenido poco éxito en el público occidental,
bien porque es un acróstico intraducible pero también porque la prensa suele
tomar los términos tal como los sirven los interesados, sin mediación ni
crítica alguna.
Para complicar todavía más el panorama
interviene el Ejercito Libre de Siria, una serie de movimientos insurgentes
pro-occidentales, apoyados por Estados Unidos, Francia y quien sabe quién más,
equidistantes del gobierno de Al-Assad y del DAESH por igual.
Finalmente, rondan los fantasmas de Al
Nusra o Al Quaeda en Siria, Khorasan y los restos del ejército de Saddam,
sunitas desplazados a Siria, que es difícil de determinar qué rol juegan pero
algo deben jugar, vista la súbita organización y eficacia del EI, su
inexplicable despliegue de recursos económicos, propagandísticos y poder de
fuego.
El futuro de Siria es la balcanización,
como ocurre en Irak, Libia, según el modelo visto en Yugoslavia, todos antaño
regidos por líderes militares comunistas, socialistas, revolucionarios, cuyos
modelos son Gamal Abdel Nasser y Josip Broz Tito, fundadores del Movimiento de
Países No Alineados, el que hoy preside Nicolás Maduro, quien recibió el relevo
de Hasán Rouhaní, presidente de Irán.
Los caminos de la historia son tan misteriosos,
como los designios de Dios.
Luis Marín
05-03-17
Etiquetas:
Luis Marín - El camino de Damasco
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