DOLARIZACIÓN Y CONTROL DE CAMBIO:
lunes, 10 de abril de 2017
DOLARIZACIÓN Y CONTROL DE CAMBIO
DOLARIZACIÓN Y CONTROL DE CAMBIO:
TENAZAS DEL AJUSTE DRACONIANO IMPUESTO
POR MADURO A LOS VENEZOLANOS
Humberto García Larralde
La dolarización de la economía
venezolana es notoria para todo aquél que hace mercado. El bolívar sigue siendo
la moneda de curso legal en el país, pero los precios se fijan con referencia
al llamado dólar paralelo, ya que buena parte de las importaciones se hacen a
esa cotización. El dólar paralelo está en niveles artificialmente elevados por
el absurdo control de cambio actual y los severos desequilibrios
macroeconómicos causados por las políticas del gobierno. Como el trabajador percibe
su sueldo en bolívares -cuyo ajuste se rezaga con respecto a la inflación-, y
no en dólares, los precios dolarizados y la caída de su salario real se
convierten en garras que atenazan su nivel de vida.
De poder contar con un tipo de cambio
que equiparase el poder de compra interno del bolívar con su poder
adquisitivo externo, la inmensa mayoría de los productos que compramos
bajarían significativamente de precios. Un cálculo simple arroja que el tipo
de cambio real de equilibrio pudo haber estado para finales de marzo
en torno a Bs. 700/$. Esto indica que con Bs. 700 se hubiese comprado lo mismo
en el mercado doméstico que lo que se adquiere afuera con un dólar.
En el anexo se registran precios al
consumidor final de algunos productos alimenticios tomados al azar de la página
web de Walmart, traducidos a bolívares como si se importaran a Bs. 700/$. El
kilo de azúcar y de arroz, que sólo se consiguen hoy a Bs. 5.000, costaría Bs.
805; el pote de leche en polvo Nestlé estaría en Bs. 6.815/kg., cuando una bolsa
de “bebida láctea en polvo” se vende ahora a más de Bs. 21.000; el papel
toilette a Bs. 455 el rollo; etc., etc., como podrá apreciar el lector.
Pero en los actuales momentos no están
dadas las condiciones para que todas las transacciones externas pudiesen
sostenerse a Bs. 700 por dólar. Por ejemplo, si se divide la Liquidez
Monetaria por las Reservas Internacionalesexistentes para
finales de marzo, da un tipo de cambio de Bs. 1.200/$. De liberarse el tipo de
cambio, la cantidad de bolívares en poder del público y la pérdida de confianza
en esta moneda como depositario de valor dispararía la cotización del dólar muy
por encima de Bs. 700.
Es más, lo racional sería endeudarse o
vender activos para comprar dólares a ese precio antes de que se acabasen,
generando una presión especulativa que pondría el precio del dólar por las
nubes. La gente sabe que la exportación de petróleo ha disminuido
considerablemente y, con ello, la cantidad de dólares que ingresan al país.
Además, parte importante de éstos van a pagar el servicio de la deuda. En la
medida en que existan expectativas de una altísima inflación, como ha sido el
caso en los últimos años, nadie va a querer conservar bolívares, ya que
perderán rápidamente su poder adquisitivo. La gente busca gastarlos de
inmediato en cosas que hacen falta o adquiere dólares para preservar su poder
de compra. Nadie atesora bolívares por la desconfianza en esta moneda y en las
políticas del gobierno.
Esta desconfianza se alimenta de un
gasto público desbordado, del financiamiento monetario de sus déficits -la
“maquinita” del BCV- y la caída en las reservas internacionales. Estimaciones
propias indican que el financiamiento inorgánico del déficit podría haber
superado el 20% del PIB en 2016[1]. Distorsiones macroeconómicas tan fuertes
explican la descomunal inflación del 550% del año pasado estimada por la
Asamblea Nacional. De seguir con las mismas políticas, algunos calculan que la
inflación podría superar el 1.600% en 2017 (¡!).
No se puede estabilizar el tipo de cambio
en torno a sus valores de equilibrio si no se controla la inflación y se
consigue un financiamiento capaz de equilibrar en el corto plazo las cuentas
externas. Si no se solucionan los graves desequilibrios macroeconómicos,
internos y externos, no podrán resolverse los perversos desequilibrios
microeconómicos entre precios de consumo dolarizados y capacidad
adquisitiva disminuida del salario, que empobrecen a los venezolanos hoy.
Pero el gobierno se niega a corregir sus
políticas para acabar con estas distorsiones macroeconómicas. Ello implicaría
sanear las cuentas públicas, sincerando los precios de los bienes y servicios
que vende, desembarazándose de empresas que desangran al Estado y rescatando a
PdVSA de la lamentable postración a que la han llevado. Un Estado robustecido
en sus ingresos podría focalizar el gasto de manera mucho más eficaz en los
bienes públicos de educación, salud, infraestructura, servicios y asistencia
social, que requieren los venezolanos. El gobierno se niega, asimismo, a acudir
a organismos financieros internacionales para un empréstito que permitiría
renegociar la deuda externa sin tener que sacrificar las importaciones, así
como unificar y estabilizar el tipo de cambio muy por debajo de su actual
cotización “paralela”.
En este marco, un crédito puente
serviría para solventar de inmediato la crisis humanitaria que resulta del
desabastecimiento de alimentos y medicinas. Un financiamiento externo bien
negociado permitiría disponer, además, de recursos para compensar a aquellos sectores
de bajos ingresos ante la sinceración de los precios de la gasolina, la
electricidad y la telefonía, hasta tanto la economía se reactivase y pudiesen
conseguir empleos cada vez mejor remunerados. Por último, el Ejecutivo se niega
a desmontar el sistema de controles que actualmente asfixia la actividad
económica doméstica, dificultando la capacidad de repuesta del aparato
productivo ante las reformas mencionadas. En un marco de garantías sobre los
derechos de propiedad y para solución de conflictos, estas reformas atraerían
inversiones extranjeras interesadas en las grandes potencialidades de nuestra
economía y en los bajísimos sueldos que, lamentablemente, han provocado las
políticas “revolucionarias”. Actualmente, Venezuela es el país latinoamericano
que percibe menos inversiones foráneas, salvo Haití.
El gobierno se refugia en su retórica
ideológica para no cambiar sus políticas. Denuncia las reformas como
“neoliberales”, capitalistas, mientras sus políticas favorecen al pueblo (¡!)
Las verdaderas razones por las que se niega a cambiar consisten simplemente en
que el sistema de controles y los desequilibrios a que dan lugar son la fuente
de inconmensurables ingresos que, de la noche a la mañana, se embolsilla la
oligarquía militar-civil actualmente en el poder, a espaldas del control
político y social de los venezolanos, como expliqué en otro artículo[2].
Así las cosas, el único ajuste que le
queda a Maduro ante la caída en el ingreso petrolero es el recorte drástico de
las importaciones para poder pagar la deuda externa -agravando aún más el
desabastecimiento interno- y el rezago en el incremento de los salarios ante al
alza en los precios, que empobrece al trabajador, como política
anti-inflacionaria. El control de precios tenía que fracasar, pero pregona
ahora que la solución está en los CLAPs, instrumento de chantaje y control
social de los más humildes, y fuente de corruptelas y dineros malhabidos.
En un plazo comparativamente corto un
aparato productivo libre de importar insumos, equipos y repuestos a un dólar
mucho más barato que el “paralelo”, y sin los controles de precio que lo
aplastan, podría suplir buena parte de los requerimientos de la demanda
doméstica, sustituyendo importaciones y ahorrando divisas. La afluencia de
inversiones extranjeras permitiría ampliar exportaciones petroleras y no
petroleras, aliviando la restricción externa y permitiendo el pago de las
deudas contraídas.
La reactivación de la economía generaría
fuentes de empleo productivo que permitirían un aumento relativamente rápido de
los sueldos que, junto a un tipo de cambio de equilibrio, recuperaría el poder
adquisitivo de los asalariados. El emprendimiento de grandes, medianos y micro
empresarios, así como nuevas inversiones, se traducirán en aumentos sostenidos
de productividad. Ello revertiría el perverso desequilibrio entre precios
dolarizados altos y remuneraciones ínfimas.
Que este gobierno insista en su ajuste
hambreador, habiendo posibilidades de superar el sufrimiento que hoy agobia a
la población, es señal inequívoca de crueldad. Le quita toda legitimidad.
NOTA: A pesar de que los precios de
Walmart son de finales de agosto del año pasado, la inflación anual en EE.UU.
ha estado por debajo del 2% en los últimos años, por lo que los precios no han
debido haber variado casi.
[1] Incluyendo el
incremento de la subcuenta “Otros activos externos” que publica el BCV
referente a la Base Monetaria para 2016. Sin esta subcuenta
-hay dudas sobre si estos activos externos en posesión del BCV se están
monetizando-, el financiamiento monetario estaría aún por encima del 16% del
PIB.
Humberto García
Larralde
economista, profesor
de la UCV
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