jueves, 20 de abril de 2017
MILITARES CONTRA PUEBLO
MILITARES CONTRA
PUEBLO
El triste final de
la “revolución” Bolivariana
Humberto García
Larralde
“Maldito el soldado que empuñe
su arma contra su propio pueblo”,
Simón Bolívar
Un primer balance de la jornada de hoy, 19 de abril, pone de
manifiesto las fuerzas en acción. Por un lado, un pueblo aguerrido, hastiado de
tanta mentira, de tanta burla, de tanta opresión, que tomó las calles
valientemente en toda Venezuela para manifestar su repudio a un régimen
empeñado en someterlo por el hambre y la negación de sus derechos más elementales.
Por el otro lado, una Guardia Nacional disfrazada de tortugas ninjas y armada
hasta los colmillos con dispositivos sofisticados para reprimir, que ha
hipotecado irreparablemente toda posibilidad de ser respetada como digna
heredera del Ejército Libertador. El honor, definitivamente, no se les
divisa.
Y al lado de tan abyecta expresión militar, unos malandros
armados, empoderados como colectivos fascistas con patente de corso para
asesinar a inocentes manifestantes, como hicieron lamentablemente, con el
jovencito abatido en San Bernardino, Carlos José Moreno Barón, quien iniciaba sus
estudios de Economía en la UCV y, en el Táchira, con la joven Paola Andreina
Ramírez. Ejército, malandros, represión y sangre, contra un pueblo desarmado
exigiendo sus derechos. Es el trágico desenlace de una “revolución” que quiso
alguna vez auto-designarse “Bolivariana”.
Nos tocó marchar desde Santa Mónica, uno de los 26 puntos desde
los cuales partirían distintas movilizaciones para converger en la Defensoría
del Pueblo con el fin de exigirle al llamado Poder Moral una actitud digna
contra los usurpadores del TSJ que habían perpetrado el golpe contra el orden
constitucional. Pero, como en la novela 1984 de Orwell, en la neolengua fascista
“Moral” significa todo lo contrario.
Más de 10.000 personas arrancaron, pasadas las 11 am, para
encontrar los diversos accesos al centro bloqueadas por tortugas ninja y por
camiones anti-motín con vallas desplegadas a los lados para copar toda la
calle. Para eso si gasta Maduro millones de dólares, pero no para importar
alimentos, medicinas y/o para dotar a hospitales de los equipos requeridos para
salvar vidas. Es la escala de “valores” enfermos de la oligarquía militar-civil
que hoy expolia el país.
A la altura de Ciudad Banesco, la penetración del acre olor de
gas pimienta en narices y gargantas plantó un muro infranqueable que, luego de
varios intentos de vadearlo, terminó dispersando a la multitudinaria marcha. Si
de cada uno de los puntos de congregación hubiesen partido igual cantidad de
gente, estaríamos hablando de más de 200.000 personas ocupando las calles de
Caracas, desde el oeste hasta el este, de norte a sur, sin autobuses y con 19
estaciones de metro cerradas.
De regreso a San Antonio, nos tocó observar la movilización
fascista: todo el distribuidor de La Bandera y toda la autopista de El Valle
hasta Longaray, sirviendo de estacionamiento de autobuses públicos -costeados
por el Estado-, uno detrás de otro, en los que se leían procedencias de
Carabobo, Lara, Cojedes, Trujillo y otros lugares. Más autobuses que gente,
acarreada para jugar el papel de “pueblo”.
Hoy se reveló el pavor que le tiene la oligarquía mafiosa al
pueblo en la calle. Con el uso desproporcionado de la fuerza represiva y las
armas asesinas de las bandas fascistas, no sólo lograron impedir el acceso a la
Defensoría del Pueblo, sino a que se juntaran las distintas marchas en una
masiva demostración de repudio.
Bajo asesoría cubana, trataron de detener, como fuese, el
fortalecimiento del movimiento popular, de su moral, que siguiera
envalentonándose en su enfrentamiento a la opresión. Maduro, enclaustrado con su
secta, habría bailado y cantado -según cuentan quienes tuvieron estómago para
verlo en la tele-, pensando en que hoy, al haber cortado salvajemente las
marchas, evitó una nueva derrota.
Pero se equivoca. Ahí están numerosísimos testimonios grabados,
evidenciados, contados por millares de venezolanos de la determinación,
reforzada con la represión y los asesinatos de hoy, de que no hay vuelta atrás,
de que o seguimos adelante hasta resquebrajar la plataforma militar que
sostiene hoy al gobierno, o le entregamos definitivamente el país a quienes lo
están expoliando.
¡Qué triste papel el de la Guardia! ¡Qué falta de vergüenza, de
honor, de dignidad! La historia NO los absolverá.
Humberto
García Larralde
economista,
profesor de la UCV
humgarl@gmail,com
19
abril 2017
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