HIPERINFLACIÓN
Humberto García Larralde
La revelación del diputado Ángel Alvarado de que el alza de precios en
agosto fue del 33,8% obliga a preguntarnos si ya estamos en presencia de la
hiperinflación. Más allá de los criterios cuantitativos con base en los cuales
se define esta situación, existen dos condiciones básicas que la provocan:
1) La pérdida absoluta de confianza
en el bolívar como depositario de valor.
2) La indexación casi inmediata con
la inflación observada, de remuneraciones y precios.
La primera
condición ya existe. Nadie guarda bolívares. Bolívar que entra a nuestros
bolsillos se gasta comprando dólares, artefactos, ropa, comida, reparando
bienes, lo que fuera. Nadie ahorra bolívares.
La segunda está en
acelerada expansión. Para muchos bienes importados, la indexación ha sido
forzosa a través del dólar paralelo, que sube con la inflación. Los precios de
repuestos, ropa, artefactos y de comida importada, entran en carrera intentando
conservar su valor en dólares.
Por su parte, los
servicios de reparación, peluquería, mecánicos, plomeros, los restaurantes y
otros, buscan desesperadamente alinearse con la inflación. Ni se diga de la
comida, los cauchos y medicamentos. Es notorio, sin embargo, el rezago de los
salarios que, en términos reales, han perdido fuertemente su poder adquisitivo.
La inflación en
2017 hasta el 31 de agosto ha sido, según la Asamblea Nacional, de 367%. Este
cálculo sirve para ajustar, con base en el poder adquisitivo que tenía el
bolívar para finales de agosto, los montos del bono de alimentación y del
salario mínimo a finales del gobierno de Rafael Caldera, como del de Hugo
Chávez, y compararlo con el decretado el 7 de septiembre por Maduro (ver
cuadro).
Se aprecia que la
remuneración mínima integral se mantuvo más o menos igual de Caldera a Chávez
(disminuyó un 5,5%). Pero con el ajuste recién de Maduro se gana menos de la
mitad, en términos reales, de lo que se ganaba en el último año de Caldera (o
el de Chávez). Se evidencia que para los asalariados el desbordamiento
inflacionario ha tenido un costo terrible.
Salario mínimo integral a precios del
31 de agosto de 2017
|
|
Bono Alimentación
|
Salario Mínimo
|
TOTAL
|
Caldera
|
14 01 1998
|
358,672
|
421,471
|
780,143
|
Chávez
|
17 02 2012
|
247,493
|
489,611
|
737,105
|
Maduro
|
08 09 2017
|
189,000
|
136,543
|
325,543
|
Var. % durante Gob. Maduro
|
-23.6%
|
-72.1%
|
-55.8%
|
Var. % 2017/2016
|
-52.4%
|
-19.2%
|
-42.5%
|
Var. % desde Gob. Caldera
|
-47.3%
|
-67.6%
|
-58.3%
|
FUENTE: BCV; AN;
Gacetas Oficiales; diario El Nacional; y cálculos propios.
La otra área que
falta por indexar es el de los servicios públicos (telefonía, luz, agua), el
gas y la gasolina, que se venden a precios risibles, ocasionando grandes
pérdidas y deterioro del suministro. Pero es perentorio ajustar estos precios
si se quiere evitar su deterioro aún mayor, como de las finanzas públicas. Pero
sanear sus cuentas no es preocupación del régimen; basta con que el BCV imprima
más billetes para cubrir sus enormes déficits.
En lo que va de
año, este dinero sin respaldo se ha sextuplicado. La liquidez monetaria -el
dinero que circula incluyendo depósitos a la vista y de ahorro- ha crecido en
un 225%. El gasto público deficitario (financiado por el BCV) es uno de los
principales motores de la inflación. En tal contexto, la aceleración de los
ajustes del salario mínimo integral decretados por Maduro -van cinco este año;
en el 2016 hubo tres- alimentan aún más el alza de precios.
¿Y cómo ha
respondido Maduro a este terrible flagelo que empobrece tanto a los
venezolanos? ¿Ofreció rectificar sus políticas económicas el jueves 7? ¡No!
Insistió en muchas de las mismas medidas que han provocado la situación actual:
precios controlados, pero ahora con diferente nombre (“acordados”); los CLAPs y
los consejos comunales como fiscalizadores de tales precios; el aumento de
salario antes mencionado; y un nuevo parapeto, el “Consorcio
Agroalimentario del Sur (Agrosur)”, para apoyar a los productores del campo,
¡manteniendo el control de precios y después de que acabó con los servicios que
prestaba Agroisleña!
Completan su anuncio
un impuesto al patrimonio de los ricos -¿las enormes fortunas amasadas por
boliburgueses y quienes lo acompañan en el poder?-; una huida del dólar para
complicar y encarecer aún más las transacciones externas del país (un verdadero
harakiri); y -cuando no- una nueva batida rentista, pero ya no con petróleo si
no con el arco minero.
La oligarquía a que
pertenece Maduro no le interesa resolverle los problemas a la gente. No desea
atajar las amenazas de hiperinflación porque su agenda es otra: permanecer en
el poder para seguir enriqueciéndose con los controles, compras, contratos y
otras ardides aplicados discrecionalmente, con el monopolio de importaciones,
el acceso al dólar regalado, el tráfico de drogas y otras irregularidades.
Y todo ello se hace
revestido de un discurso justiciero, de redención social y de lucha contra el
imperio. ¡Impresiona que todavía se continúe con la idiotez de culpar a una
supuesta “guerra económica”!
Ese discurso, además
de alimentar el espíritu de secta de los fanáticos que le siguen, busca
encubrir y legitimar el control social sobre los más humildes a través de
dádivas y facilidades otorgadas, … siempre que exhiben el “carné de la patria”.
Definitivamente, la “revolución” necesita a los pobres como mampara para
expoliar al país, a costa de su hambre y miseria, pero clamando luchar por sus
intereses.
Estamos a las puertas
de la hiperinflación. Las condiciones están dadas y el gobierno lo sabe, como
también sabe que hay formas de enfrentar esta terrible amenaza, como hemos
venido proponiendo muchos economistas desde hace tiempo. Pero es que ese no es
su problema.
No. Maduro, como
auténtico fascista que es, está en guerra contra el país, porque éste lo
rechaza y busca -cada vez más por razones de mera sobrevivencia- su salida del
poder. Como expresión de este desprecio por el sentir mayoritario, se recoge
esta perla que soltó en referencia a las próximas elecciones regionales, el
mismo día de sus anuncios económicos: “Todos los gobernadores que sean
electos deberán subordinarse a la Asamblea Nacional Constituyente (sic), de
lo contrario, deberán ser destituidos de inmediato” (¡¡!!) Y tiene los
santos riñones de acompañar esta barbaridad afirmando que “Democracia y
libertad reinan en Venezuela” (¡!).
Maduro se burla una
vez más de la voluntad popular, de sus anhelos, aspiraciones y necesidades.
Para ello fue que montó ese adefesio fraudulento al margen del ordenamiento
constitucional, que pretende imponernos como Asamblea Constituyente. No vaciló
en incurrir en un altísimo costo político, tanto nacional como
internacionalmente, para semejante desatino. Hay que extremar el control
dictatorial sobre los venezolanos para impedir toda posibilidad de cambio.
Para los integrantes
de la oligarquía militar civil que se ha enseñoreado sobre el país, todavía es
posible exprimirlo un poco más; claro está, a expensas de las condiciones de
vida del pueblo. Pero para eso nada mejor para lavar conciencias y absolver
atropellos que los clichés comunistoides y las pretensiones “revolucionarias”.
¿Hay algún inocente
que crea que esta oligarquía no tiene con qué protegerse contra la inflación y
que, por tanto, le interesa enfrentarla?
¿Hay alguien que
ponga en duda la necesidad de un nuevo gobierno?
Humberto
García Larralde
economista,
profesor de la UCV,
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