jueves, 14 de septiembre de 2017
VOY A MORIR EN LIBERTAD
VOY A MORIR
EN LIBERTAD
José Domingo
Blanco
Mingo
Aristóteles, hace muchísimos años, dijo que
la excelencia moral es resultado del hábito. Que nos volvemos justos,
realizando actos de justicia. Que nos volvemos templados, realizando actos de
templanza y valientes, realizando actos de valentía. Yo vengo de una familia de
comunicadores de la que me siento muy orgulloso. Una familia integrada por
hombres y mujeres pioneros de la radio, la televisión y la publicidad en
Venezuela: Gonzalo Veloz Mancera, esposo de mi tía Belén Blanco Yepes; Oswaldo
Yepes Peña o mi tía Nelly Blanco Yepes, entre otros.
Me formé, desde muy pequeño, asistiendo a grabaciones
en estudios de radio, visitando set de televisión, viendo cómo se realizaban
las filmaciones de cuñas; y después, en mis años de juventud, desarrollando
campañas publicitarias o como discjockey, con apenas 18 años recién cumplidos, en
programas radiales que se transmitían en las emisoras hermanas Radio Uno 1340
AM, primero; y posteriormente en La Primerísima Radio Capital 710 AM.
El oficio de comunicador social me viene en
la sangre, como una herencia genética que no se puede negar ni rechazar. Ha
sido un largo camino en el que acumulo más de 40 años de experiencia y de la
que me siento infinitamente orgulloso.
Cada una de estas actividades que estoy
enumerando y remembrando de manera muy breve, evidentemente, tienen que
desarrollarse en un clima de libertad y respeto por los más elementales
derechos ciudadanos. El cierre de La Nueva Mágica 99.1 FM -emisora en la que
estuve desde el año 2005- constituye un acto más que pretende cercenar los pensamientos
plurales y las ideas. Que busca callar voces contrarias al pensamiento único
que pretenden imponernos. Pero; más allá de lo que encierra esta medida, una de
las cosas que más me afecta y duele, ya no solo en el plano estrictamente
profesional, sino humano, es la cantidad de personas que, de un plumazo, y por
una decisión completamente autoritaria, deja sin empleo a un grupo de amigos
que estaba en sintonía con la filosofía de una Junta Directiva que respetó
siempre el ejercicio de la comunicación social en el medio radioeléctrico y que,
además, tiene una trayectoria y una hoja de vida impecables.
Estando un poco más joven, de la mano de una
comunicadora muy querida en la sociedad venezolana, como fue Isa Dobles,
aprendí entre muchas otras cosas que la Libertad de Expresión es un derecho;
pero, también una gran responsabilidad. Y en dictadura, esos preceptos quedan
fuera de todo contexto porque, como dicen los músicos, no puede haber armonía
cuando se nos obliga a todos entonar la misma nota. Cuesta creer en un gobierno
que se presenta -a través de su propaganda y sus mensajes- como benefactor y
protector de las clases desvalidas cuando, producto de un capricho de un
déspota autocrático, suma nuevas familias a la terrorífica lista de desempleo,
en un país que padece los más altos índices de inflación y escasez.
En estos momentos difíciles, nos toca
levantar nuestras voces y nuestras banderas de ciudadanía, a pesar de que de nuevo
intenten ahogarnos con esta medida que nos arrebata la libertad de expresarnos,
nuestro derecho a comunicarnos y nuestra libertad de pensar de manera distinta.
Siempre abogaré por el respeto a las opiniones del otro aun cuando no esté de
acuerdo. Condenaré, denunciaré y criticaré siempre las actuaciones de quienes,
abusando del poder que ostentan, pretendan asfixiar el espíritu de quienes
aspiran un país mejor gobernado: una Venezuela donde la prosperidad –y no la
pobreza- sea generalizada y en donde vivamos sin necesidad de convertirnos en mendigos
de las cada vez más escasas dádivas de este oprobioso sistema.
Los periodistas de pensamiento libre,
indoblegables de mente, alma y corazón, nos hemos constituido siempre en una
piedra en el zapato de los regímenes totalitarios. Somos, en la mayoría de los
casos, los primeros en denunciar las atrocidades que comenten los dictadores. A
diferencia de los periodistas gobierneros, que siempre terminarán
convirtiéndose en piezas de propaganda de los sistemas antidemocráticos, o voceros
de las mentiras que edifican los tiranos para justificar su permanencia
indefinida en el poder. El periodista debe, además de preguntar, exigir
respuestas, increpar, siempre en aras de la búsqueda de las verdades, donde
quiera que éstas se encuentren.
Leyendo “Estado de Sitio”, el más reciente
poemario de mi amigo Rubén Osorio Canales, me topé con este verso que quiero
compartir con ustedes; porque, a mi modo de ver, trasluce el sentimiento de
muchos de nosotros:
Rogar piedad, denigra.
Que cada quien
lleve su carga a hombro y sin llorar.
Es cuestión de dar el combate de los días,
abrir las puertas y ventanas
y hacer salir el maleficio.
Busca la brújula, oriéntala hacia el sol,
siempre hacia el sol,
que así los prados se harán verdes a nuestro
paso
y las flores del día recogerán nuestros
aromas.
Que cada enemigo pida perdón
y cumpla su penitencia,
que caiga la intolerancia,
que sucumba todo lo marchito,
que matemos a lo abyecto
y apaguemos los infiernos
sembrados en nuestro espacio.
Que al final del combate
nos quede el amor para contarlo.
Así está escrito, así será.
In nomine
patris,
Amén.
Mi papá, José Domingo Blanco Yepes, quien en
una oportunidad definió al periodista como un fanático irreductible de la
verdad, vocero natural de la comunidad y defensor íntegro de todas las causas
justas, nació en dictadura, en 1924; y murió en dictadura, en 2016. Yo, José
Domingo Blanco Estrada, que nací en dictadura en 1954, ¡voy a morir en
libertad!
@mingo_1
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