martes, 1 de mayo de 2012

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ - IGLESIA, ESTADO Y SOCIEDAD




Si algún documento de la Iglesia católica ha definido su doctrina en cuanto al gobierno, al Estado, a la libertad del individuo, fue en 1885 la Encíclica: "Inmortale Dei" del Papá León XIII, en la cual señalaba que la autoridad: "ha de ejercitarse en provecho de los ciudadanos, porque la única razón del poder de quien gobierna es la tutela del bienestar público"; al mismo tiempo, con respecto a la sociedad: "los Estados no deben excederse hasta hacerla esclava, o querer tenerla a sí, o impedir su acción o disminuir en algo los derechos...";en cuanto al desenvolvimiento ciudadano la: "participación del pueblo en la gestión de las cosas públicas" la cual debía:" no sólo ser provechosa, sino aun obligatoria a los ciudadanos". 

Igualmente contempló otros pronunciamientos esenciales: "la conservación de todas las cosas o instituciones que puedan contribuir al bienestar común; las ordenadas a coartar la tiranía de los príncipes -léase autoridades- que gobiernan mal a los pueblos; las que impiden que el supremo poder del Estado invada, indebidamente, el municipio o la familia, y, en fin, las dirigidas a conservar la honra, la vida y la igualdad de derechos en los ciudadanos". El concepto de sociedad civil se destacó en esa Encíclica, que fue antecesora de otras que sobre la libertad del hombre y los derechos sociales se elaboraron posteriormente. 

La Iglesia expuso estos principios ante las realidades de ese tiempo y ante las orientaciones de la historia a finales del siglo XIX, previendo, en cierta forma, los dramáticos sucesos del siglo XX: dos guerras mundiales, la confrontación de bloques ideológicos y religiosos, genocidios y masacres, la presencia de infamantes dictaduras y tiranías, la pobreza y la miseria de grandes sectores humanos, la situación del trabajo del hombre, con los cuales inspiró transformaciones en la política y el derecho en distintos países. 

Antes que Carlos Marx hubiese elaborado su postura sobre el tema laboral, la doctrina de la Iglesia había establecido los fundamentos. Por otra parte, la Encíclica: "Libertas" trató sobre la independencia del ser humano; "Sapientiae Christianae" sobre los deberes ciudadanos y "Rerum Novarum" sobre la denominada cuestión obrera. 

En esta última (1891) proclamó admirablemente que: "...el fruto del trabajo es justo que pertenezca a los que trabajaron", prohibiendo: "abusar de los hombres, como si no fueran más que cosas". Vinculó de manera estrecha el trabajo y la moral, la atribución de las tareas y las condiciones y capacidades individuales, la necesidad del descanso dominical y del tiempo libre, la posibilidad de los ahorros, la suficiencia del salario y el establecimiento de obras de previsión. La reivindicación del derecho de asociación y la regulación del derecho de huelga, así como las limitaciones al trabajo infantil y de la mujer en condiciones inhumanas, fueron señaladas, entre otros asuntos. 

"Quadragésimo Anno" de Pío XI, "Mater et Magistra" de Juan XXIII, "Octogesima Adveniens" de Pablo VI, "Laborem Excercens" y "Centesimus Annus" de Juan Pablo II, monumentos creadores de justicia social, continuaron la noble tradición. 

Los derechos de la ciudadanía frente a las amenazas del Estado se resaltan de la misma manera en numerosos documentos papales. Como valor elemental se ha privilegiado al hombre frente al gobierno, y a éste se estima subordinado a la sociedad, a la cual debe servir y procurar el bienestar común. El gobierno, según la Iglesia, debe estimular no la lucha entre los hombres sino: "la concordia", y lograr la articulación: "entre las dos potestades", el Estado y la sociedad, tal como se expresaba en "Inmortale Dei". 

La Iglesia reconoce la autoridad justa al mismo tiempo que cuestiona la opresión y la esclavitud; condena los totalitarismos y el racismo, en cualquiera de sus formas y proveniencias, y se pronuncia por la primacía y el valor del hombre y de su libertad. 

En las últimas décadas ha profundizado el tema social al señalar que: "El desarrollo es el nuevo nombre de la paz", como lo expresara Pablo VI, siendo urgente mejorar la vida colectiva, el bienestar de todos y el sostenimiento de una civilización más justa, solidaria y libre. 

JOSÉ FÉLIX DÍAZ BERMÚDEZ |  EL UNIVERSAL
martes 1 de mayo de 2012  02:30 PM

No hay comentarios: