jueves, 28 de mayo de 2015

"YA ESTAMOS DOLARIZADOS" EXPLICADO PARA NIÑOS



"YA ESTAMOS DOLARIZADOS"
EXPLICADO PARA NIÑOS
Carlos Hermoso

Escribir acerca de cuestiones de dinero —con todo y que el usado en nuestro país no vale mucho— nos lleva a rememorar a Marx cuando afirma: “No creo que nadie haya escrito sobre «dinero» con una falta tan absoluta de dinero como la mía” (Carta a Engels, 21 de enero 1859). No tan dramática nuestra situación como la del gran revolucionario alemán, pero sí la propia de un profesor universitario mucho menos con la profundidad en el abordaje del tema en cuestión, en relación con la que alcanzó el gran científico, nos aventuramos a decir algunas cosas del farragoso asunto. Esfuerzo, a su vez, que me hace recordar una expresión del difunto amigo y economista Oswaldo Ron, según la cual estudiar cosas como el dinero refleja una gran capacidad de abstracción de quien sin tenerlo puede hablar en torno de él.

Igual esfuerzo se demanda del lector para resistir la lectura de estas letras, dada la relación controvertida con el bolívar, sobre todo de quienes apenas lo poseen. En el caso venezolano la cuestión se hace aún más concreta y compleja ya que hemos visto cómo, en cuestión de apenas un lustro, la expresión bolívar fuerte resulta un chiste, si no fuese tan lamentable por sus efectos nocivos sobre la familia venezolana.

A propósito del precio del dólar en el mercado libre paralelo, comenzamos este breve análisis por afirmar que no podíamos obtener otro resultado con la política económica adelantada desde el gobierno en un lapso mayor de tres quinquenios.

El papel de Venezuela en la división internacional del trabajo (DIT) —impuesto por la oligarquía financiera internacional, hoy bajo la hegemonía en disputa por los bloques liderados por Estados Unidos y China— ha sido el centro de la orientación económica del régimen chavista. Esto es, la política económica ha contado con el eje conductor de afianzar el papel de Venezuela en la DIT como productor y abastecedor de materia prima energética, mientras importa bienes finales producidos por China principalmente, así como productos agropecuarios de Brasil y Argentina, primordialmente. Se profundiza el proceso de desindustrialización iniciado en 1989 y se sustituye cada vez más el producto nativo por la importación a dólares revaluados, más baratos que los cotizados en el mercado, lo que los hace más competitivos frente al producto venezolano.

De allí parte la orientación de las políticas bancaria, monetaria, fiscal y tributaria, así como la del comercio interno. Hasta la política social se articula con esta orientación expresada principalmente en el reparto de emolumentos a la gente pobre así como el subsidio para la realización de muchos rubros, que permiten el doble efecto de crear una demanda interna del producto importado así como las simpatías hacia el gobierno y el carisma emblemático que lo encarna.

A partir de allí se hace cada vez más significativa la importancia de la producción petrolera para la economía y la obtención de divisas que permitan la realización de este creciente ciclo perverso. Ubiquemos que la cartera de exportación de Venezuela cuenta con un 96% de participación de actividades estatales, principalmente de la petrolera. La caída de los precios del crudo —casi la única fuente de captación de divisas dado el derrumbe de la exportación de otros rubros— nos condena a depender de la actividad petrolera, con lo que se afianza la especialización.

El gobierno, en vez de estimular la producción de bienes y servicios competitivos, castra toda posibilidad al controlar el mercado de dólares y colocarlos al servicio de la importación de bienes que se hacen más competitivos al realizarlos con la sobrevaluación de la divisa. Por su parte, todo aquel que exporte algún bien está obligado a cambiar los dólares obtenidos en el Banco Central, debe declarar lo exportado y el monto en dólares obtenido al cambio asignado por el gobierno, con lo que se desestimula la exportación por resultar una actividad que arroja pérdidas, y en el mejor de los casos permite bajos beneficios. Con ello, paralelamente, se propicia la fuga de capitales y la especulación en el mercado natural de divisas.

A la par esta política va erosionando el aparato productivo. Al perder capacidad competitiva la producción nativa cede el mercado interno al producto importado. Muchos de quienes se dedican a la producción de bienes cambian de actividad, convirtiéndose en importadores, comerciantes o especuladores. El capital se mueve tras el beneficio. Tras el mayor beneficio. Esto es, el productor nativo busca el beneficio propio sin dar pelea salvo en la búsqueda de espacios para el negocio. Entretanto el Estado favorece al producto importado y al desarrollo en otras regiones, al convertirse en demandante de sus bienes.

A la postre, pierde el país que se ve condenado a depender del producto importado. Pierde soberanía. La tendencia dominante, a partir de esta política, es a la quiebra, recesión mediante. El PIB va a depender cada vez más del aparato petrolero y las transacciones que con él se realizan. La erosión de esta industria significa un mayor desgaste en toda la economía.

De allí que la caída de los precios del crudo, así como la tendencia recesiva y a la quiebra, va a motivar una situación de extrema debilidad de nuestra economía y de su signo monetario. Dada la política implementada, la caída en la captación de divisas fuerza al gobierno a reducir el mercado de dólares. A administrar la escasa divisa de manera tal que se puedan mantener los aún elevados ritmos de importación y seguir penetrando de manera interesada el mercado especulativo paralelo. Con ello crece la presión de demanda de la divisa y por ende el incremento de su precio.

En este escenario, el gobierno se ve impelido a conseguir dólares a como dé lugar, sobre todo ante la escasez alcanzada en el mercado, la caída del PIB, la inflación y otros males de la economía. También busca el gobierno atemperar la situación política, lo que lo presiona aún más para conseguir dólares y así estar en mejores condiciones de cara al proceso electoral venidero. Es por ello que “Datos en el sitio oficial del FMI en internet muestran que Venezuela redujo en unos 380 millones de dólares su posición en derechos especiales de giro (DEG) en abril, lo que le permite transferir esos fondos a sus reservas en efectivo” (agencia Reuters en http://www.laverdad.com/opinion-economia/75173-economia-dolarizada.html).

Otra información de la misma agencia señala: “El Banco Central de Venezuela (BCV) realizó una operación de canje de una parte del oro que mantiene en sus reservas internacionales a cambio de unos 1.000 millones de dólares en efectivo, dijeron el viernes el diario El Nacional y dos economistas”. Y es que la caída de las reservas internacionales las coloca al nivel alcanzado en 2003. “Los últimos datos disponibles del Banco Central de Venezuela (BCV) en su sitio web muestran que las reservas del país están en 18.211 millones de dólares, unos 2.600 millones de dólares menos que los 20.852 millones de dólares que alcanzaban a inicios de abril. Se trata de su nivel más bajo desde septiembre de 2003”, dice la agencia Reuters (http://www.diariolavoz.net/2015/05/10/reservas-internacionales-del-pais-caen-a-su-nivel-mas-bajo-en-12-anos/).

Dinero y papel moneda

El dinero sirve para realizar las transacciones cotidianas. Pero, si deja de cumplir este papel, la gente de manera espontánea lo sustituye por otro instrumento. Se ha dado el caso de practicarse el trueque, con lo que se vuelve a etapas harto superadas por la historia económica. El dinero nace como resultado del volumen del intercambio. Las cosas destinadas al intercambio llegaron a ser tan abundantes que se crea una mercancía que sea equivalente de todas las que circulan. De todas la mercancías que son colocadas en un mercado.

Las primeras formas dinerarias hoy se consideran un tanto folclóricas. Los aztecas llegaron a utilizar semillas de cacao, polvo de oro, entre otras. Semillas, piedras preciosas, obsidiana, cobre, entre muchos elementos se convierten en equivalentes de las cosas transables hasta que comienza la acuñación de monedas. Más adelante, el papel moneda va a cumplir ese rol llegando a esta etapa de la modernidad burguesa cuando surge el dinero electrónico e instrumentos cada vez más sofisticados para el creciente intercambio.

El dinero debe contar con esa maravillosa propiedad de representar la riqueza material. Poseer dinero es poseer una cantidad determinada de riquezas. Pero, si en vez de una riqueza sólida poseemos un dinero que nos empobrece, pierde su función fetichista. Pierde su función esencial. Sirve, pero en forma decreciente. Va perdiendo la propiedad principal. Deja de ser un encanto y se convierte en calamidad ya que poseerlo angustia porque va perdiendo esa propiedad. Queremos salir de él y hacernos de otro equivalente.

Es el resultado de incumplir la ley científica según la cual “la emisión de papel moneda debe limitarse a aquella cantidad en que sin él circularía necesariamente el oro (o la plata) representado simbólicamente por ese papel” (Marx, El capital, tomo I, capítulo 3). Su respaldo se pierde en la medida en que se reproduce su volumen sin crecimiento del aparato productivo y sin incremento de la cantidad de oro en las bóvedas del Banco Central de Venezuela. Es lo que se conoce como dinero inorgánico. Termina por perder poder adquisitivo en virtud de que siendo una expresión del equivalente universal real no posee un valor como expresión de la objetivación del trabajo humano, apenas lo representa.

Ésa es la situación del bolívar. Va perdiendo esa cualidad y hoy es un símbolo que va cediendo espacios para las transacciones en las divisas, principalmente en el dólar. Así, su debilidad encuentra en la inflación otro acicate, además de la erosión del aparato productivo y las importaciones de bienes competitivos. No sólo se trata de su debilidad frente a la divisa escasa, sino que pierde su capacidad referencial dada la pérdida de poder adquisitivo fruto de la inflación.

La inflación —fenómeno creado por el gobierno, que enriquece más a los ya ricos y empobrece a los ya pobres— atenta contra la función del dinero en forma de papel moneda. Por eso todos buscan sustituirlo por bienes durables, preferiblemente antes que atesorarlo o ahorrarlo. Los ricos comprarán propiedades, dólares u otras divisas, metales como el oro, compras a futuro de algunos rubros. Pero los pobres, haciendo uso de él de la manera más idónea posible, solo comprarán algún alimento. Quienes poseen dinero, en condiciones de inflación, quieren deshacerse de la mayor cantidad y hacerse de bienes que no pierdan valor. Esto es, en inflación se incrementa la presión de la demanda, con ello se afianza el mercado especulativo y la estafa.

La inflación es el resultado de la no correspondencia entre el presupuesto de gastos del Estado y los ingresos. Una caída del crecimiento supone una caída de los ingresos. Mantener el nivel de gastos conduce a la inflación. Atacarla supone una política de disciplina. Los Estados capitalistas la atienden de tal manera que aumentan la ganancia del capital y afectan al bolsillo del trabajador. Todo para no afectar sus ganancias.

Una política sana pero en favor de la gente sería canalizar el ahorro hacia la inversión productiva, reducción de la cuota de la ganancia capitalista mediante la imposición de impuestos progresivos, que fuercen a pagar a los que más tienen, mientras se reduce lo máximo a los que menos tienen. En vez de esto el gobierno chavista aumenta el gasto, no toma medidas para recaudar de los que más tienen, por lo que la riqueza se concentra en los grandes ricos, principalmente.

Dicen algunos economistas que es un asunto de confianza. De desconfianza, más bien. Pero no. Es un hecho objetivo. El bolívar ya es tan débil que hay que deshacerse de él cambiándolo por mercancías que no pierdan valor, como el dólar. La base objetiva, lo que conduce a desconfiar, es su debilidad y la pérdida de su poder adquisitivo. Eso explica que la gente prefiera el dólar. Es un mecanismo de protección. Es preferible tener dólares que bolívares. Mientras pasan los días, para quienes requieren de un bien o servicio en el mercado exterior deben recurrir al dólar de manera muchas veces desesperada. En general, quienes ven desvalorizado su signo monetario, el bolívar, buscan protegerse comprando dólares. Por su parte, los estafadores, los especuladores, colocan sus dólares en el mercado obteniendo pingües ganancias.

En las condiciones que vive Venezuela, las leyes del capitalismo —tan sólidas como las que se realizan en la naturaleza— alcanzan una expresión muy nítida. La especulación en todos los espacios de intermediación rompe escalas históricas. En el mercado interno no se conoce parangón histórico alguno en que se haya alcanzado el grado de especulación de este período. El vendedor compra barato para vender caro. Si las condiciones le permiten vender muy caro, así lo hace. Es la lógica capitalista irrefrenable. La escasez de cualquier bien de alta demanda conduce a esa condición.

Esa es la base de la dolarización. Es un hecho objetivo. Es una tendencia objetiva en las condiciones de la economía venezolana, creada a partir de la política económica destructiva del régimen dizque socialista. Esa es la razón por la cual la tendencia a la dolarización se ha impuesto. La moneda de referencia no es el bolívar, es el dólar. O sea “el ancla” ideal es el dólar.

Por eso es que algunos economistas hablan de la necesidad de la caja de conversión que sería una medida extrema que haría desaparecer el bolívar tal cual lo conocemos, cuya ancla sería el dólar, pero que impondría de manera brutal la disciplina fiscal, pasando por la recomposición del mercado a escala nacional y con el sector externo. Se sincerarían los precios, por lo que durante un período indeterminado el salario caería a una escala muy por debajo de su capacidad para adquirir los bienes básicos para medio vivir.

La solución, desde una perspectiva nacional y popular, es el cambio en la orientación y dirección política del país que lo encauce por la senda del desarrollo y el crecimiento económico. Una política para la reconstrucción en la que el signo monetario esté en correspondencia con las riquezas en circulación. Que su fortaleza sea expresión de la solidez del aparato productivo. O sea, una política que garantice la producción nacional, sustituyendo de manera progresiva y acelerada las importaciones de bienes y servicios. Una política que canalice el ahorro social hacia la inversión productiva. Una nueva sociedad, una nueva democracia, una nueva ética.

Dr. Carlos Hermoso
Profesor de Economía UCV

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