martes, 3 de octubre de 2017
DISIDENCIAS Y COINCIDENCIAS
DISIDENCIAS Y COINCIDENCIAS
José Domingo Blanco
Todavía en Venezuela, en estos momentos, a
pesar del éxodo de compatriotas, hay personas entregadas a la búsqueda de
soluciones. Venezolanos que no se han dado por vencidos y que piensan que
existen salidas viables. Hoy, en nuestro país, todavía hay muchísima gente, con
muy buenas intenciones, preocupada por la muy dolorosa y grave crisis por la
que atraviesa nuestra nación. Y esto no es reciente. Esto lleva tiempo
gestándose y consolidándose. Hay gente valiosa, comprometida y apasionada, que
ha conformado grupos de debate para la búsqueda de la fórmula ganadora. Gente
perteneciente a diferentes comunidades, ONG, gremios y universidades, entre
otros, que se han dado a la tarea de dibujar el mapa de Venezuela,
diagnosticarlo en profundidad, detectar las raíces de sus males y ofrecer un
conjunto de soluciones que nos permitan salir de esta vergonzosa, lamentable y
repudiable situación país.
Incluso en ocasiones, antes de que la
tormenta arreciara tanto, asistí a varios encuentros de esos grupos multidisciplinarios,
integrados por personas talentosas y destacadas en sus áreas de conocimiento;
aunque no todos con el tiempo y el hábito que se necesita para cumplir,
religiosamente, con estos encuentros. Agruparse, bajo el mismo paraguas de
ideas, requiere rigor y disciplina. Arranca con la necesidad de despojarse de
los personalismos, de dejar de pensar en lo individual, para pensar en el
interés colectivo. De esas reuniones, o por lo menos en las de los grupos a los
cuales asistí, se produjeron interesantes debates que culminaron en muy buenos
papeles de trabajo. Clasificados por sectores. Hojas en las que se describían
los problemas y se planteaban las soluciones. Al final, muchos de esos
documentos quedaron engavetados. Otros, por causa de los intereses particulares
y lucha de egos, se diluyeron.
Pero, lo interesante de todo esto es que hace
falta que esos grupos, con sus diferentes “proyectos país”, se den a la tarea
de sintonizarse porque, en esencia comparten el mismo objetivo. Estos grupos
necesitan su punto de encuentro donde, sin duda, verán que tienen ideas
comunes, aun cuando puedan diferir en otras. Les puedo asegurar que deben
existir sorprendentes bocetos; pero que, lamentablemente, en la mayoría de las
oportunidades se estrellan contra las apetencias políticas de grupos que se
consideran conductores de la sociedad total y es eso lo que, para poder salir
adelante, debe superarse.
Veo con preocupación que muchos venezolanos,
tendemos a descalificarnos a priori. No
sé hasta qué punto estaremos enterados del impresionante trabajo que han hecho
muchísimas ONG, que han dejado el pellejo en estos senderos empedrados, sonando
campanadas para alertarnos -sobre la base de sus investigaciones- no sólo que
llegaríamos a esta situación actual, sino que, al mismo tiempo, solicitan
desesperadamente que las tomemos en cuenta porque tienen mucho que aportar. Y
junto a esas ONG, debo colocar a los gremios, que se han jugado el todo por el
todo y no siempre con el viento a favor.
Siento que es nefasto que muchos partidos
políticos pretendan adueñarse de las ideas de estos movimientos que, en la
mayoría de los casos, son puros y auténticos en sus modos de actuar y
conducirse. Desde siempre, esos partidos han querido penetrar los gremios, los
organismos no gubernamentales o los movimientos estudiantiles. Reconozco que,
históricamente, los partidos políticos le han dado soporte al concepto de
Estado. Pero, en estos momentos, necesitamos ir mucho más allá. Necesitamos lograr
una empatía comunicacional que nos permita insertar, monolíticamente, un ente
que no sea solo una plataforma electoral, sino que se convierta en un sólido
bastión sobre el que comience a levantarse el país que deseamos. Venezuela está
despedazada. Y todos tenemos que bregar para comenzar a unirla. Tenemos que
nacionalizar la disidencia. Es el momento de nacionalizar los desencuentros
para deslastrarnos de ellos y caminar hacia la reconstrucción.
En este instante, es obligatorio dejar de
pensar en el yo y comenzar a pensar en el nosotros. En ningún momento pretendo
ser un tratadista, filósofo o profeta. Hay que apelar a la humildad de los
sabios. Estamos en un momento en el que necesitamos sabios, y no sabiondos.
Necesitamos políticos y no politiqueros. La discusión, incluso, tiene que ir
más allá de la diatriba que pueda formarse entre votar o no votar; dialogar o
no dialogar. En este momento la discusión, probablemente, sea la necesidad de
depurar.
La misma sociedad tiene que hacerle entender
a su clase dirigente que llegó la hora –a punta de ciudadanía- de dejar de lado
el anhelo de poder. Porque ya está bueno, y está demostrado, que quienes han
pensado “tengo que llegar al poder para cambiar las cosas”, pierden las buenas
intenciones en las escalinatas que los conducen a ese ansiado poder.
No hacen falta tantos ejemplos, ni buscar
referencias en otras latitudes. La realidad venezolana es nuestra realidad
actual. Lo que hagamos nosotros mismos, en estos momentos, con nuestras propias
herramientas, será lo que determinará que nos transformemos en referencia de
otras naciones.
Y no se trata de tener sólo un espíritu de
crítica. Hoy más que nunca estamos convocados a saber mercadear la política
porque todos los venezolanos sentimos una gran incertidumbre. Estamos hastiados
de la falta de un liderazgo que sepa, con exactitud, qué es lo que debemos
hacer y qué es lo más conveniente, para el momento país que vivimos. Y no
precisamente con visión cortoplacista ni electorera.
@mingo_1
Instagram: mingoblancotv
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