jueves, 20 de mayo de 2010

JESÚS MÉNDEZ QUIJADA - ¿POR DÓNDE ANDA LA JUSTICIA?




Ayer la Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia dio por culminado el juicio contra los funcionarios de la Policía Metropolitana, acusados por los hechos de 11 de abril de 2002. Se ha comentado y escrito tanto sobre los pormenores que a esta altura resulta difícil añadir algo que no se conozca. Sin embargo, no puedo dejar de expresar estas palabras, más allá de la indignación, el dolor y la tristeza que embargará a muchos y, aun, del alborozo que en otro grupo de venezolanos despertará la desgracia de unas cuantas familias. Cosas de la maligna polarización de la sociedad nuestra, para desgracia de todos!

Ese 11 A formé parte de los cientos de miles de venezolanos que nos congregamos, con justísima razón, para protestar contra las decisiones del gobierno. Dejaré de lado las apreciacianes sobre la dicotomía entre la intención de los manifestantes y lo que un grupo muy pequeño, según se conoce ahora de un cúmulo de evidencias, tenía planificado. Casi todos los que estábamos en la calle desconocíamos que existiera alguna planificación paralela.

Sí puedo expresar los hechos que viví. En medio del tumulto me encontré con el comisario Henry Vivas. En oportunidades anteriores había tenido contacto con él, cuando en mi condición de presidente de la Federación Médica Venezolana conducía manifestaciones públicas por reclamos gremiales. Un profesional en su trabajo! Aproveché esa circunstancia para abordarlo en torno al desarrollo de la movilización, muy cerca de Chuao.

Como algunos de quienes leen esto saben, yo soy psiquiatra. Llevo unos treinta años dedicado a la especialidad desde que comencé mi entrenamiento de posgrado, lo cual me ha ensañado suficiente como para apreciar los contenidos de la conducta humana. Confieso que pocas veces he visto a alguien tan lúcidamente atormentado por la certeza de que debía evitarse un desastre, sin contar con la más mínima posibilidad de actuar con un alguna eficacia para lograrlo.

La inmensa marejada ya empujaba por comenzar el camino hacia Miraflores. Vivas me expresaba, con esa angustia desesperada que muy pocas veces me ha tocado confrontar, su imposibilidad de evitar que la masa avanzara. Estaba convencido de que un desastre se desataría y estuvo haciendo esfuerzos por tratar de impedirlo. Pero quién podía contener aquella marejada impetuosa? Leí en él su sensación de desastre inminente.

Su certeza de saber el inmenso riesgo de avanzar y la impotencia por no poder hacer algo para impedirlo, más allá de un desesperado esfuerzo por apelar al convencimiento racional, cosa imposible en un fenómeno de masas de aquella magnitud. De nuevo, nunca vi a alguien tan lúcidamente atormentado por la angustia casi aniquiladora que nace de conocer el riesgo de un acto y no poder evitarlo.

Ya rendido ante la evidencia, al nivel del puente que da paso a la calle Andrés Galarraga, me dijo: "doctor, esto es una locura; déjeme adelantarme a ver si podemos hacer algo más adelante!"

Seguí caminando, hasta donde me lo permitió la circunstancia. Mi hijo menor, con más audacia y vitalidad, había avanza a las escalinatas de El Calvario, hasta que una descarga de perdigones lo alcanzó en el pecho -afortunadamente protegido por un koala- y resultó derribado con el impacto. Unos metros más allá caería un amigo del liceo, no con tanta suerte.

Ahora sabemos que Vivas, con los otros policías, está condenado a permanecer en prisión casi por lo que le queda de vida. No puedo describir la sensación íntima que se me desata. Yo vi a este hombre al borde de la desesperación tratando de evitar que los hechos se desencadenaran.

Yo caminé a su lado rozando su angustia, palpando su sincerísima preocupación. Qué cosa terrible verlo ahora condenado a treinta años de cárcel! Qué cosa terrible sentir la profunda convicción de que se ha condenado a un hombre bueno!

Jesús Méndez Quijada.
Ex presidente de la Federación Médica Venezolana.

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