jueves, 16 de mayo de 2013

RAMÓN SANTAELLA - PALABRAS DE LA CIRCUNSTANCIA - ENTRE PRIMOS





PALABRAS DE LA CIRCUNSTANCIA
ENTRE PRIMOS

El día 15/5/2013, fue necesario visitar el supermercado más próximo a nuestra casa en busca de algunos productos que no fue posible adquirir en la última visita realizada al mismo. No obstante, manifestábamos cierto enojo provocado por la pérdida de tiempo ocasionado ante la deficiencia percibida en diversos anaqueles,  otrora cubiertos con productos de primera necesidad. Y por eso dimos gracias a la presencia de empresas de comunicación porque, después de haber perdido un Black Barry a manos de cierto señor hampón que, estamos seguros, ha debido tomarlo prestado para realizar alguna llamada de urgencia y olvidó devolverlo, dadas sus múltiples actividades productivas, a través de nuestro “vergatario”, podemos enterarnos de boca de cualquiera de los “amigos” dispersos por el país, cuando no son los vecinos que llaman a nuestra puerta, de la llegada a dicho mercado, de nuevos productos integrantes de la “cesta básica”.

¡Muchachos!, muchos no lo creerán, pero, uno “goza” un puyero haciendo esas inmensas colas para entrar a comprar y después, para pagar el producto del momento.

Como hecho curioso, en tales casos, siempre presenciamos la colaboración de supuestos miembros de la Guardia Nacional, cuidando que los compradores no formemos desorden en las instalaciones, donde se genera la oferta; aunque, posiblemente, los encargados de cuidar dichas filas, sean miembros de la Guardia Bolivariana de Reserva, conocida como Milicia; lo cierto es que no hemos tenido curiosidad para detallar las diferencias “uniformizas” entre unos y otros; en consecuencia, terminamos equivocándonos.

Lo de “gozar” haciendo colas interminables, pudiera aceptarse como metáfora del pensamiento que siempre resulta irreverente, chistoso y sátiro; especialmente, cuando los hechos del presente, nos ponen en el trance obligatorio de recordar nuestra infancia, cuando a consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, nuestros puertos y mercados como todos los de América, se vieron bloqueados por la presencia de submarinos alemanes en el Atlántico.

Entonces, los padres de algunos sectores de Caracas, llevaban a sus pequeños hijos, a los mercados libres o municipales,  con la misión de hacer largas colas y pelear su puesto cuando muchachos mayores y adultos, con igual tipo y cantidad de necesidades, intentaban comprar una caja de fósforo, un Kg de azúcar, ½ papelón, ¼ de Kg de café, 1 Kg de maíz; lo permitido por persona.
De manera que, si la familia era numerosa en hijos, tenía necesidad de adquirir más productos de los fijados por la Municipalidad; entonces, era necesario colocar dos o tres hijos por fila. Sin descartar que estos niños fuesen levantados de sus camas entre las 3 y 4am. La primera de las colas se debía hacer para ingresar a los mercados, antes de abrir a las 5am.

No sabemos cuánto tiempo permanecimos extasiados ante aquellos cuatro anaqueles vacíos, donde a falta de otros productos, los propietarios del supermercado acostumbraban exhibir diferentes marcas de papel toilette.

Lo cierto es que no salíamos de cierto asombro, parecíamos convertidos en estatuas de sal por “haber sido regados con el polvillo que suelen usar los brujos y magos en las películas de terror”. De alguna manera estábamos petrificados pero, con el pensamiento vivo, reflexionando en relación a la situación compleja que vive el país:

Nuestra inflación viaja en espiral como pasajero de nave espacial hacia los confines del sistema Solar, ahora, lo que falta es que también nos caiga encima la “maldición” del Dios de la deflación o la estanflación y todos esos términos que llenan de angustia el pensamiento de algunos economistas y a más de la mitad de la población nacional, para no meter en esto a tantas familias extranjeras que están pensando seriamente en abandonar su segunda Patria.

Pensamos en otras cosas dentro de la misma situación y para ser objetivos, no vemos salida inmediata; solo sabemos que el pensamiento, por ser lo único libre que tenemos, necesita, aunque no sea  imprescindible para otros, comunicarse con alguien, sin que sea pertinente pasar por actos violentos o hacer del silencio el mundo adecuado de relaciones individuales.

Nos encontrábamos abstraídos (en concreto, éramos varios los extraviados), como si estuviésemos adorando los anaqueles vacíos, solo faltaba ponernos de hinojos, persignarnos y rezar al menos, un padre nuestro y un ave María…

¡De pronto!, vuelvo en sí y descubro a otra persona, frente al “santuario” en el instante en el cual, alguien se acerca y le dice: ¡Caramba, primo!, tanto tiempo sin verlo, para luego preguntarle: ¿qué hace aquí tan inmóvil como fantasma perdido?

Por la conversación sostenida, me entero que se llama Alberto, quien al pasar por el lugar, se encuentra por casualidad con su amigo Alcides; este había adoptado la misma pose observadora de casi todo el que pasaba por aquel pasillo, cuya cartelera colgada de la estructura del techo, anuncia: papel toilette, servilletas, vasos de cartón y plásticos, platos de cartón y plásticos, cubiertos de plástico y otros…

¡Primo!, dice Alcides, estoy buscando papel toilette y la sorpresa es que no hay; vengo recorriendo el mercado y tampoco consigo aceite, margarina, azúcar y a lo mejor no encontraré las otras cosas que mandó buscar la mujer.

Luego como quien consciente el extravío, exclama: ¡Coño!, primo, ¿Qué vaina nos están echando?

¡Alto ahí, primo!, responde Alberto, a quien noto medio disgustado, por lo visto Usted opina igual a los que dudan de la eficiencia de nuestro Gobierno, tal como lo hacen el “majunche” y sus seguidores, enemigos de la revolución, imperialistas, aliados de Obama como antes lo fueron de Bush.

Eso quiere decir mi primo que Ud., no es camarada, pero tampoco parece que viviera en este nuevo país, independiente y soberano, democrático como nunca, y con un pueblo participativo y protagónico; ¿No se da cuenta primo que los capitalistas no quieren producir por hacerle el juego al imperio y conspirar contra nuestro Presidente porque según ellos, su elección, lograda gracias a  los votos de la mayoría de los venezolanos, no fue transparente, razón por la cual se han dedicado a visitar una cierta cantidad de países creyendo que eso va a derrocarnos; aunque no sé cómo piensan hacerlo porque ya nuestro Presidente habló y dijo que cuidado si intentan derrocarlo y los derrocados son ellos.

Sabe una cosa, mi primo, continúa diciendo Alberto, yo creo que lo dicho por el Presidente es verdad, poniendo mucha  fuerza en sus palabras, ¿Cómo creen derrotarlo si la Fuerza Armada Bo-li-va-ria-na, nada más y nada menos, nos apoya?

          Ud., no ha visto, mi primo, ¿cómo se expresan re-te-bonito, esos generales cuando se dirigen a nuestro Presidente y hablan del pueblo y los logros de la revolución, poniéndose al servicio del Gobierno, antes que a la Constitución y señalando palabras que uno poco usa?, Ud., debe haberlas oído varias veces porque ellos siempre las repiten cuando les toca hablar.

          Será, dependencia, mi primo, interviene Alcides que ha estado callado como intentando penetrar el pensamiento de Alberto, quien responde: bueno esa es una de las cosas que ya no somos, porque ahora, somos soberanos, pero, hay otras que ellos repiten.
          ¡Ah, primo!, refiere Alcides, yo las he oído, voy a nombrarle algunas: ascenso, aumento, lealtad, honestidad, dignidad y hay más, pero esas creo, son las más comunes.

          Sabe una cosa, primo Alcides, señala Alberto, la última de las mencionadas por Ud., es la que más me gusta oír, aunque, para serle franco, voy a tener que buscarla de nuevo en el diccionario, porque no hay forma que me aprenda su significado, con todo y uno oír: trabajo digno, vivienda digna, comportamiento digno. Yo lo que sé es que esa palabra tiene mucho que ver con la Constitución, la ética y la moral de los que mandan y de cada uno de nosotros los ciudadanos.

¡Caramba!, primo Alberto, interviene Alcides, ¿Será que mientras más dignos somos, estamos obligados a protestar contra los irresponsables que mantienen los anaqueles de los supermercados, vacíos?, ¿O quiere decir que somos más dignos, mientras menos participamos del proceso productivo del país?

          Mi primo, mi primo, ¿qué le sucede?, Ud., como que no está en nada, mi compa… responde Alberto: no se da cuenta que ahora, con la revolución hay más trabajo. De nuevo interrumpe Alcides y expresa: bueno mi primo, yo creo que eso es verdad porque, ser incluido en cualquiera de las misiones creadas por el Gobierno, da mucho trabajo, ¡sí!, yo lo creo mi primo, de que lo creo, lo creo, pero, ¿Cómo haremos sin papel toilette?

          Alberto jura que Alcides le está tomando el pelo y medio enojado expresa: mejor lo dejamos de ese tamaño, primo Alcides, con Ud., no se pueden hablar ciertas cosas, de la política nacional, el problema suyo, es que no tiene fe en la revolución; con esta tenemos que comportarnos como lo hacemos con los medicamentos recetados por el médico, si no les tenemos fe, gastamos dinero y no nos curamos. 

Alcides, con el gesto de una de sus manos, parece pedir la palabra. Alberto indica: hable Ud., mi primo, ¡hable!, diga lo que tiene que decir pero, no vaya a negarme la razón de todo lo que le he dicho.

Entonces, para qué hablar, si las cosas son  como Ud., proclama, aunque yo dejé que Ud., dijera lo que tenía que decir, no obstante haberlo interrumpido en ocasiones, pero fueron pocas las veces; sin embargo, le permití hablar y lo oí pacientemente.

Ahora, por favor, óigame Ud., ¿Cómo es posible que el Gobierno tenga que invertir supuestamente unos $50 millones para adquirir papel toilette en el extranjero porque el país no es capaz de producir siquiera el papel con el que nos limpiamos el trasero, para no decir otra palabra y crea el cuerpo humano que lo estoy ofendiendo?

¡Ay, primo!, me va a disculpar, advierte Alberto, Ud., está perdido de ignorante, no le dije que los capitalistas de este país, por ser enemigos del proceso, se niegan a producir; además, fíjese que en el país no existía un papel bueno o adecuado para la población. Cuando la revolución estuvo luchando por establecer la igualdad en el país, los empresarios producían un papel sanitario que parecía una lija nº 40 o un papel tan suave, tan suave que se rompía con la más ligera presión de los dedos al querer uno limpiarse. Ahora, para comodidad de todos, el Gobierno traerá el mejor papel del mundo, aunque no sé cómo será pero, debe ser el mejor al que se producía aquí; como todo lo de la revolución, ¡mejorando cada día!

  A mí me da la ligera impresión, señala Alcides, que ustedes los gobierneros son los extraviados en la ignorancia política y la subordinación, para no hablar de alienación.

Para muestra un botón, prueba fehaciente de que en este país está ocurriendo todo lo contrario a lo que ustedes defienden. ¿Qué pasó con el gerente general de Empresas Polar?, el Gobierno lo acusaba, junto al resto de empresarios, de no querer producir para crear inestabilidad política en el país, manteniendo una actitud de rebeldía, manifiesta en el acaparamiento de la producción de harina PAN y poca distribución del producto.

Habló el señor Mendoza y le cerró la boca al Gobierno que después de haber procedido a expropiar y no generar la “entrega” de divisas a tiempo, para realizar la importación de la materia prima que por la misma causa se ha dejado de producir internamente, acusa al capital privado de lo que él ha dejado de hacer con el 50% de las empresas productoras de harina pre-cocida, antes expropiadas; incluso, tú oíste que este señor propone al Gobierno, le alquilen una de dichas empresas para él ponerla a producir al breve tiempo, siempre y cuando le faciliten la importación de la materia prima necesaria.

Tenga Ud., por seguro, primo Alberto, señala Alcides, la mejor política del capital es la inversión y la ganancia; la política le preocupa, solo cuando se convierte en obstáculo como está ocurriendo con esta revolución; así que no vengan a culpar a los empresarios de no querer producir.

Algo más, mi estimado primo, ¿Ud., cree que al capital le pueda importar que el Presidente haya ganado de manera poco transparente o que lo acusen de cometer fraude?, ¡No!, para nada pero, si la Fuerza Armada, pusiera en duda tal resultado y en vez de brindarle apoyo al Gobierno, cumpliera con el mandato de la Constitución, entonces existiría una buena explicación o argumentos para acusar al capital de no apoyar la política “productiva” del Gobierno.

Supongo, mi primo, que eso está clarito, para buen entendedor, pocas palabras; espero que entienda que no le meto al bruto o al ignorante, sino que creo reflexionar un poco en relación a la situación que vive nuestro país, sin apasionamientos absurdos, simplemente como venezolano.

¡Caramba, mi primo!, refiere Alberto, lo noto así como medio disgustado, ¿está bravo? Dígame si Ud., fuera capitalista-empresario, seguro me mataba al instante.

¡No!, no crea eso, mi primo, responde Alcides, es que esta situación preocupa bastante, ¿sabe?

¡Bueno!, mi primo, nos veremos otro día; pórtese bien, no crea en pajaritos preñados, ni algo parecido, pero, tengo que continuar porque, debo visitar otro supermercado, la mujer no creerá que no encontré papel toilette, ¡qué vaina!, esto es una perdedera de tiempo, chao.

Chao, contesta Alberto, quien sonríe y se aleja a tomar un número para ver si puede comprar unos dos pollos que están vendiendo por persona, cerca de donde se hace lo mismo para adquirir la margarina que está por agotarse.  

                                                            Ramón Santaella Yegre

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