sábado, 28 de febrero de 2015
DIGNIDAD, DIGNIDAD…Y CIENCIA
DIGNIDAD,
DIGNIDAD…Y CIENCIA
Rómulo Lares
Sánchez
“Todo
pensamiento esencial atraviesa intacto la multitud de sus partisanos y de sus
adversarios”.
Martin Heidegger
¿Quién
es el Zarathoustra de Nietzsche?
ENSAYOS Y
CONFERENCIAS,
Pfullingen,
Alemania. 1954.
La descomposición, el
engaño y la locura planetaria están directamente relacionados y determinarían
parcialmente su arraigo y exhibición clara en el territorio venezolano a partir
de 1999. Sin embargo, el restablecimiento de la racionalidad y la verdad en
nuestro Estado de Derecho sería responsabilidad de nosotros, los venezolanos y
no de los otros, los venecubanos, tampoco de los gestores de la comunidad
internacional.
Estas circunstancias
elementales habrían determinado la política ejecutada por el ejército de ocupación,
diseñada y gerenciada por La Habana, que incorporaría en primer orden la
destrucción de todas las instituciones sociales, políticas, religiosas,
académicas, profesionales, sindicales y empresariales, con el propósito de
establecer un clima de incertidumbre, promoviendo servicios públicos
deficientes y su colapso, así como perturbaciones al suministro de bienes,
servicios mediante el asalto a la empresa agrícola, pecuaria, comercial e industrial,
a la propiedad privada en general, hasta la implantación progresiva de un
Estado de Terror.
Centrar la tragedia
de carácter de “holocausto” del siglo XXI requeriría referir la exitosa industria
para el asesinato, promovida por un Estado del crimen organizado transnacional
y de la subversión, que alcanzaría progresivamente una selectiva producción de
cadáveres de más de 240 mil a partir de 1999 y alrededor de 2 mil por mes
durante los años 2013 y 2014, manteniendo siempre una tasa de impunidad cercana
al 94%.
Nada de esto hubiese
podido establecerse sin la cooperación, complicidad y asociación de hombres y
mujeres venezolanos, practicantes de la gran iglesia del dinero, dispuestos a
entregar su dignidad y la de sus descendientes, pretendiendo asegurar el futuro
de sus clanes mediante la acumulación de patrimonios “protegidos” en el sistema
financiero internacional.
Adicionalmente, los
estados del primer mundo participan como cómplices promoviendo los
desplazamientos de la población con mayores capacidades emprendedoras, grupos
más especializados profesional y económicamente solventes, simplificando y
acelerando sus procesos de inmigración para atraer nuestro capital fundamental.
Se habría estimado en alrededor de 1 millón y medio tal emigración de “calidad”.
Complemento de esa
política habría sido la sistemática y permanente promoción de la inmigración de
mercenarios y burócratas especializados en la generación controlada del caos y
de la ocupación. Estimada en varios centenares de miles de invasores.
Las pantomimas de
instituciones venecubanas fueron diseñadas y están gerenciadas con el propósito,
repetimos, de mantener elevados niveles de incertidumbre. Su éxito habría
estado a la vista de todos, hasta de quienes cierran sus ojos, oídos, aguantan
la respiración y guardan silencio. Su primordial función es el sostenimiento de
una manada de administradores “elegidos” por el ciudadano, también exitosa y a
la vista en el “poder electoral” del CNE.
Que el ciudadano
común, sometido a la propaganda y el terror siga creyendo en los cómplices y
socios más crueles que sostienen VENECUBA es comprensible, porque
adicionalmente a la ignorancia de la realidad institucional del crimen
organizado, todo es engaño, aunque sus consecuencias son claramente crímenes
contra la humanidad y sus responsables son simplemente criminales.
En esta categoría han
quedado clasificados quienes a partir del año 2003 han desconocido y
traicionado al pueblo y al colectivo venezolano, que se habría expresado de
manera clara también por intermedio del Sistema Electoral del CNE de entonces para
aplicar, como en efecto lo haría durante esos años, los principios más
elementales y generales de la dignidad humana: la defensa propia de su ser y
dependientes, el desconocimiento de cualquier autoridad usurpada y de sus
decisiones, así como la determinación para actuar por todos los medios hasta
restablecer la legitimidad de las instituciones.
La dignidad de los
venezolanos, exportada masivamente durante estos 12 años como consecuencia de
la política del terror, nos habla claramente, pero también debemos escuchar el
silencio de los asesinados. Vivimos en algo más trágico y bochornoso que en un
estado de guerra y en ocupación, a pesar de que pretendamos disimularlo
mediante el concurso de los delincuentes que se prestan al simulacro y a la
pantomima institucional promoviendo el centro de la traición, el instrumento
diseñado para llevarnos hasta la tragedia del holocausto en el que nos hemos permitido
caer: el sistema electorero del CNE.
Cuando entendamos y
aceptemos esta realidad, cuando tengamos la humildad de reconocer que estamos
equivocados y que hemos permitido que nos engañen y nos traicionen, que hemos
abandonado, por nuestra propia irresponsabilidad, nuestra condición de humanos,
entonces tendremos el estímulo para despreciar a todos los actores referidos y
para despertar y descubrir la verdad de nuestra pesadilla colectiva.
La ciencia no se
equivoca: el retorno de VENECUBA a Venezuela requerirá de la dignidad de
quienes pretendan contribuir con este proyecto, al mismo tiempo que tendrían
que rechazar y condenar la maldad que practican y promueven quienes insisten en
hablar en nombre de las dos caras de la misma moneda, del régimen conformado
por quienes han participado en el crimen organizado y la subversión por
intermedio de otra iglesia local, la electorera del CNE, sobre todo de quienes
han mostrado carecer de vergüenza alguna cuando habrían aceptado, a partir de
2003, sus proclamaciones como usurpadores de la autoridad nacional, de los
estados, de los municipios y parroquias, así como de las “cortes” de los
parlamentos Latinoamericano y Andino.
No se trata de buenas
o malas intenciones, se trata de la tragedia y la vida de más de una
generación.
Quienes entiendan el
sentido de la dignidad y se equivocaron deben asumirlo y reconocerlo para dar
paso y promover la expresión verdadera del venezolano, porque todavía existiría
oculta en algún lugar tal ciudadanía. Esa expresión está en el deseo de
retornar a nuestras vidas.
La tarea deberá
recibir el respaldo y la permanente evaluación y vigilancia de los venezolanos
hacia un reducido grupo, cuyo valor fundamental sería necesariamente el de la
dignidad.
Caracas,
27 de febrero del 2015.
Etiquetas:
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Martin Heidegger,
Rómulo Lares,
Venecuba
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