miércoles, 4 de febrero de 2015
SOCIOLOGÍA DE LAS COLAS
SOCIOLOGÍA
DE LAS COLAS
Luis
Marín
Las colas
son una consecuencia directa de la centralización. Su opuesto es la dispersión,
porque resulta completamente evidente que con muchos y diversos expendedores
las colas no sólo serían innecesarias sino incluso imposibles. Son a una
sociedad cerrada como el acceso libre a una sociedad abierta.
No es sólo
la escasez, como se dice a diario, porque se puede tener la existencia que sea
de bienes y servicios, pero si se distribuyen en un solo punto, inevitablemente
se armará la cola; por último tenemos la demanda concentrada por el apremio del
público en adquirir los mismos productos, en el mismo lugar, al mismo tiempo.
De manera
que la proliferación de colas pone de manifiesto que está desapareciendo la
pluralidad de oferentes, concentrándose la distribución en las grandes
organizaciones que todavía sobreviven a la destrucción socializante.
Estas
entidades originalmente privadas han devenido, por fuerza de múltiples y
abusivas regulaciones, en auxiliares forzados de los mecanismos públicos de
repartición, por lo que, irónicamente, dejaron de ser negocios para convertirse
en “servicios públicos”.
Por éste
camino enrevesado pretende el socialismo del siglo XXI estatizar la economía
“legalmente” aunque se trate de una seudolegalidad, en forma “pacífica” pero
armada, “sin derramamiento de sangre” como diría Mao, siempre contando con que
las víctimas “cooperen”, la palabra mágica que utiliza el hampa antes de
ponerse a disparar.
Sin embargo,
el mero hecho de imponer colas para todo genera resistencias espontáneas, sobre
todo entre la gente que las percibe intuitivamente como una humillación y es
porque lo son en realidad. Son completamente incompatibles con cualquier
sentimiento de distinción y orgullo.
El propósito
político e ideológico de las colas es destruir la dignidad personal y
transformar a los individuos en “masa”. Las colas tienen un efecto de rasero
igualador que pone a todo el mundo al mismo nivel de nulidad y
prescindibilidad, a ser menos que nadie, que es lo característico de una
sociedad concentracionaria, comunista.
Fidel Castro
ha declarado hasta la extenuación que no le importan las críticas de individuos
aislados porque sólo le interesan “las masas”, entendidas como conjunto
indiferenciado del “pueblo”, porque, entre otras cosas, la masa es acrítica, no
sabe de sutilezas ni abstracciones sino de apetitos primitivos, es
profundamente amoral e irresponsable, atributos ambos (moral y responsabilidad)
estrictamente individuales.
El comercio
propiamente dicho es abolido y sustituido por la asignación y distribución de
bienes a los que los comunistas se empeñan en despojar de su condición de
“mercancías”, que es la manifestación del pecado en la religión marxista.
La venta a
precios controlados no es venta, puesto que no persigue ningún fin de lucro,
sino que reduce al comerciante a prestador de un servicio público, es decir,
que lo convierten en funcionario, encima con carácter honorario, porque ni le
pagan ni le conceden el estatuto funcionarial.
De manera
que la confiscación subsecuente de los negocios privados es apenas la
sinceración de una situación que ya se había producido de hecho, en la
práctica: la estatización de las redes privadas de comercialización de bienes y
servicios. Puesto que ya el Estado había establecido qué se vende y a qué
precio, lo que restaba era la toma de posesión de los locales y la
administración del personal.
El método
puede variar pero el objeto sigue siendo el mismo, desafortunadamente, los
resultados también serán los mismos: Todo para el Estado y el Estado para todo.
GUERRA ECONÓMICA
El rasgo más
sobresaliente es su singularidad: Venezuela es el único país en el mundo donde
ocurre tal cosa. Ni siquiera en Colombia, donde se reconoce que hay un
conflicto bélico porque hasta participan en unas negociaciones de paz en La
Habana, se habla de que exista “guerra económica”.
La cruda
verdad es que la tal guerra económica es una táctica diseñada en una sala
situacional para enfrentar una situación creada con medidas excepcionales. El
maestro del nacionalsocialismo, Adolfo Hitler, bendecía la guerra porque sin
ella no hubiera podido aplicar medidas extremas que serían inconcebibles en
tiempos de paz.
La paradoja
de sus seguidores criollos es que aplican una economía de guerra mientras
hablan de paz e identifican éstos como “tiempos de paz”. Considerando la guerra
como la continuación de la política por otros medios, visto que para ellos todo
es político, entonces se concluye forzosamente en que todo es guerra, a lo que
no puede escapar la economía, que es el centro de las preocupaciones de los
comunistas.
Quienes
tienen una concepción guerrerista de la sociedad y el mundo parten con ventaja
respecto de los demás que o bien adoptan un punto de vista contrario, pacifista
o tolerante, en cuyo caso serán derrotados sin remisión por la violencia, o
bien se defienden por medios equivalentes, con lo que confirman los prejuicios
de aquellos.
Esta ha sido
siempre la fortaleza de la táctica de la lucha armada que obliga al contendor a
someterse al juicio de las armas, tal como proclaman los guerreristas que es el
juicio de la historia: la imposición del más fuerte.
El poder,
dice Mao, nace del caño de un fusil; portarlos es un privilegio de los
militares, luego, los militares tienen el poder.
ECONOMÍA DE DEPREDACIÓN
El Estado
militar es un Estado de bandidos. Vive, sobre todo, de los botines y de los
tributos. Su sistema económico es un “comunismo de bandidos y guerreros”,
producido por la mentalidad militar aplicada a todas las relaciones sociales,
ha escrito Von Misses memorablemente (1932), antes de que el nacionalsocialismo
tomara el poder.
Desde el
civilizado centro de Europa hasta el primitivo centro de África observamos que
las mismas prácticas conducen a resultados semejantes, ilustrados por la
“proverbial plaga de langostas”, de quienes se comportan en su país como
ocupantes extranjeros.
Hasta ahora
el ejemplo más actual de depredación revolucionaria era Zimbabue, de Robert
Mugabe. Es difícil imaginar la impresión de un granjero blanco que encuentra
una mañana una horda de guerrilleros acampando en su patio. Estos sujetos matan
y se comen al ganado, reparten la leche y el queso, se llevan lo que queda y
luego destruyen las instalaciones.
Como se
encuentran en rebelión armada, la confrontación es directa con el ejército que
si no logra someterlos conducen a toda la sociedad a la impotencia. La
intervención externa es una ilusión que de realizarse se convierte en otra
bandera ideal para los revolucionarios que unen el nacionalismo al socialismo.
Podía verse
claramente que estaban matando a la gallina de los huevos de oro y que la
economía del país, antaño la más floreciente del África, se arruinaría, como en
efecto ocurrió, con una escasez devastadora y la inflación más alta del mundo.
Pero ellos
llaman a esto “revolución”, a sus fines “justicia” con la población negra
excluida, por cierto, la primera que se queda sin trabajo ni de qué vivir. Al
final, adoptan el dólar como moneda oficial, reparten la administración con la
oposición también oficial y luego de casi 35 años Mugabe sigue en el poder, que
es lo único que le interesa.
Ahora en
Venezuela se observa exactamente la misma dinámica. La plaga cae sobre
cualquier empresa, si más floreciente mejor, como sobre un botín, la saquean
hasta verle los huesos y luego simplemente saltan sobre otra.
La
dificultad del comunismo de campamento es que siempre necesita tener a quien
asaltar y las posibilidades económicas de cualquier país son limitadas por
definición; luego, deben extenderse sobre otro país para mantenerse con vida y
seguir avanzando, tal como ha hecho el régimen de Castro contra Venezuela después
de extenuar a Cuba.
Lo
sorprendente de este sistema es lo paradójico que resulta, porque se roba la
energía social al paralizar la iniciativa de los individuos o, para decirlo en
su propio lenguaje, se convierte dialécticamente en su propia negación, con lo
que se autodestruye.
Lo trágico
es que en esta “dialéctica” destruyen también a todos los demás, a menos que se
les oponga algún muro de contención.
Generalmente
los comunistas llegan hasta dónde los dejan llegar.
Luis
Marín
02/04/2015
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Venezuela 2015
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3 comentarios:
Al fin alguien toca el problema de fondo políitico e ideológico de las colas. No son sólo escasez y quiebra de un aparato productivo son también la manera de controlar la gente para que esté siemprte quieta y al servicio del comunismo que se quiere imponer. El Dr. Marín lo ve muy claro. Gracias y felicitaciones.
Felix Sánchez A
Excelente artículo!!!
JCC
Me perdonas Luis, a menudo leo tus artículos, pero me parece que tu furibundo anticomunismo esta en relación inversa con algunos de tus análisis. Tu antediluviano anticomunismo que lo usas como comodín, más parece el análisis de un fanático, de tipo Ku Khu Klan o los Neocom, que de una persona con cultura política y un conocimiento de historia contemporánea, que bien sé que la conoces.
No te parece que si el supuesto comunismo fue enterrado hace 25 años, suena muy burdo comparar el actual “Estado militar un Estado de bandidos, sobre todo, de los botines y de los tributos”, dominante en Venezuela, con un gobierno comunista, cuando sabes de sobra que Chavez y todos los militares que lo acompañaron en el golpe de febrero de 1992,ERAN Y SON ANTICOMUNISTAS FURIBUNDO Y QUE CHAVEZ SE REUNIA CON LA MISION MILITAR AMERICANA,VOLABA EN SU AVION Y GEORGE LANDAU, EMBAJADOR DE EEUU EN EL CONO SUR EN MEDIO DE LA OPERACIÓN CONDOR, FUE TRASLADADO A VENEZUELA EN 1982 PRECISAMENTE CUANDO CHAVEZ, LOS MAYORES SANTELIZ, OCHOA ANTICH Y RAMIREZ SANTIAGO LO CAPTARON PARA LA CONSPIRACION Y LO LLEVARO A LA ACADEMIA MILITAR. O es que tú crees que Landau y luego Otto Reich, vinieron a Venezuela como embajadores, desconociendo de esa conspiración y sobre todo que la misión americana se reunía con ese Cachorro del Pentágono que se llamaba Chavez.
Me perdonas, no comparto tu anticomunismo, ni tu defensa del sionismo, sin embargo te leo, por cuanto NADA HUMANO ME ES AJENO, pero por favor no acuses al comunismo, ni a los comunistas con esta banda de estafadores. En la URSS, jamás existió algo que tuviese que ver no tanto con el comunismo, ni siquiera con el socialismo, sabes muy bien que el Capitalismo de Estado, es un invento del tardío capitalismo alemán y de Bismarck y luego teorizado por Keynes, fue la solución del capital, a la libre competencia y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y la implantación del capital financiero y los monopolios. Lenin y Trotsky, entre otros fueron creyentes y practicantes de este capitalismo de estado, que lo consideraron la fase final y moribunda del capitalismo, pero esto no tiene nada que ver con el materialismo, ni el comunismo de Marx, aunque si con el llamado “marxismo” como las iglesias que se formaron a raíz de su muerte.
Sin embargo Luis debes reconocer que los millones de hombres y mujeres que murieron enfrentando al fascismo y declarándose comunistas, deberían merecer un poco de respeto, al igual que los judíos que murieron luchando contra ese mismo enemigo. No te acuerdas del ghetto de Varsovia y del papel de los comunistas judíos en esa lucha. Vamos a respetar por lo menos esa memoria y por favor combate al comunismo a partir de sus principios y no a partir de quienes se creyeron en nuevos mesías y padre de las nuevas iglesias que se formaron a nombre del “comunismo”.
Me imagino que si Jesucristo resucitara en estos momentos no quedaría un templo cristiano que no derribara. No digo nada de Yahveh, pero creo que si regresa haría lo mismo con mucho de sus seguidores, sobre todo en Israel. Y te confieso soy ateo, pero respeto a todo creyente por un principio no comunista, sino liberal: La religión es un asunto privado, de toda persona. Un saludo de mi parte. Pablo Hernández Parra.
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