lunes, 7 de diciembre de 2015
NO ENTENDIÓ ABSOLUTAMENTE NADA
NO ENTENDIÓ ABSOLUTAMENTE NADA
Humberto García Larralde
“¡Gloria al Bravo Pueblo!…” Ayer la
dignidad de los venezolanos derrotó el amedrentamiento oficialista. La coacción
desde ministerios y dependencias, la propaganda truculenta de “la pesadilla”,
los intentos de engañar con la tarjeta de MIN Unidad y la amenaza de violencia
–“saldremos a la calle”- no lograron torcer la voluntad de cambio de la inmensa
mayoría del país, hastiada de tan irresponsable e incompetente conducción de la
cosa pública, como de sus terribles secuelas en términos del colapso en sus condiciones
de vida. Y honor a la legión de representantes de mesa y a la gente que los
apoyó, que fueron garantes del triunfo. Finalmente, un reconocimiento justo a
la Fuerza Armada, que supo mantener una posición institucional de resguardo de
los resultados de la elección.
Quien no entendió absolutamente nada de
lo ocurrido fue el presidente Maduro. ¡Qué discurso tan deplorable! Después de
tan contundente repudio a su gestión, insistir en echarle la culpa de su
derrota al triunfo de una “guerra económica”, muestra una incapacidad
lamentable por asimilar las enseñanzas del proceso recién concluido. ¡Si los
intentos de escurrir sus responsabilidades en el desastre económico actual
argumentando semejante idiotez fue lo que el pueblo repudió en las urnas!
Si bien nadie apostaba a que las
entendederas de Maduro daban para asumir una posición de estadista –que no es
que le queda grande, sino inmenso-, hubiera sido mucho más edificante haberlo
escuchado tender la mano a la nueva mayoría en aras de generar un ambiente
favorable a los acuerdos que, por fuerza, deberán producirse para afrontar los
gravísimos problemas que desafían al país.
Algunos dirán que fue un discurso para
intentar cohesionar a sus golpeadas huestes, en previsión de la guerra de
culpabilidades que habrá de desatarse seguramente al interior del PSUV.
Puede que así haya sido pensado. Pero dejarse llevar por su talante fascista y
apelar al dogmatismo, al espíritu de secta, al simbolismo maniqueo de una
guerra urdida por un capitalismo maligno contra el pueblo, no solo contraría lo
que se espera de él como jefe de Estado, sino que es cuchillo contra su propia
garganta. Como dijo alguien por ahí, solo a Maduro puede ocurrírsele inventar
como ardid político una guerra que luego lo derrota.
2016 será un año terrible para
Venezuela, peor que 2015, si no se aviene a entendimientos con las fuerzas
democráticas para instrumentar un programa de ajuste que ataje la caída hacia
niveles aún más profundos de miseria y desesperanza. La postura confrontacionista
de seguir repitiendo una estupidez en que nadie cree, lo que hace es mostrar
una conducta intransigente que habrá de provocar la convocatoria de un
referendo revocatorio de su mandato. La sirve en “bandeja de plata”.
El liderazgo opositor encara una enorme
responsabilidad ante la nación. Las primeras declaraciones de Chúo Torrealba y
de otros voceros son esperanzadoras por su llamado a la reconciliación, a
evitar la retaliación y a poner los intereses del país por encima de intereses
mezquinos de bando. Pero ello requiere de una reflexión importante en la acera
de enfrente, capaz de asumir sus responsabilidades y mostrar una disposición a
rectificar para sacar al país del hueco en que lo metieron.
¿Entenderá esto, más temprano que tarde,
la cúpula oficialista o se dejará llevar por sus instintos fascistas de
confrontación y de sabotaje a la nueva mayoría? ¿Arrastrará a los suyos a una
irremediable caída con su sectarismo? El primer discurso de Maduro en absoluto
es constructivo. Pero tengan por seguro que los venezolanos no perdonarán el
atrincheramiento del oficialismo en dogmas y clichés venenosos en estos
momentos tan decisivos para el país.
Humberto García
Larralde
economista, profesor
de la UCV
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