jueves, 3 de diciembre de 2015

LA REVOLUCIÓN DE LOS MUERTOS







LA REVOLUCIÓN DE LOS MUERTOS
Humberto García Larralde

Anoche, miércoles 2 de diciembre, como expresión de la locura extrema que se ha apoderado de Maduro, se aireó en cadena nacional a Chávez -luego de tres años muerto-, en un video en el que regañaba a sus partidarios por la derrota sufrida en el referendo sobre el cambio de la constitución, celebrado ocho años atrás. Quizás este intento desesperado por despertar lealtades que se han ido apagando ante el desastre urdido entre ambos retrata mejor que muchos sesudos análisis la esencia de esta mal apodada “revolución”.

Desde sus comienzos, los referentes de la Revolución Bolivariana fueron siempre los muertos, en este caso, los grandes muertos, elevados a condición de héroes por haber triunfado ante un ejército español que se oponía a la emancipación de Venezuela y de América Latina 200 años atrás. Luego, cuando quiso adornarse de socialista, los resentidos de la insurgencia guerrillera de los ’60 desempolvaron a los caídos en esta gesta inútil –que sacrificó a tanto joven idealista- para aportar mártires de izquierda a su pretendida supremacía moral.

Y ahora, una vez dilapidada la cornucopia petrolera, la inopia de ideas para enfrentar los problemas del país no encontró mejor respuesta como antídoto a la inevitable erosión de su apoyo, que revivir en televisión al ídolo desaparecido, garante supremo de las “verdades” eternas que resguardarían para siempre a Venezuela. Solo falta algo como la elegía con que el antiguo seminarista, Joseph Vissarionovich Djugashvili (Stalin), quiso apropiarse en exclusividad del legado de Lenin –en ocasión de sus exequias-, para liquidar a sus rivales en el Estado Soviético.

El culto a la personalidad, más si se trata de un muerto, ha servido siempre para congelar en el tiempo toda posibilidad de cambio, para reemplazar los soplos frescos de renovación por el aire estancado de ideas y conceptos que hace mucho dejaron de tener pertinencia, en aras de consolidar un poder despótico.

Con la difusión del Difunto Eterno –todos los muertos lo son- en cadena nacional como pieza de propaganda política, el régimen confiesa su carácter retrógrado, su apego a dogmas fosilizados, su incapacidad por ofrecerle nada positivo, de avance y de progreso, a Venezuela. Lamentablemente, la preeminencia de la muerte en esta “revolución” no se reduce solo al imaginario que transmite.

Son también los cuantiosos muertos que cada semana ingresan a la morgue a consecuencia del hampa desbordada, los asesinados por “colectivos” y Guardias Nacionales por ejercer su legítimo derecho a la protesta y, ahora, el creciente número de decesos por no conseguir los medicamentos con los cuales combatir enfermedades graves o que impiden una operación salvadora.

¿A alguien puede sorprenderle que en la Venezuela “revolucionaria” de hoy puedan estarse muriendo personas que no tienen cómo comer por la carestía de los alimentos y la carencia de ingresos?  

Mientras Maduro amenaza con arrebatos de violencia y muerte para intimidar al país ante su probable derrota en las elecciones parlamentarias del próximo domingo, corresponde a las fuerzas democráticas invocar la vida, la esperanza, la confianza en nosotros mismos, para abrir las puertas a un futuro mejor a los venezolanos.

“…in Ur-Fascist ideology, heroism is the norm. This cult of heroism is strictly linked with the cult of death. It is not by chance that a motto of the Falangists was ‘Viva la Muerte’ (…)  …the Ur-Fascist hero craves heroic death, advertised as the best reward for a heroic life. The Ur-Fascist hero is impatient to die. In his impatience, he more frequently sends other people to death.” (Umberto Eco, Ur fascismThe New York Review of Books, junio 22, 1995, pp. 12-15.

Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV

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