domingo, 19 de abril de 2009

THAMARA NIEVES - “BIBLIOCAUSTO” EN LAS BIBLIOTECAS ADSCRITAS AL SISTEMA PÚBLICO DEL PAÍS


“PURGA” CULTURAL A LA CRIOLLA

Reproducimos en esta Red del Colectivo este material, por considerar de importancia la temática que se discute. No sabemos si todo lo expresado en él corresponde a la realidad. De no serlo, diferentes instituciones y personalidades deberían desmentirlo y dar testimonio diferente de lo ocurrido.

Sin embargo, la actuación gubernamental viene recorriendo estos caminos y no es de extrañar que se exprese en circunstancias como las narradas. No son los primeros testimonios. En nuestros materiales hemos dado cuenta de una actuación que tiene como norte el mayor autoritarismo, que no puede basarse sino en la extensión de la mentira, como herramienta permanente de manipulación del colectivo. 

El GP ha sido muy claro en su intención de ‘destruir todo lo existente’ para que nazca lo nuevo. Y a la fecha de hoy lo que está presente en la acción destructiva y el discurso sobre un tal socialismo que en nada ha representado bienestar o mejoría del padecimiento del colectivo. 

Por el contrario, todos los viejos males de la república se han acrecentado y aún creado nuevas modalidades. La destrucción de la memoria histórica de un pueblo es un típico gesto de los regímenes que carecen de mensaje y peor aún de un hacer que los reivindique ante la historia. De allí que se requiera silenciar el pasado, aunque en la práctica se siga ciegamente aferrado a sus peores raíces y procedimientos.

Quien aspire ofrecer una nueva perspectiva del hombre, la historia y el mundo, lejos de destruir requiere de toda la documentación que la antecede, para poder señalar nuevos rumbos, perspectivas y hacer. Preservar es enseñar, es permitirle al ciudadano común, al colectivo, ser quien decida sobre lo actuado y por actuar.

Darle una sola versión de la historia, la de los actuales ‘ganadores’ y beneficiarios de la misma, sólo le da mayor profundidad a la tragedia que se impone. Y sólo habrá de redundar en su propio resquebrajamiento y autodestrucción.

La historia conoce suficientemente los procesos de derrumbe de estatuas y su sustitución por nuevos signos del mismo contenido. Lo que no conoce aún, más allá de la terrible autoacusación que significan los homenajes al ‘soldado desconocido’, es la otra historia, la que diariamente ejerce el colectivo en su tarea de sobrevivencia.

Y esa escritura indeleble, esa memoria indestructible, no podrá ser jamás objeto de quemas, requisas o desmantelamiento. Se conserva el consciente colectivo de un pueblo, y aflorará, en su momento, para recomponer la vida, la palabra y sobre todo la alegría.

Sabemos, sin embargo, que mucha gente que ha sido llevada a ser ejecutores de estas acciones, no deben estar de acuerdo con ellas. Quizás la complicidad o una mala entendida solidaridad los lleva a silenciarse o a permitir, lo cual los convierte, aunque no lo quieran, en cómplices. Porque, quien haya estado alguna vez, enamorado de un libro, de un texto, jamás procedería a excluir, extinguir aquellos con los cuales disiente. Por el contrario, le ayudarían a afinar su pensamiento, su humanidad y su capacidad de raciocinio para contribuir a construir nuevos lenguajes, nuevas palabras, un nuevo abecedario al porvenir del hombre.

Ojalá hechos como éstos, que no pueden encontrar justificación en ninguna parte, sirva para que aquí, en este expaís, comience a realizarse un deslinde. No entre chavistas y no chavistas, entre puntofijistas y antipuntofijistas, entre oligarcas y revolucionarios, sino entre quienes cumplen un código ético de deberes y quienes lo burlan a cada instante, acompañando dicha acción con el discurso fariseico de quien se quiere presentar como ejemplo y modelo, cuando apenas es una grotesca estafa a la esperanza y a la confianza de un colectivo.

Y si esta ‘quema’ sirve para que ese proceso pueda comenzar, que puedan alinearse de un solo lado aquellos dispuestos a participar en un proyecto de sociedad equidistante de todo fraude, pantomima, circo o componenda, dirigido a sentar las bases de una sociedad plural, pensante, creadora, de alto vuelo y capacidad de entrega y sacrificio, de trabajo productivo y de convivencia pacifica, capaz de dejar atrás odios e intransigencias, en suma, la violencia, habrá valido la pena ese fuego. MS


Si faltaba la prueba “reina” para demostrar que es una política de Estado la destrucción masiva de libros “imperialistas” en las bibliotecas públicas, ésta la dio nada más y nada menos que quien fue el director general del Instituto de Biblioteca Nacional (BN) Fernando Báez en el año 2008, palabras solamente recogidas por la Agencia Bolivariana de Noticias, sólo que pasaron inadvertidas para los medios de comunicación ante la avalancha noticiosa que vivía el país para el momento. 

Báez, al inaugurar en marzo de 2008 en la sede de la BN la exposición “La destrucción de los libros en la historia”, dijo que “el imperialismo cultural en la Biblioteca Nacional había llegado a su fin”. 

No quedó allí su “mea culpa” sino que advirtió que “hemos declarado la guerra total a todos los signos de imperialismo cultural que traten de colocar la memoria de Venezuela al margen de sus verdaderos intereses”. 

Báez quien paradójicamente, acaba de escribir un libro en el cual cuestiona la pasividad de los soldados norteamericanos ante el exterminio de miles de libros en Irak, aseguró que las transnacionales ya no tendrán espacio ni en la Biblioteca Nacional de Venezuela ni en la red de bibliotecas públicas del país: “¡Fuera los apátridas que tratan de colocar los intereses de la memoria nacional al servicio de la hegemonía cultural de Estados Unidos!”. 

No se trata de un hecho casual la quema y destrucción de más de 62 mil libros en el estado Miranda, es que el “bibliocausto” ocurrió en todas las bibliotecas adscritas a la BN en todo el país, y prepárense: ¡ahora vienen por las bibliotecas escolares! 

Si ya es bastante el asombro, siéntense para que lean detenidamente: también exterminaron gran parte de los periódicos venezolanos como El Heraldo, La Esfera, El Universal, Ultimas Noticias y gran cantidad de diarios de principios del siglo XX, con el agravante de que muchas de esas empresas periodísticas no existen y sólo permanecen las colecciones de las hemerotecas públicas y privadas, es decir, se acaba la fuente de la historia en Venezuela. 

¿Quiénes fueron los responsables de ejecutar semejante barbarie? 

Los Tupamaro, quienes durante varios meses se encargaron de tratar de borrar los sistemas de operación del Instituto BN, que aun cuando requiere actualización, tenía un método muy eficiente de operación y un personal calificado, con mucha mística. 


Los Tupamaro, con Báez a la cabeza, no sólo borraron signos y símbolos de lo que ellos consideraban la IV República, sino de buena parte de nuestra memoria histórica y cultural, así como de la cultura universal. Se debe evaluar ahora la magnitud del daño. 

Lecturas bolivarianas 

Ignacio Barreto, actual director general del IBN admite que la labor de Báez fue la instrucción ideológica y partidista en las bibliotecas públicas. Para cumplir esto fueron designados inexpertos directores, bachilleres en su mayoría; todos con carnet del PSUV, identificados con el proceso quienes debían cumplir con la misión del cambio. 

Según el bibliotecólogo Eddy D. Souza, el objetivo fue cambiar estructuras, procesos, lecturas, lectores, por ello intentaron, en algunos casos sin éxito, eliminar los archivos que tenían cada uno de los servicios. La finalidad de acuerdo a Souza, fue borrar la historia de la institución, negar el trabajo que cada unidad de información había realizado durante muchos años, todos esos años de la cuarta República. 

De acuerdo con su relato, a este propósito siguieron otras acciones, como expulsar a todo personal de libre remoción, reubicar a profesionales en puestos de categoría inferior a su nivel de capacitación y afianzar la estrategia propagandística. 

“Las bibliotecas comenzaron a proyectar vídeos con alocuciones del Presidente de la República o programas de la Misión Ribas. Contaban además con un expositor que comentaba los vídeos e invitaba a leer folletos, revistas y otros textos relacionados, que comenzaban a formar parte de la colección de la biblioteca. La propaganda gubernamental y la imagen del líder del proceso revolucionario, tomaron los espacios destinados a la promoción del libro y la lectura; en las carteleras, fueron reemplazadas las actividades culturales por jornadas de estudio político”. 

Pasillos y oficinas de la sede central de Caracas parecen más bien un núcleo del partido comunista cubano -con murales gigantes del Che Guevara- que una institución oficial venezolana. Bolívar y nuestros próceres brillan por su ausencia. Se desincorporaron libros infantiles donde había presencia de nieve; algunos títulos que sufrieron esta política de exterminio son El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry; Lectura para jóvenes venezolanos, de Arturo Uslar Pietri y Misterio de la momia, de Alfred Hitchcock; sólo se adquirieron 6 libros para niños en un lapso de 4 años; los títulos: La fortaleza perdida, de Fidel Castro; La política explicada a los niños y jóvenes, 3 guías de estudio y La historia de un caballo que era bien bonito, de Aquiles Nazoa, destaca Souza. 

La destrucción no quedó allí, el mismo fin sufrieron textos incunables, colecciones completas de Zubillaga Pereira, Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, clásicos, entre muchos otros. 

Nuestra purga criolla 

Como todos los regímenes fundamentalistas, reivindican viejas frases según las cuales -una de ellas- la historia se repite. Ya numerosas obras artísticas han sido destruidas aquí en esta década revolucionaria, y hace pocos días el mismo presidente Chávez pidió bajar de sus pedestales las estatuas y obras escultóricas de Cristóbal Colón para colocar allí figuras indígenas. 

Pero el nuevo director del IBN, Ignacio Barreto, asegura que “en la biblioteca no se vetan libros”, según asegura, las acciones de Báez no fueron avaladas por el Ejecutivo Nacional, razón, entre otras, por las que sale de la institución. Esa es una manera mal entendida de hacer política, opina Barreto, para quien esa es una forma cómoda de asumir una posición política: 

“No nos molesta la presencia de carteles con la figura del Presidente, esta es una institución pública y él es el Presidente de la República. Pero debemos tratar de respetar las normativas para el uso de las áreas públicas y, sobre todo, que las instancias responsables dentro de las instituciones velen por esas normativas; eso ni siquiera fue de ciertas instancias de la gerencia, sino un grupo político que estaba metido aquí. Fueron hechos bastante irregulares, que incluso parecían acciones para lograr una reacción negativa”. 

Vale la pena preguntar ¿por qué se continuó entonces el exterminio pasando este año a los periódicos? Aún es posible encontrar entre buhoneros numerosos ejemplares de diarios de principios del Siglo XX ¿o es que se pretende sustituir ideologías, implantar otra versión de la historia? Algunos especialistas opinan que estas obran fueron sacrificadas para dar espacio a la obscena cantidad de material sobre la “revolución bolivariana” impreso en los últimos diez años. 

“Donde se queman libros se acaba quemando hombres” 

Heinrich Heine lo había profetizado: “Donde se queman libros se acaba quemando hombres”. Un siglo después de su profecía -abril de 1932- comenzó la quema de libros en gran escala. Grupos estudiantiles nazis se lanzaron a destruir las obras conceptuadas “peligrosas” por el gobierno de Hitler, y de su ministro de Cultura Goebbels, autor de la orden de “purgar” las bibliotecas. 


Los libros de los judíos, los pacifistas y los llamados “decadentes” se convirtieron en hoguera. Fueron incineradas novelas de Mann, Kafka, Hemingway y Proust, ensayos de Freud y Buber, y piezas teatrales de Brecht, Wilde y Genet. Pero hay casos más recientes, entre ellos la decretada purga cultural en la China de Mao en los años sesenta y ejecutada por las brigadas juveniles marxistas, en nombre de la “Revolución Cultural”. 

El pueblo por encima del soberano 

Si la cultura es el alma de una nación, la completa destrucción de la cultura de un pueblo conduce a su exterminio. Desde que en 1949 llegó al poder, el Partido Comunista Chino destinó los recursos nacionales a destruir la cultura tradicional china, fue algo planeado, bien organizado y sistemático, sustentado por el uso de la violencia de Estado. 

El PCCh creó la “cultura partidaria” -del partido- porque no podía permitir la permanencia de conceptos de tan larga tradición como el del cielo y el gobierno superior de Dios, el pueblo por encima del soberano. Sus miembros sabían que mientras existiera la cultura tradicional, el pueblo no aprobaría el proceder del Partido y los intelectuales continuarían señalando los errores del emperador y defendiendo la justicia a riesgo de su propia vida. 

Todas las acciones del PCCh sirvieron un propósito político, a fin de instaurar, preservar y consolidar su tiranía; reemplazaron la naturaleza humana y la cultura tradicional china con su despiadada naturaleza de la cultura partidaria. 

Todos los aspectos de la vida humana fueron afectados por el cambio: las acciones, las formas de pensar, los estilos de vida, los valores tradicionales de la gente y su perspectiva del mundo. El deshacerse de las reliquias culturales fue sólo una parte; muchos ejemplares únicos de libros, caligrafías y pinturas coleccionadas por intelectuales fueron a parar al fuego o se convirtieron en pulpa de papel. Los líderes de las Guardias Rojas usaron miles de libros para hacer un fogón y darse calor. Lo que quedó fue convertido en pulpa de papel. 

Al mismo tiempo, proliferó el “libro rojo”, con una recopilación de los discursos más importantes pronunciados por Mao Zedong, conocido popularmente como el libro rojo de Mao. Otro texto que se convirtió en obra de referencia obligada de los jóvenes soldados del ejército fue el Diario de Lei Feng, escrito por los servicios de propaganda del ejército. En aquel momento el ejemplo de Lei Feng tuvo una enorme influencia sobre la juventud china, y al igual que el lenguaje revolucionario de las citas de Mao, se convirtieron en los instrumentos de adoctrinamiento político. 

La purga antisemita en la URSS 

El 12 de agosto de 1952 fueron ajusticiados en Moscú 24 escritores, críticos literarios y dirigentes judíos, acusados de complotar para separar a la península de Crimea de la Unión Soviética y crear allí una república nacional judía “burguesa y sionista”. La acusación agregaba además los delitos de “traición”, “hostilidad al Partido Comunista” y “hostilidad a la URSS. 
Incluso León Trotsky, líder del Partido Comunista, vio como casi toda su familia fue destruida por la saña de Stalin, sus dos hijos también murieron ultimados por el régimen, hasta que él, igualmente, fue asesinado. 

Entre 1937 y 1938 las “depuraciones” se extendieron hacia los escritores; glorias de la literatura y el arte soviéticos fueron segados por la furia stalinista. Los parámetros culturales fueron sustituidos uno a uno; la sociología y la historia marxista fueron borradas, la historia oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética fue reescrita, fueron eliminados los roles positivos desempeñados por los adversarios de Stalin. La educación fue reformada. 

El Terror fue planificado desde el Poder: Stalin firmó personalmente largas listas de personas, el clima se hizo particularmente pesado para los intelectuales. El sometimiento completo del partido a Stalin, fue paralelo a la subordinación de la industria y la agricultura. After squelching Bukharin and the “right-wing deviationists” in 1929 and 1930, Stalin’s position was assured. Después de acallar la “extrema derecha desviacionista” entre 1929 y 1930, el dictador se afianzó en el poder. The period of Stalin’s purges began in December 1934 when Sergei Kirov, a popular Leningrad party chief who advocated a moderate policy toward the peasants, was assassinated. La policía secreta aterrorizó a la población en general, con un número incalculable de gente común castigados por falsos delitos. 


La más democrática del mundo 

En 1936, paralelamente a las purgas, se intensificó el Gran Terror, mientras que Stalin aprobó una nueva Constitución para sustituir la de 1924. Esta Carta Magna fue aclamada como “la más democrática Constitución en el mundo”. Allí se estipulaba el voto libre y secreto, elecciones basadas en el sufragio universal y garantizaba a la ciudadanía un conjunto de derechos civiles y económicos. Pero en la práctica, esos derechos fueron negados en otras disposiciones de la Constitución según las cuales la estructura básica de la sociedad soviética no podía ser cambiada y el régimen conservaba todo el poder político. 

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19 de abril del 2009

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