miércoles, 8 de abril de 2009

VIANCO MARTÍNEZ - MILAGROS ACOSTA, EXILIADA EN SU PROPIA TIERRA


Ayer Vianco Martínez, periodista dominicano, fue agredido mientras ejercía sus funciones. Largo tiempo ha durado la justicia para pronunciarse ante hechos más que comprobados. Y aún sigue su lucha, porque los responsables de estos hechos, se sienten con el derecho de ser transgresores sin que ello les acarree consecuencia alguna.

Hoy Vianco sale en defensa de otra periodista, Milagros Acosta, a quien le corresponde ahora ser objetivo de de la acción represiva. Su historia es la de muchos que como ella, como Vianco, tienen que transitar difíciles caminos en la tarea de ser recolectores y difusores de las realidades más silenciadas y vulnerables de la sociedad.

Lo ofrecemos al lector, en la seguridad de que entenderá, que sólo la unidad de propósitos, en el marco del cumplimiento de un código de deberes, hará posible enfrentar tanto a los intereses particulares de los dueños de los medios de comunicación, como a los gobernantes a quienes estorba el ejercicio crítico que coloca en el centro del debate, la  otra cara de la historia. MS


En un lugar donde Salcedo se convirtió en asombro y creció de la noche a la mañana sin pedir permiso a nadie, vive una periodista llamada Milagros Acosta. Milagros ha sido reportera de un siglo a otro. Para más señas, corresponsal del periódico Listín Diario en esa jurisdicción, y como periodista tiene un historial impecable.

Milagros es una leyenda del periodismo provincial. Una vez fue secretaria general de la filial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP). Ella tiene una visión muy clara de lo que debe ser la formación de los periodistas, especialmente de los del interior, y desde esa posición se dedicó a impulsarla, con el apoyo de distintas instituciones públicas y privadas.

Milagros Acosta es una periodista muy singular. Tiene una conexión muy seria con los problemas de su comunidad, y no hay movimiento social en los últimos años que no la haya tenido como una testigo privilegiada de sus demandas y como una reportera que informa de manera realista lo que allí acontece.
Muchas veces la presencia de Milagros en los escenarios de las protestas ha evitado que las autoridades policiales cometan excesos y que las civiles se olviden de los compromisos que contraen cuando, acorraladas por las comunidades y sus representantes, tienen el agua al cuello. Es que ella, Milagros Acosta, con su figura y con su historia, con su sola presencia en el escenario de las noticias, irradia respeto a los cuatro vientos.

Milagros, sin desplegar mucho esfuerzo, se ha ganado el aprecio de sus colegas de oficio. Cada vez que un periodista tiene una queja, es donde Milagros que va. Ella los escucha a todos, los aconseja con una serenidad acorazada, y los acoge como una madre en su regazo. En Salcedo y todas sus demarcaciones Milagros es una periodista esencial.

Salcedo tiene un semillero de periodistas distinguidos, que va desde Rafael Santos y Bienvenida Muñoz, hasta Carmen Gil, Elisa Rosario y el Chino Vásquez, estos últimos en Tenares. Yo he disfrutado el placer de sentarme con ellos alrededor de un café a disfrutar del inmenso espectáculo de ver la tarde morir en sus calzadas, y doy testimonio de que todos la respetan y la quieren, y a su paso, se quitan el sombrero en señal de reverencia.

Milagros tiene una conducta socialmente insospechable y nadie que la conozca –y creo que los 96 mil habitantes de Salcedo saben quien es Milagros Acosta- puede vincularla con ningún proceder que no esté acorde con la dignidad de su oficio. Yo conozco el sentido de la ética que tiene Milagros y sé del respeto que siente por su trabajo. Por eso sé que nunca va a delatar a un huelguista ante las autoridades, ni tampoco va a hacer algo para perjudicar a las autoridades ante los huelguistas.

Milagros es periodista hasta cuando duerme. Por eso se ha ganado el respeto, tanto del gobierno, como de la oposición, y tanto de los organizadores de las protestas, como de los policías que las reprimen y de los civiles que los mandan desde sus aposentos.

Salcedo crece y se transforma, un estremecimiento detrás del otro, y Milagros sigue ahí, en su mismo lugar, batiéndose cada día contra las dificultades a fuerza de crónicas provincianas, de notas informativas y de reportajes.
En las buenas causas de su pueblo, Milagros Acosta siempre está en el lugar indicado. Cuando llegan los programas educativos, ella los apoya y los difunde sin pensarlo dos veces; cuando llegan los proyectos de salud, Milagros llega primero a escribir sus notas, al frente de una batería de periodistas; cuando las comunidades de Salcedo ofrendan su tranquilidad en procura de un acueducto o por el arreglo de una carretera, siempre encuentran a Milagros con su libreta de reportera en la mano.

Igualmente, cuando los funcionarios se equivocan –lo cual sucede con frecuencia en un país con la esperanza hipotecada a los políticos y con las provincias relegadas al último plano de la atención- Milagros los enfrenta, pero siempre con el arma de la mesura y la prudencia en las manos. Desde su libreta de reportera, Milagros Acosta siempre se está dirigiendo al futuro.

Milagros se ha crecido siempre en la grandeza de las cosas pequeñas. Y así, con humildad, con sencillez y con esa vocación de servicio con la que no ha podido ninguna de las tentaciones de este tiempo, Milagros recibe a sus visitantes en el patio de su casa, sentada en un trono de guano, entre sus gallinas y sus conejos, a la sombra de los frutales, entre el saludo ceremonial de los vecinos y el afecto de sus parientes. Y cuando éstos visitantes son periodistas en busca de insumos para algún reportaje, les sirve de fuente de información y los ayuda, sin importar el lugar de donde vengan ni el destino hacia donde van. Así es Milagros, una provincia entera de ternura.

Esa, precisamente, es la mujer a la que un grupo de personas –sean dirigentes de organizaciones populares o sean infiltrados por las autoridades- ha visitado para advertirle que no la quieren en el terreno de las protestas y para hacerle el impracticable pedido de que deponga sus crónicas y silencie su voz. Ahora Milagros Acosta es una exiliada en su propia tierra.

En Salcedo, la libertad tiene nombre de mujer. No puede ser allí donde esta reportera fundamental sea acorralada por lo que escribe; no puede ser allí donde sea condenada forzosamente al silencio de sus crónicas y de sus reportajes, ni allí el lugar donde un grupo de personas, con capucha o sin capucha, imponga su ley, en desmedro de una libertad que en su provincia ha sido un latido esencial. Rozar a Milagros Acosta, siquiera, con una postura desmedida e infundada, es lastimar a todos los periodistas dominicanos.

La huelga es un derecho ciudadano y un ejercicio de libertad a la que la desatención de los gobiernos le ha dado rango nacional. Como acontecimiento social, tiene méritos para ser noticia, y donde quiera que se produzca va a haber siempre un reportero. Si alguien no está preparado para acercarse a la luz, entonces que no actúe en los escenarios donde se producen las noticias.

Si hay un lugar del país con motivos suficientes para que florezcan las protestas y donde sobran los reclamos en los espacios que deja vacíos la desatención de los gobiernos, ese lugar es Salcedo, hoy provincia Hermanas Mirabal. Allí las carreteras no sirven, el suministro de agua potable es un desastre y los caminos vecinales son una calamidad. Para colmo, en la comunidad de Rabo Duro hay una cloaca rota que está tirando las heces al camino y que está enfermando niños desde hace años, oigan bien, desde hace años, ante la mirada indiferente de las autoridades. En esas condiciones la protesta es lo más decente que les queda a las comunidades para hacer valer sus derechos.

Pero esto de callar periodistas que hacen su trabajo de escribir noticias es una situación sencillamente inaceptable.

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