jueves, 16 de junio de 2016
LA CONFLAGRACIÓN FINAL
LA CONFLAGRACIÓN FINAL
HUMBERTO GARCÍA LARRALDE
Es de mal gusto –por pretencioso-
comenzar un artículo alardeando que uno tenía razón. “¡Se los venía diciendo!”
es un reclamo odioso. Lamento, por tanto, tener que recordar que vengo
señalando por años la naturaleza fascista del régimen chavista y que, en
momentos en que se viera acorralado, buscaría apresurar una conflagración final
para limpiar, de una vez por todas, el panorama de las supuestas
"lacras" que impedían la instauración del ansiado Nuevo Orden.
Viene a la mente la imagen de Hitler en
su bunker, asediado por las tropas soviéticas a las afueras de Berlín,
ordenando, enloquecido, ofensivas de tal unidad del ejército contra el enemigo
o de tal otra, cuando en realidad lawermacht ya había sido
prácticamente aniquilada. Cuando Himmler, jefe de la SS, se escabulle del
bunker para sondear posibilidades de paz con los aliados, Hitler lo tilda
traidor y ordena su ejecución sumaria si se le capturaba. En la película “La
Caída” se le representa denostando del pueblo alemán por no haber estado a la
altura de sus delirios y escogiendo finalmente suicidarse como suprema
manifestación de que, para él, no era aceptable ningún resultado distinto del
triunfo absoluto.
Guardando la distancia, las
manifestaciones últimas de Maduro, los hermanos Rodríguez, Diosdado y ahora
también Arístóbulo –¡qué mal te empataste, hermano!- tocan teclas similares.
Ante el rechazo abrumador a su destructiva conducción de los asuntos públicos,
la plana mayor del fascismo criollo no busca enmendar entuertos: se atrinchera
buscando la conflagración final. Insultos, atropellos violentos y burlas a la
población alcanzan niveles cada vez más estridentes en la medida en que aumenta
su desesperación. Provocan a las fuerzas democráticas esperando que caigan en
la trampa de la confrontación violenta, escenario en el cual confían triunfar
gracias a su supuesto control de la FAN y a su capacidad para desatar sus
bandas malandro-fascistas para reprimir y matar impunemente.
Con las secuaces del CNE, le meten el
dedo en el ojo a la gente con excusas pueriles para retrasar el referendo
revocatorio y provocar su indignación al invalidar firmas que solicitaban la
apertura del proceso. Para mayor irritación, Tibisay advierte que si hay
disturbios –léase protestas por sus arbitrariedades y abusos- olímpicamente interrumpe
el proceso. Jorge, el enfermo, disfruta acusando cínicamente a los que
firmaron de tramposos, insulta a Capriles y reprime con saña a quienes
pretenden reclamar el revocatorio en “sus” predios del Municipio Libertador. Maduro,
luego de erigirse abiertamente como dictador, desconociendo las potestades de
la Asamblea Nacional y desconociendo la Constitución, se emperra con un sistema
odioso y discriminatorio de reparto de comida que pretende extorsionar a la
población para conseguir su aquiescencia con sus desmanes -los CLAPs- y los
impone a la fuerza, no obstante la protesta de la gente. Y Diosdado no
desperdicia la oportunidad de enardecer a los opositores con calumnias,
falsedades y burlas cínicas a sus reclamos de que se respete la constitución.
Para el imaginario fascista el mundo es
de una sencillez pasmosa. Es de un blanco y negro prístino. No hay medias
tintas: o se está conmigo o se está en el bando enemigo. Los que están con la
revolución, inspirados en la gloriosa gesta de los libertadores, discípulos
fieles de Chávez -es decir, la ficción del Noble Pueblo que no pide distingo
alguno para sí como individuos sino que se entrega gustosamente por entero al
destino colectivo que éste les señaló-, se enfrenta en lucha terminal contra
los apátridas, los que reniegan del Nuevo Orden e insisten en sobreponer los
derechos humanos y civiles de la Constitución a ese glorioso futuro común. Los
buenos –nosotros, los “revolucionarios”- contra los malos –ellos, los otros.
En estos momentos de dificultad no hay
plan “B”. El fascismo no sabe lidiar con la complejidad, por lo que desecha el
juego político democrático ya que concibe a éste simplemente como una guerra.
De ahí que se aferra -¡todavía!- a la estupidez de una supuesta “guerra
económica” para explicar la grave situación de desabastecimiento y hambre que
aqueja a los venezolanos, en vez de reconocer la necesidad de enmendar
perentoriamente sus desastrosas políticas. Esta obcecación coloca al
revocatorio como única salida, pero su prosecución es denunciada por el régimen
como intento de desconocer los poderes nacionales, desestabilizar el país y
conspirar con el “imperio” para “derrocar” a Maduro (¡!).
Ya no importa que tales argumentos no
tengan credibilidad alguna: se siguen repitiendo porque su intención no es la
de convencer a la mayoría de venezolanos hoy enfrentados al gobierno, sino de
convertirlos en bandera para aglutinar a los fanáticos violentos en torno a
suyo para la batalla final. Toda negociación o diálogo sólo adquiere prestancia
cuando permite ganar tiempo para acumular fuerzas para esta arremetida, pero
nunca para ceder.
Lo paradójico, hoy, de la práctica
Goebblesiana de repetir una mentira hasta convertirla en verdad es que en esta
era de tan extendida inter-conectividad no funciona la censura y los únicos que
terminan creyendo los embustes del gobierno son los chavistas fanáticos que no
leen otro periódico o escuchan otro programa no sea oficialista. Es decir, lo
de Goebbels opera al revés, ya que provoca el rechazo de la mayoría. No
obstante, sirve de excusa para radicalizar la postura de confrontación violenta
a la que se ha comprometido la claque en el poder.
Lo que está detrás de todo esto es la
defensa de un régimen de expoliación por parte de la nueva oligarquía militar y
civil, que se cobija en consignas “revolucionarias” para buscar legitimación.
Diosdado Cabello, ícono del fascismo venezolano como ninguno, hace un llamado a
la “rebelión popular” para enfrentar la revocación de Maduro. Pero, hablando de
fascismo, es bueno recordar el trágico final de Mussolini, colgado con ganchos
de carnicero junto a su amante Clara Petacci, de un poste luego de ser
capturado por los partisani tratando de huir de Italia. De
seguir negando el revocatorio y no permitir una salida pacífica y
constitucional a la crisis, es bueno que Maduro, Cabello y el resto de la
cúpula se pregunten en qué lado de la ecuación van a quedar en un posible
desenlace de esta naturaleza. Seguir
cayéndose a embustes puede resultarles fatal.
Humberto
García Larralde
Economista, Profesor de la UCV
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