martes, 8 de septiembre de 2009

MANUEL RODRÌGUEZ MENA - HUGORILA

Subversivo contrademocrático desde 1980

La subversión contrademocrática en el poder. Durante los once larguísimos años que el régimen chavista lleva en el poder, ha recibido un número creciente de cuestionamientos cada vez más severos a su forma autoritaria de gobernar y asimismo de críticas cada vez más serias a los vicios y defectos, delitos y crímenes en los que ha incurrido para mantenerse y afianzarse en el poder. Los señalamientos, cada vez mayores en gravedad y número, han provenido de dirigentes partidistas, líderes sociales o meros ciudadanos, desde una posición opositora, disidente o crítica, a lo largo y a lo ancho del país.

Durante once años, asimismo, el régimen chavista nunca ha respondido argumentos con argumentos, ni acusaciones con defensa, ni críticas con información o explicación. Su respuesta ha sido siempre la misma: descalificaciones insultantes y ofensivas o agresiones de variada índole a todo aquél que opine o actúe en contraposición o de manera diferente al régimen, sea venezolano o extranjero, sea cual fuere su nivel social: “corruptos, ladrones, cachorros del imperio, agentes del imperialismo y/o de la oligarquía, golpistas, fascistas, pitiyanquis, conspiradores para la desestabilización o el magnicidio, enemigos del sistema democrático, conspiradores contra la democracia y contra el pueblo, apátridas, traidores a la Constitución Nacional y a la patria...”, etc.

Lo grave de esto es que en la Venezuela de hoy, debido al envilecimiento servil de los poderes públicos y sobre todo de la rama judicial, una acusación pública de Hugo Chávez o de cualquiera de sus secuaces en el poder, independientemente de todo lo infundada que ella sea, suele significar la puesta en marcha de un proceso que ha de terminar siempre en una condena a prisión. Son testimonios fehacientes de ello los treinta nueve venezolanos presos (agosto de 2009), condenados no obstante que nada pudo probárseles, o los más de diez mil compatriotas (solamente hacia EEUU en el trienio 2006-2008) que han tenido que salir involuntariamente de Venezuela huyéndole a una injusta condena a prisión.

La lección del fracaso guerrillero. La guerrilla de los años ’60 del siglo pasado tuvo como estrategia capital el derrocamiento del sistema democrático representativo, en función del objetivo fundamental de instaurar un régimen revolucionario, al tenor castrista.

Empero en el partido al cual los guerrilleros estuvieron vinculados (Partido de la Revolución de Venezuela-Ruptura), “se rechazaba abiertamente la política estalinista, esa manera como se había desarrollado el supuesto socialismo en Rusia y después en Cuba. Decíamos que en Rusia lo que había era un capitalismo de Estado.” (afirmación de la ex-guerrillera Argelia Melet, EL NACIONAL, 9.8.2009, suplemento “Siete Días”, p.4).

Según las crónicas del evento guerrillero, dos de los factores fundamentales de su derrota fueron la acción eficaz de las Fuerzas Armadas y el vacío de apoyo popular a una acción que se proponía destruir el sistema democrático. Por lo tanto, quedó claro que una nueva acción subversiva contrademocrática en el futuro debería evitar enfrentamiento abierto con las Fuerzas Armadas y enmascararse como democrática.

Hugo Chávez entra a la política como conspirador contrademocrático. Con posterioridad a su derrota, líderes ex-guerrilleros decidieron reencaminar su proyecto subversivo, fomentando una conspiración dentro de la propia institución castrense que antes los había derrotado. Pretendiendo comprarle un seguro a cualquier sedición, se aspiraba a que por emerger el golpe del seno de las FFAA, se podía eludir el riesgo de que fuera derrotada nuevamente por ella misma. Se decidió así mismo que la bandera del golpe no sería la destrucción de la democracia, sino muy por el contrario, el derrocamiento del gobierno para “limpiar” a la democracia de sus vicios y defectos, delitos y crímenes.

A comienzos del año 1980, líderes ex-guerrilleros entraron en contacto con el entonces teniente Hugo Chávez por mediación de su hermano mayor Adán (desde antes militante de la subversión contrademocrática), y lo captaron como uno de los operadores de su plan conspirativo. Se acordó que la insurrección se daría “cuando existieran las condiciones subjetivas y objetivas propicias”. No sería, pues, un golpe sedicioso contra un gobierno ni contra un presidente determinados, sino contra el sistema democrático, el mismo que estaba consagrado en la Constitución Nacional entonces vigente, a la cual debía lealtad por juramento todo integrante de las FF.AA.

Al aceptar incorporarse a la conspiración golpista subversiva contrademocrática, el teniente Hugo Chávez aceptó tácitamente quebrantar el juramento de lealtad a las Fuerzas Armadas de las cuales formaba parte; y al comprometerse a insurgir contra el sistema político consagrado en la Constitución Nacional, asumía asimismo abjurar de su lealtad constitucional. Convino también echar a andar como traidor a las Fuerzas Armadas, a la Constitución Nacional, a la Patria y en suma al pueblo venezolano. Iniciaba así una larga tarea de subversión del sistema democrático representativo, que hoy mantiene desde el poder constituido. Todo ello a los 25 años de edad y con el grado de teniente.

Una carrera de dobleces que aún perdura. Así se inició Hugo Chávez en una carrera política que ha estado signada por mentiras y engaños, simulación y farsa, trampas y fraudes, demagogia y cinismo, siempre haciendo ocultamente lo contrario de lo que públicamente dice estar haciendo.

Desde su incorporación a la conjura golpista a comienzos de 1980 hasta el 4 de febrero de 1992, tuvo que mentir y fingir por imperativo de supervivencia dentro de las Fuerzas Armadas.. En esos doce años desarrolló un gusto creciente por la mentira y el engaño, puesto que ha continuado con tales prácticas sin tener necesidad vital de ellas. Al día de hoy, su vida política no ha sido sino una gran mentira continuada, en la que dice y se desdice con descarada facilidad, proclamándose el mayor demócrata mientras él y sus secuaces han desatado la mayor ferocidad destructiva contra la democracia venezolana.

La inherencia de tales vicios y defectos se ha acentuado tanto, que ha terminado por ser condición natural de su forma de ser como político y como persona. Treinta años de dobleces han determinado que el Hugo Chávez de hoy haya llegado a ser, por naturaleza, intrínsecamente mentiroso y engañoso, simulador y farsante, tramposo y fraudulento, demagogo y cínico. Con la desgracia, tanto para nuestro país como para el continente americano y el mundo, que habiendo llegado a ser un maestro en esas malas artes, sobran todavía los incautos que cifran n él sus esperanzas de redención social.

En febrero de 1992 el golpe contrademocrático producto de la conspiración emerge con la máscara de “rebelión cívico-militar”, criticando ferozmente los vicios, defectos, delitos y crímenes de los gobernantes democráticos y enarbolando falsas banderas de auténtica democracia, honestidad administrativa, justicia, libertad y progreso social.

Purgó prisión por golpista y al salir de la cárcel por inexplicable indulto presidencial, se echó a las calles del país con un discurso de enardecido doliente de la democracia agraviada por los gobernantes civiles. Discurso que subió de tono en contundencia crítica a los malos demócratas y en oferta democrática durante su campaña electoral presidencial.

Once años en el poder han demostrado, de manera contundente y fehaciente, que sus críticas a los regímenes anteriores y sus ofertas políticas no fueron otra cosa que un largo rosario de mentiras y engaños. En esos once años el gobierno chavista ha incurrido en un número mayor de vicios, defectos, delitos y crímenes que aquellos que ferozmente les criticó a los ocho gobiernos civiles anteriores, y no solamente no ha cumplido la mayor parte de sus ofertas de auténtico desarrollo político y social, sino que ha dedicado toda la potencia de su acción política y de su gestión gubernamental a ejecutar su estrategia capital de destrucción de la democracia y a lograr su objetivo supremo de instaurar un régimen militarista totalitario de hegemonía total sobre la sociedad venezolana.

CONSPIRACIÓN CONTRADEMOCRÁTICA DESDE EL PODER CONSTITUIDO

Qué es en verdad el proyecto chavista. El proyecto político chavista tiene como objetivo supremo la instauración de un régimen militarista totalitario, de hegemonía absoluta y total sobre la sociedad venezolana. El logro de tal objetivo se apoya en la estrategia capital de subversión destructiva del sistema político democrático representativo (el mismo que está vigente en la totalidad del continente americano, menos en Cuba) y de su asociado el sistema económico de libre empresa y propiedad privada de los medios de producción.

El objetivo supremo y la estrategia capital son, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, los determinantes exclusivos y preponderantes de la totalidad del discurso, de la acción política y de la gestión gubernamental del régimen. Todas las políticas, estrategias, planes, programas, misiones, etc., no son otra cosa que máscaras de acciones políticas o gestiones gubernamentales realizadas exclusivamente en función de la ejecución de la estrategia capital y de la progresiva consolidación del modelo militarista totalitario.

Once años de ejercicio autoritario del poder le han servido al régimen para avanzar significativamente en la ejecución de su estrategia capital y en ir sentando las bases de su objetivo supremo. Al día de hoy están en distinto grado de destrucción, tanto institucional como material, todos los sectores independientes y fueros democráticos de la sociedad venezolana dentro de los ámbitos político, económico, laboral, sindical, gremial, cultural, educacional, de comunicación social, religioso, deportivo, etc. En todos ellos ha ocurrido una disminución por destrucción del dominio privado y un aumento por la fuerza del dominio gubernamental, vale decir del dominio chavista.

Los tres peores gorilas del continente. La “Revolución Bolivariana” o “Socialismo del Siglo XXI” no es otra cosa que la máscara semántica del Proyecto Castrochavista que tiene como estrategia capital la destrucción subversiva del sistema democrático representativo desde el poder constituido, ganado en elecciones real o simuladamente democráticas, sustento del proceso de instauración de un régimen militarista totalitario de hegemonía absoluta y total sobre la sociedad. Calcando el viejo proyecto castrista, el “Socialismo del Siglo XXI” adopta tres dimensiones:

La dimensión nacional, que consiste en llevar adelante el proceso de destrucción subversiva de la democracia representativa con miras a la instauración del régimen totalitario dentro de cada país.

La dimensión continental, que es la agregación concertada de los procesos subversivos contrademocráticos prototalitarios en el continente americano. Es el proceso que desde el poder constituido se ha llevado adelante en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, y que se intenta en Colombia mediante la acción guerrillera de las FARC.

La dimensión geopolítica o alianza de gobiernos o movimientos antidemocráticos, totalitarios, extremistas, que practican el terrorismo o apoyan a terroristas, como un frente internacional contra las democracias occidentales.

Por todo ello Hugo Chávez --al igual que los hermanos Castro-- no solamente no tiene la menor calificación, sino que por el contrario adolece de la más pesada descalificación, como para pretender presentarse, todos los días y a toda hora en que le parece necesario, como doliente y defensor de la democracia. Mucho menos para estar, desde una falsa posición de demócrata, insultando con denuestos o epítetos que sólo a él le corresponden a plenitud, agrediendo con esbirros armados, enviando a la cárcel o empujando al exilio a opositores, disidentes o meros ciudadanos que critican o protestan por el atropello a sus derechos humanos.

No es sino el colmo del más abyecto cinismo el que los Castro y Chávez pretendan hablar a nombre de la democracia, cuando son ellos sus más feroces enemigos.

La sociedad toda en movimiento por la democracia

Cada vez se hace más imperativo un cambio radical de situación, hacia la reconquista de los fueros de libertad y democracia perdidos por arrebato de la violencia del poder. La sociedad civil ha tenido que activar por su cuenta protestas y movilizaciones, comandadas por líderes emergentes, sustituyendo a una parte de dirigentes partidistas que ya están muy ocupados en el forcejeo candidatural para las próximas elecciones legislativas.

Por lo visto, sólo la sociedad actuando como colectivo enérgico puede salvarse a sí misma, cosa que, afortunadamente, está ocurriendo una vez más en el sector educacional, digno ejemplo para la sociedad toda.

Manuel Rodríguez Mena
TELÉFONOS : Hogar (0212) 271-7195 – CELULAR (0414) 286-5257

La lección del fracaso guerrillero. La guerrilla de los años ’60 del siglo pasado tuvo como estrategia capital el derrocamiento del sistema democrático representativo, en función del objetivo fundamental de instaurar un régimen revolucionario, al tenor castrista.

Empero en el partido al cual los guerrilleros estuvieron vinculados (Partido de la Revolución de Venezuela-Ruptura), “se rechazaba abiertamente la política estalinista, esa manera como se había desarrollado el supuesto socialismo en Rusia y después en Cuba. Decíamos que en Rusia lo que había era un capitalismo de Estado.” (afirmación de la ex-guerrillera Argelia Melet, EL NACIONAL, 9.8.2009, suplemento “Siete Días”, p.4).

Según las crónicas del evento guerrillero, dos de los factores fundamentales de su derrota fueron la acción eficaz de las Fuerzas Armadas y el vacío de apoyo popular a una acción que se proponía destruir el sistema democrático. Por lo tanto, quedó claro que una nueva acción subversiva contrademocrática en el futuro debería evitar enfrentamiento abierto con las Fuerzas Armadas y enmascararse como democrática.

Hugo Chávez entra a la política como conspirador contrademocrático. Con posterioridad a su derrota, líderes ex-guerrilleros decidieron reencaminar su proyecto subversivo, fomentando una conspiración dentro de la propia institución castrense que antes los había derrotado. Pretendiendo comprarle un seguro a cualquier sedición, se aspiraba a que por emerger el golpe del seno de las FFAA, se podía eludir el riesgo de que fuera derrotada nuevamente por ella misma. Se decidió así mismo que la bandera del golpe no sería la destrucción de la democracia, sino muy por el contrario, el derrocamiento del gobierno para “limpiar” a la democracia de sus vicios y defectos, delitos y crímenes.

A comienzos del año 1980, líderes ex-guerrilleros entraron en contacto con el entonces teniente Hugo Chávez por mediación de su hermano mayor Adán (desde antes militante de la subversión contrademocrática), y lo captaron como uno de los operadores de su plan conspirativo. Se acordó que la insurrección se daría “cuando existieran las condiciones subjetivas y objetivas propicias”. No sería, pues, un golpe sedicioso contra un gobierno ni contra un presidente determinados, sino contra el sistema democrático, el mismo que estaba consagrado en la Constitución Nacional entonces vigente, a la cual debía lealtad por juramento todo integrante de las FF.AA.

Al aceptar incorporarse a la conspiración golpista subversiva contrademocrática, el teniente Hugo Chávez aceptó tácitamente quebrantar el juramento de lealtad a las Fuerzas Armadas de las cuales formaba parte; y al comprometerse a insurgir contra el sistema político consagrado en la Constitución Nacional, asumía asimismo abjurar de su lealtad constitucional. Convino también echar a andar como traidor a las Fuerzas Armadas, a la Constitución Nacional, a la Patria y en suma al pueblo venezolano. Iniciaba así una larga tarea de subversión del sistema democrático representativo, que hoy mantiene desde el poder constituido. Todo ello a los 25 años de edad y con el grado de teniente.

Una carrera de dobleces que aún perdura. Así se inició Hugo Chávez en una carrera política que ha estado signada por mentiras y engaños, simulación y farsa, trampas y fraudes, demagogia y cinismo, siempre haciendo ocultamente lo contrario de lo que públicamente dice estar haciendo.

Desde su incorporación a la conjura golpista a comienzos de 1980 hasta el 4 de febrero de 1992, tuvo que mentir y fingir por imperativo de supervivencia dentro de las Fuerzas Armadas.. En esos doce años desarrolló un gusto creciente por la mentira y el engaño, puesto que ha continuado con tales prácticas sin tener necesidad vital de ellas. Al día de hoy, su vida política no ha sido sino una gran mentira continuada, en la que dice y se desdice con descarada facilidad, proclamándose el mayor demócrata mientras él y sus secuaces han desatado la mayor ferocidad destructiva contra la democracia venezolana.

La inherencia de tales vicios y defectos se ha acentuado tanto, que ha terminado por ser condición natural de su forma de ser como político y como persona. Treinta años de dobleces han determinado que el Hugo Chávez de hoy haya llegado a ser, por naturaleza, intrínsecamente mentiroso y engañoso, simulador y farsante, tramposo y fraudulento, demagogo y cínico. Con la desgracia, tanto para nuestro país como para el continente americano y el mundo, que habiendo llegado a ser un maestro en esas malas artes, sobran todavía los incautos que cifran n él sus esperanzas de redención social.

En febrero de 1992 el golpe contrademocrático producto de la conspiración emerge con la máscara de “rebelión cívico-militar”, criticando ferozmente los vicios, defectos, delitos y crímenes de los gobernantes democráticos y enarbolando falsas banderas de auténtica democracia, honestidad administrativa, justicia, libertad y progreso social.

Purgó prisión por golpista y al salir de la cárcel por inexplicable indulto presidencial, se echó a las calles del país con un discurso de enardecido doliente de la democracia agraviada por los gobernantes civiles. Discurso que subió de tono en contundencia crítica a los malos demócratas y en oferta democrática durante su campaña electoral presidencial.

Once años en el poder han demostrado, de manera contundente y fehaciente, que sus críticas a los regímenes anteriores y sus ofertas políticas no fueron otra cosa que un largo rosario de mentiras y engaños. En esos once años el gobierno chavista ha incurrido en un número mayor de vicios, defectos, delitos y crímenes que aquellos que ferozmente les criticó a los ocho gobiernos civiles anteriores, y no solamente no ha cumplido la mayor parte de sus ofertas de auténtico desarrollo político y social, sino que ha dedicado toda la potencia de su acción política y de su gestión gubernamental a ejecutar su estrategia capital de destrucción de la democracia y a lograr su objetivo supremo de instaurar un régimen militarista totalitario de hegemonía total sobre la sociedad venezolana.

CONSPIRACIÓN CONTRADEMOCRÁTICA DESDE EL PODER CONSTITUIDO

Qué es en verdad el proyecto chavista. El proyecto político chavista tiene como objetivo supremo la instauración de un régimen militarista totalitario, de hegemonía absoluta y total sobre la sociedad venezolana. El logro de tal objetivo se apoya en la estrategia capital de subversión destructiva del sistema político democrático representativo (el mismo que está vigente en la totalidad del continente americano, menos en Cuba) y de su asociado el sistema económico de libre empresa y propiedad privada de los medios de producción.

El objetivo supremo y la estrategia capital son, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, los determinantes exclusivos y preponderantes de la totalidad del discurso, de la acción política y de la gestión gubernamental del régimen. Todas las políticas, estrategias, planes, programas, misiones, etc., no son otra cosa que máscaras de acciones políticas o gestiones gubernamentales realizadas exclusivamente en función de la ejecución de la estrategia capital y de la progresiva consolidación del modelo militarista totalitario.

Once años de ejercicio autoritario del poder le han servido al régimen para avanzar significativamente en la ejecución de su estrategia capital y en ir sentando las bases de su objetivo supremo. Al día de hoy están en distinto grado de destrucción, tanto institucional como material, todos los sectores independientes y fueros democráticos de la sociedad venezolana dentro de los ámbitos político, económico, laboral, sindical, gremial, cultural, educacional, de comunicación social, religioso, deportivo, etc. En todos ellos ha ocurrido una disminución por destrucción del dominio privado y un aumento por la fuerza del dominio gubernamental, vale decir del dominio chavista.

Los tres peores gorilas del continente. La “Revolución Bolivariana” o “Socialismo del Siglo XXI” no es otra cosa que la máscara semántica del Proyecto Castrochavista que tiene como estrategia capital la destrucción subversiva del sistema democrático representativo desde el poder constituido, ganado en elecciones real o simuladamente democráticas, sustento del proceso de instauración de un régimen militarista totalitario de hegemonía absoluta y total sobre la sociedad. Calcando el viejo proyecto castrista, el “Socialismo del Siglo XXI” adopta tres dimensiones:

La dimensión nacional, que consiste en llevar adelante el proceso de destrucción subversiva de la democracia representativa con miras a la instauración del régimen totalitario dentro de cada país.

La dimensión continental, que es la agregación concertada de los procesos subversivos contrademocráticos prototalitarios en el continente americano. Es el proceso que desde el poder constituido se ha llevado adelante en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, y que se intenta en Colombia mediante la acción guerrillera de las FARC.

La dimensión geopolítica o alianza de gobiernos o movimientos antidemocráticos, totalitarios, extremistas, que practican el terrorismo o apoyan a terroristas, como un frente internacional contra las democracias occidentales.

Por todo ello Hugo Chávez --al igual que los hermanos Castro-- no solamente no tiene la menor calificación, sino que por el contrario adolece de la más pesada descalificación, como para pretender presentarse, todos los días y a toda hora en que le parece necesario, como doliente y defensor de la democracia. Mucho menos para estar, desde una falsa posición de demócrata, insultando con denuestos o epítetos que sólo a él le corresponden a plenitud, agrediendo con esbirros armados, enviando a la cárcel o empujando al exilio a opositores, disidentes o meros ciudadanos que critican o protestan por el atropello a sus derechos humanos.

No es sino el colmo del más abyecto cinismo el que los Castro y Chávez pretendan hablar a nombre de la democracia, cuando son ellos sus más feroces enemigos.

La sociedad toda en movimiento por la democracia

Cada vez se hace más imperativo un cambio radical de situación, hacia la reconquista de los fueros de libertad y democracia perdidos por arrebato de la violencia del poder. La sociedad civil ha tenido que activar por su cuenta protestas y movilizaciones, comandadas por líderes emergentes, sustituyendo a una parte de dirigentes partidistas que ya están muy ocupados en el forcejeo candidatural para las próximas elecciones legislativas.

Por lo visto, sólo la sociedad actuando como colectivo enérgico puede salvarse a sí misma, cosa que, afortunadamente, está ocurriendo una vez más en el sector educacional, digno ejemplo para la sociedad toda.

Manuel Rodríguez Mena
TELÉFONOS : Hogar (0212) 271-7195 – CELULAR (0414) 286-5257
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