viernes, 19 de febrero de 2010
FRANCISCO ALARCÓN - EL CAMINO ELEGIDO
A estas alturas no cabe la menor duda de que el país está exclusivamente enrumbado hacia el proceso electoral de septiembre. No se oye ni se lee cosa distinta a la de los candidatos realizando actos de lanzamiento público de sus aspiraciones. La matriz de opinión está hecha: lo único que cuenta son las legislativas.
Ha sido abandonado todo acto de oposición firme que asemeje a un asomo de resistencia contra el presente régimen. Propuestas que fueron puestas sobre la mesa para ejercer una resistencia organizada y coherente fueron rechazadas o desoídas, sordos los oídos ante la posibilidad de obtener una curul en la Asamblea Nacional.
Tal realidad nos lleva a conclusiones desoladoras. Mientras el gobierno avanza en un proceso de demolición de todo lo existente del otro lado se ponen todas las bazas en un proceso electoral al que se concurre en condiciones nada deseables y en circunstancias desde ahora malas, pero que de aquí al esperado mes de septiembre no sabemos el grado de perversidad que pueden alcanzar.
Escuchamos a los aspirantes que sueñan con ganar primarias o que la alianza de partidos llamada la “Mesa” los acoja con benevolencia y nos preguntamos muy seriamente sobre la calidad de tales eventuales futuros parlamentarios. Lo que encontramos es entusiasmo desbordante por la práctica de un ejercicio que en su imaginación parece colocado dentro de la mayor normalidad democrática y una inmadurez que nos hace interrogarnos muy seriamente no sólo sobre su calidad para ejercer el oficio legislativo sino para afrontar una situación política de emergencia y evidentemente contraria a una que se ejerce en un clima de libertades.
El abandono de todo ejercicio de resistencia al avance totalitario y este festival alegre de jóvenes ambiciosos e inmaduros nos hace prever una caída estrepitosa en el desengaño y en la frustración.
Nada podemos hacer sino observarlo. Creemos que lo que sucede es reflejo de una profunda falta de criterio político en la población y no dejamos de asombrarnos de la adolescencia de una sociedad que si bien percibe la maldad del padrastro se muestra impotente y con preferencia por la fiesta antes de asumir la gravedad del momento.
Nunca falta otra oportunidad. A estas alturas de alegría electoral pensamos que llegará, pero a costos aún más altos como si una especie de inflación política nos invadiera con un par de dígitos que busca el tercero.
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