jueves, 14 de octubre de 2010
MARÍA TERESA URREIZTIETA - LA LIBERTAD DE FRANKLIN BRITO
"Tiene fe, tiene conciencia, tiene
pasión profunda, llamas
que parecen apagadas en nuestro mundo
gris y tibio." H.Hesse
“Toda forma de desprecio,
si interviene en política, prepara o
instaura al fascismo”. Albert Camus
“La verdad os hará libres” Jesús
La protesta de Brito fue radical, llevando a extremos insoportables para las conciencias adormecidas su ética emancipadora. Fue radical porque con su denuncia encarnada fue a la raíz de todas las injusticias, de todos los atropellos, de todos los abusos del poder sufridos, de toda la opresión a la que fue sometido develando sus significados psicopolíticos delante de todos nosotros.
Su cuerpo, último refugio y balsa de resistencia ante el naufragio del Estado de Derecho, se convirtió en el faro que denuncia a los cuatro vientos hasta dónde pueden llegar los abusos del poder, hasta dónde la complicidad de fiscales, jueces, juristas, políticos, activistas y profesionales de la medicina, la psicología y la psiquiatría cuando se trata de imponer o salvaguardar sus intereses. Hasta dónde el silencio y el miedo de la sociedad testigo. Criminalizar la protesta y agonía de Brito, calificándolo de trastornado mental y suicida, se convirtió en una suerte de competencia cínica entre los opresores para ver quién usaba más convincentemente categorías diagnósticas de las ciencias de la salud mental para golpear y hacer retroceder el sentido, la razón de ser de su protesta. Lo llamaron suicida para no asumir la decisión que le salvaría su vida.
Como sencillamente explica un amigo: el suicida quiere morir, el que hace huelga de hambre quiere vivir, no quiere morir, pero deja en las manos de sus opresores la responsabilidad de seguir con vida, o no, por causa de la justicia que clama. Como ven, no lo doblegaron jamás.
Brito no entregó su vida por sus valores, por las demandas de su conciencia, al contrario, fueron sus valores y conciencia los que fueron adquiriendo vida plena en la medida en que este hombre se iba haciendo inmenso en la cama del hospital a la que fue confinado y retenido en contra de su voluntad por el gobierno, sus jueces y médicos durante meses en el Hospital Militar de Caracas. En la medida en que se convertía en un gigante frente a su Goliat. En esa medida, también, se fue evidenciando la ignominia de quiénes violaron las leyes y el sentido común para acallar a Franklin Brito. No lo lograron.
Hoy su gesta no puede ser interpretada como un acto individual, sino como un fenómeno colectivo que en Brito hizo síntesis eruptiva, evidenciando de manera muy clara la decadencia y la herrumbre de nuestro agónico sistema “democrático”, del gobierno que dice conducirlo.
Hoy, su vía crucis habla por la patria que gime y se acuesta herida todos los días en Venezuela. El clamor de justicia, de una vida sin violencias, sin opresores en el poder, recorre el país de punta a punta, acumulando un malestar social que en algún momento estallará y se oirá en todo el planeta.
Cada día que pasa me convenzo más de que la grandeza y horizonte de una persona se miden por el uso que hace de su libertad. Precisamente, lo que más me estremeció de Brito fue la libertad con la que tomó sus decisiones, la libertad con la que hablaba de valores, de ética, de conciencia; la libertad con la que asumió las huelgas de hambre como forma radical de denuncia y de resistencia pacífica. La libertad de su coraje. La libertad con la que hablaba con todos a través de los medios, interpelándonos humildemente a cambiar la sociedad en decadencia… “Si no, ¿qué le vamos a dejar a nuestros hijos?. Si no ¿para qué la dignidad?” me comentó una vez.
Brito llegó hasta la cima que se propuso, en gran parte, gracias al coraje, la lucha incondicional y la fuerza moral de su familia, en particular de Elena su esposa y de Ángela su hija, quienes, a pesar de recibir incesantes y violentas presiones, amenazas y persecuciones de todo tipo durante la subversión de Brito, resistieron indoblegables e incondicionales a su lado.
Mi encuentro con estas mujeres, con la libertad de Franklin Brito fue una de las mejores lecciones que he recibido en la vida, sobre todo al constatar cuán rendidos
estamos los venezolanos ante los abusos del poder. Por eso, el compromiso de denunciar, exigir y no callar es un imperativo moral urgente.
11-10-2010
María Teresa Urreiztieta Valles
mtu@email.com
Etiquetas:
Franklin Brito,
María Teresa Urriztieta
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