domingo, 24 de octubre de 2010

RAFAEL GROOSCORS - UNA DEMOCRACIA SIN VERGUENZA


Como tras una pesadilla, amanecimos el lunes 27 de septiembre con la desagradable sorpresa de haber perdido, por efectos de la ley, una batalla que ganamos, por efecto de los votos; la cual ganó Venezuela, su pueblo, su gente, su historia. Pero que, perversa y aviesamente, en orden a la ley gobernante, perdió y perdimos para favorecer los intereses de la camarilla del Poder. Inmoral circunstancia, aún más penosa, en cuanto fue aceptada por los agredidos, como cuando en el acto de recepción de la limosna, el pordiosero menciona, reverente, la palabra de Dios. ¡Hasta cuándo, Señor, permaneceremos de rodillas, ante un Régimen ilegítimo, capaz de transformar, en papel higiénico, la letra y el espíritu de la propia Constitución y violar sus principios, para adulterar, sin vergüenza, la límpida naturaleza de nuestra perdida democracia!

Desde hace más de un año, reiterativamente, hemos estado advirtiendo que no hacen falta más razones para condicionar nuestra actuación cívica, ante una respuesta que despeje todas las dudas acerca de la transparencia de los procesos a los cuales nos invitan, probablemente para convertirnos en simples e ingenuos legitimadores de una autocracia con antifaz demócrata, apoyada en la falacia repugnante del oro petrolero y el lupanar multiplicado de los cuarteles y de las milicias criminales.

El año pasado, entre otros mensajes, publicamos, en estas mismas páginas de www.analitica.com, un artículo, titulado, “La vía electoral: otra trocha sin retorno”, en el cual planteábamos la necesidad de lograr una adecuada participación en las decisiones del magno tribunal electoral, como condición indispensable para creer en la transparencia de un nuevo proceso comicial, en el cual llegare a respetarse, en verdad, la voluntad del soberano.

Decíamos, directamente, que si el país está (¿o no está?) partido en dos, el gobierno y la oposición, el CNE tenía, necesariamente, que conformarse con una presencia equitativa de ambos bandos y tenía que permitir la revisión pública de todas sus decisiones y de todos sus documentos, incluido, principalmente, el referido al REP, al que todo el mundo sabe morbosamente contaminado.



Probablemente, alguien nos leyó y fueron muchos los que repitieron nuestros argumentos y justificaron nuestras previsiones. Pero los propietarios de la causa oposicionista, en el mejor de los casos, ni siquiera intentaron dar curso a la previsión. Se aceptó ir, disminuidos, a una nueva confrontación y para mayor agravio, se permitió que el inefable CNE “reformara” la propia Ley electoral, para transformar, una vez más, su espíritu y su letra, convirtiendo las “circunscripciones” en “circuitos” y amontonar caprichosamente a los correligionarios del régimen, de manera que hicieran mofa del arte de Pitágoras, revelando que “cuando se tiene treinta, no es treinta lo que se tiene, porque lo que se tiene es sesenta” y los otros, ¡ay, Señor!, admitiendo la pasmosa verdad de otro giro lingüístico, propio de leguleyos y tradicionalistas burlones, “el que calla, otorga”. ¡Por favor!. 

La Constitución Nacional de la República de Venezuela concibe a los Diputados de la Asamblea, como representantes populares de los Estados, de las circunscripciones a las que se refiere nuestra división político territorial y no delegatarios de esos novedosos circuitos a los que apela, ilegítimamente, el Consejo Electoral. 

No puede seguirse legitimando lo que es contrario a los principios esenciales de la moral pública. No puede seguirse prostituyendo a la democracia, ya convertida en una pobre casquivana sin remedio. No es posible continuar de brazos cruzados ante un régimen que hace aguas ante su propia Constitución y un supuesto Estado de Derecho que todo lo avala, con la mayor sinverguenzura posible. Y ante una oposición dormida, seguramente dopada, entregada como infiel, amorosamente incluso, a quien la viola, sin que por lo menos se escuchen las voces valientes de los que aspiran a un futuro y no se rinden.

Estas últimas palabras las decimos, pensando en algunos casi líderes nacionales, ya en la palestra, a quienes no pasará mucho tiempo sin que les corresponda darse a conocer, abrirse ante la opinión pública y demostrar con qué madera están confeccionados y si es cierto que saben cómo es como debe leerse, escribirse y hacerse la historia en Venezuela. Pensando demócratamente en la democracia, creemos que lo primero que hay que destruir es todo ese andamiaje de perturbación, inmoral, en el cual se asienta nuestro orden electoral. 

Manejarse desde ahora mismo, en una campaña destinada a poner en evidencia las falencias de esta estructura perversa, tanto del sistema como de sus operadores, para hacer valer el principio de la majestad de la soberanía popular, en el orden de las decisiones que se proyectan hacia la conformación de nuestra realidad constitucional. 

No puede aceptarse, para ir a una próxima contienda, a un árbitro prostituido, comprado, sumiso a la trampa del más poderoso, a menos que ya estemos en el ámbito de repugnante renunciación al cual llegaron, hace tiempo, los tristes compañeros de la Cuba miserable de los castro-comunistas. No más burlas. No más engaños. No más tardanzas, inútiles, inmorales. Un nuevo tribunal electoral, una nueva lista de votantes, un nuevo método de selección de nuestras opiniones, para una nueva clase dirigente que salve a Venezuela y a su democracia, de la sin vergüenza situación en la cual nos estamos moviendo.

Grooscors81@gmail.com 

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