lunes, 18 de abril de 2016
GOBERNAR PARA SIEMPRE
Rafael Olbinski
GOBERNAR PARA SIEMPRE
Miguel Aponte
Los marxistas, en todas partes, se proponen
“siempre” gobernar “siempre”; perdone la redundancia, pero así es. Está en su
lógica y su ADN. Absurdo dondequiera que se le mire, idiotez, locura; y,
atención, se lo creen en serio. Pero, pregúntese, ¿a cuenta de qué una idea
fija de la sociedad iba a estar vigente para siempre? ¿Y dónde iba a estar
escrita esa idea? ¿Y quiénes iban a ser sus “intérpretes” verdaderos? ¿Cómo no
terminar matando toda posibilidad de disenso?
¿No estará esto en el origen del totalitarismo
soviético, chino, cubano y chavista? ¿No tenía esto que degenerar
necesariamente hasta ser sólo argumento vacío de unos vivos para secuestrar el
poder? ¿Por qué dondequiera que aparece el marxismo muere la democracia? ¿Por
qué arruina todo lo que toca, cual Midas al revés?
¿Se ha preguntado usted por el origen de tanto
sinsentido? Las razones son complejas y para nada exclusivas del marxismo.
Este, desde su origen, creyó encontrar nada menos que la “ley de la historia”.
Tenía que ser así, la época lo exigía: era de necesidad que hubiese una versión
sociológica de una ciencia natural que creía que desentrañaría el universo.
Si, como afirmaba Descartes, el hombre vino al mundo
para dominar la naturaleza, ¿cómo no esperar que tal dominio abarcara la
historia, la sociedad y al hombre mismo? Así que de ese núcleo “cientificista”
le viene a la izquierda la manía totalitaria. Marx es también hijo de Descartes
y el positivismo moderno, guste o no.
Así, el marxista, que cree poseer la “verdad
absoluta”, nunca estimará otras “opiniones”. ¿Para qué? Su razonamiento es: si
yo poseo la razón absoluta, tú tienes que adherirla o estar equivocado; si es
así, debes ser reeducado o destruido pues vas contra las fuerzas de la historia
y la razón. Punto. De aquí a matar la democracia, a usted o a mí, sólo hay un
paso o ninguno.
En el siglo XXI el comunismo, reconociendo de hecho su
fracaso histórico en lo económico, le propuso matrimonio al capitalismo y entre
ambos tramaron, sin ningún escrúpulo, la peor opción para la sociedad: el
mercantilismo autoritario o capitalismo despótico, mezcla hasta ahora
impensable de capitalismo y comunismo: China es el mejor ejemplo y el vil
proyecto venecubano también. En esta transacción entre autoritarismo y mercado,
siempre la democracia será sacrificada.
Así pues, el reto es lograr que la sociedad asuma la
democracia o caer en el neoautoritarismo del siglo XXI: comunismo político y
capitalismo económico, con una clase privada servil a la burocracia política.
El positivismo economicista se habría impuesto por fin. Entonces, la pregunta
para nosotros, ciudadanos, y, sobre todo, para el liderazgo político
democrático es, ¿hay que conformarse o seremos capaces de ahorrarle esta
esclavitud a nuestros hijos?
17 de abril 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario