viernes, 15 de abril de 2016

LA CONTRAOFENSIVA FASCISTA

 

 
LA CONTRAOFENSIVA FASCISTA
Humberto García Larralde

La mayoría de los analistas observan los procesos políticos desde una perspectiva racional. Para ello está la teoría y los procesos históricos e institucionales a partir de los cuales sistematizar sus metodologías de análisis.  Pero la política, cuando se conduce por medios personalistas en medio de un vacío de contrapesos institucionales al poder central, no siempre se atiene a lo que podemos considerar racional.

Ello es más cierto aun cuando se está en presencia de la monopolización del poder por parte de fuerzas fascistas. El caso venezolano es muy ilustrativo al respecto.  

Habiéndose entrampado en un proyecto exageradamente dependiente del ingreso petrolero, el régimen agotó rápidamente las oportunidades que le deparaban los altísimos precios del crudo en el mercado internacional y se quedó a la intemperie, sin cobijo alguno, cuando éstos se desplomaron. Además de haber puesto todos sus huevos en la misma canasta, la “revolución”  había quemado sus naves frente a la economía privada, al destruirla progresivamente.

Nunca tuvo un plan “B” y el terrible costo de su tozudez se manifiesta trágicamente hoy en una angustiosa situación de hambre, desesperación y hasta de fallecidos por no conseguir medicamentos u obtener los tratamientos médicos requeridos. La desidia criminal de tan tamaña irresponsabilidad les valió un repudio masivo de la población, expresado en la contundente derrota que sufrieron en las elecciones legislativas del 6 de diciembre pasado.

Todo indicaría que, en aras de la sobrevivencia del chavismo y de la preservación de sus posiciones de poder, habría interés en controlar los daños, enmendar los errores, reducir vulnerabilidades y reordenar sus fuerzas. Pero aquí es donde se presenta la irracionalidad intrínseca en la naturaleza fascista de este movimiento.

El fascismo no es sustenta en la razón, sino en la pasión. Se legitima invocando epopeyas de un pasado glorioso en el que supuestamente fueron forjadas las virtudes del pueblo. Tales virtudes, mitificadas por el tamiz de reminiscencias selectivas, fundamentan el triunfo de la Nación frente a sus enemigos, por lo que deben recuperarse. Para ello nutre su imaginario de representaciones maniqueas que enfrentan el “bien” con el “mal”, con base en símbolos de esa contienda fundacional. Se forjan construcciones ideológicas que ensalzan el liderazgo resoluto del hombre fuerte y de las ideas que predica.

Éstas expresan, por antonomasia, el interés colectivo superior en torno al cual se amalgama al pueblo en su lucha por rescatar las virtudes anheladas. La lealtad para con ese liderazgo debe sobreponerse, por tanto, a la prosecución del interés individual y los sacrificios involucrados marcarán la formación del Hombre Nuevo. La política se entiende, en este contexto, como una guerra contra quienes encarnan el mal –los enemigos del pueblo, traidores de la patria-, con los cuales no debe haber trato ni negociación posible.

El pueblo, bajo el liderazgo supremo que encarna sus intereses, abdica de su ciudadanía y se subsume en una masa informe que sólo cobra vida en ordenaciones regimentadas para librar batallas contra los enemigos. En éstas, la violencia se justifica, pues se trata de defender los intereses supremos de la patria.

Lo anterior explica por qué, al sufrir una derrota o un tropiezo significativo, lejos de buscar acuerdos que permitan recomponer sus fuerzas y preservar sus avances, el fascismo suele atrincherarse en posiciones extremas que buscan “profundizar la lucha”. La épica termina siendo lo que le da sentido a su política y entrar en acuerdos con el “enemigo” simplemente la desinfla de toda su vitalidad.

Desde luego, detrás de esta intransigencia se cobijan los intereses creados en torno al usufructo ilimitado del poder y que significan oportunidades prácticamente irrestrictas para expoliar la riqueza social. Pero en vez de proyectarse como una élite que explota a un pueblo, la retórica de la “revolución” se camufla en un ideario que permite movilizar a éste en su defensa, porque, por definición encarna una lucha justiciera.

La retórica comunistoide representa hoy la manera más efectiva de esta postura. El control de los medios y una propaganda incesante que falsifica la realidad con base en embustes y medias verdades, construye ante los suyos una única referencia a su proceder. Se genera así un escenario que legitima y refuerza la confrontación intransigente.

Luego de la contundente derrota en las elecciones parlamentarias, Maduro y los suyos cerraron toda posibilidad de entendimiento con la nueva mayoría de la Asamblea Nacional y se propusieron simplemente anular sus potestades -seguramente bajo recomendación cubana-, como hicieron con el triunfo de Ledezma en la Alcaldía Metropolitana. En este empeño urdieron tramposamente una composición aún más sectaria y partidista del tribunal supremo de justicia, violando los procedimientos y criterios establecidos en la constitución para ello, para “invalidar” todo lo que aprobase la nueva representación de la voluntad popular.

Leyes para otorgar títulos de propiedad a los asignatarios de viviendas por la Misión Vivienda, la reforma de la Ley del Banco Central que busca circunscribir sus funciones a la constitución y, ahora, la Ley de Amnistía y Reconciliación, son torpedeadas por un TSJ que, como señala el Chigüire Bipolar, prácticamente declara inconstitucional a la constitución, en defensa de los intereses de sus jefes políticos.

Con un cinismo vomitivo e inhumano, el fascismo achaca a los que ejercían su legítimo derecho a la protesta, la responsabilidad de las 43 muertes del 2014, producidas casi todas por la Guardia Nacional, malandros “colectivizados” y el Sebin. Y declara el general López Padrino que la Ley de Amnistía recién aprobada es "un adefesio jurídico, ético y moral (que) legaliza la violación de los derechos humanos", violando el artículo 328 de la constitución y absolviendo las prácticas represivas del régimen. 


Algunos consideran que reflexiones de este tenor son exageradas y que la caracterización fascista del chavismo en el poder sólo busca descalificarlo. Que no es “político”, que no contribuye al diálogo, que aborta todo entendimiento con el chavismo para salir de esta tragedia. Y la MUD, creyéndose inmersa en un juego de ajedrez con un contrincante racional, se queda sin jugada cuando este riposta con artes marciales mixtas, en las que cualquier golpe es válido. Creo que no se termina de entender contra quien se lucha.

Es menester dejar las ilusiones y llamar las cosas por su nombre. Hay una claque fascista, militar-civil, enquistada en el poder que necesita insuflar la pasión de sus seguidores a través de la confrontación irracional, so pena de perder sus posiciones de privilegio. Decir así las cosas podrá ser más constructivo para forjar entendimientos con sectores chavistas democráticos, asqueados de tanta corrupción pero cautivos de una lealtad manipulada por una ideológica “revolucionaria”.

Humberto García Larralde
economista, profesor de la UCV
15 de abril del 2016


[1] “La guerra  es la paz; / La libertad es la esclavitud; / La ignorancia es la fuerza”. Orwell, George, 1984, editorial Alfa y Omega, República Dominicana, 1984, Pág. 10
[2] Müller, Ingo (2006), Los juristas del horror. La “justicia de Hitler: el pasado que Alemania no puede dejar atrás, Editorial Actum, Caracas.

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