Humberto García Larralde
viernes, 8 de abril de 2016
NO AL CHANTAJE IDEOLÓGICO
César Rengifo
NO AL
CHANTAJE IDEOLÓGICO
Humberto
García Larralde
Los
venezolanos se enfrentan a un gobierno sumamente cruel e inhumano, que da
reiteradas muestras de que le importa en absoluto sus penurias. El hambre que
se extiende a sectores cada vez más numerosos, las muertes y angustias
atribuibles a la ausencia de medicamentos y/o de equipamiento de hospitales, el
altísimo índice de criminalidad que sesga vidas inocentes y los padecimientos
ocasionados a la población por la escasez generalizada, les resbala.
No es con
ellos, señalan, volteando de un lado para otro en busca de culpables, pues por
(auto) definición, son “abnegados revolucionarios” defendiendo las conquistas
del pueblo ante la arremetida de fuerzas oscuras de la “derecha”. Y así, con el
mayor cinismo los más, creyéndose sus embustes los menos, siguen impertérritos
con sus políticas empobrecedoras y de progresivo exterminio de la población.
Esta
insensibilidad se transforma en burla abierta del sufrimiento de sus
coterráneos cuando repiten una y otra vez, como excusa, la suprema estupidez de
que el gobierno enfrenta una “guerra económica”. El último desalmado en
mofarse así del pueblo es el embajador ante la OEA, Bernardo Álvarez, al
negarse ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a aceptar la ayuda
de gobiernos y organismos extranjeros, aduciendo que es irresponsable hablar de
una crisis humanitaria en el país, porque lo que existe es ¡la guerra
económica!
No hay
emergencia sanitaria, no hay desabastecimiento, no hay presos políticos
encarcelados de manera fraudulenta, no existe violación de los derechos humanos
y no se acepta ninguna ayuda foránea porque, por antonomasia, tales
padecimientos no existen en una revolución.
No se
despilfarraron los mayores ingresos que registra la historia del país, no se
hipotecó el futuro de los venezolanos con deudas gigantescas y subastando
recursos del subsuelo a cambio de unos churupos para estirar la arruga, no se
quebraron las empresas públicas por robo y negligencia, ni se dejó deteriorar
los servicios públicos por desidia (y robo). Así que, en nombre de la única
“verdad” admisible, a seguir arruinando al país, “la Historia nos absolverá” y
¡”pa’atrás ni pa’ coger impulso”!
Causa suma
indignación tanto cinismo e indolencia para con el sufrimiento de la gente. Y
aunque ya casi nadie cree en la idiotez de la guerra económica, ello no es
consuelo. Preocupa que no emerja una opción clara, contundente, que haga saber
a los venezolanos que esta situación no es una fatalidad, que puede mejorar
significativamente y en un plazo menos distante de lo que muchos creen, con
unas políticas coherentes y un equipo calificado de gobierno.
Es menester
proponer de manera decidida las tres condiciones básicas, ineludibles, para
atajar de inmediato la caída del nivel de vida de los venezolanos y abrirle
posibilidades de recuperar su futuro que, por fuerza, implicarían un gobierno
de transición. Estas tres condiciones son:
1) la concertación, lo más pronto
posible de un generoso financiamiento internacional, en el orden de los $30 a
40 millardos;
2) la privatización de empresas
públicas que son un desaguadero de dinero y sin la cual no es posible sanear
las cuentas fiscales; y
3) el desmontaje de los controles y
regulaciones que aplastan a las actividades
económicas.
Las primeras
dos son imprescindibles para unificar el tipo de cambio y liberar el acceso a
la divisa. Sin ello, no podrá superarse el estrangulamiento externo que impide
importar insumos, repuestos y equipos para la actividad productiva, base para
lograr el abastecimiento interno y la generación de empleos bien remunerados.
La tercera
es imprescindible para liberar las fuerzas productivas, y promover la
competencia y la racionalización de las actividades económicas. Las tres, junto
a un programa de estabilización macroeconómica, son pilares de un programa para
abatir la inflación.
Sabemos que
la oligarquía en el poder se opondrá con uña y dientes a desmontar los
controles, privatizar empresas que vacían las arcas públicas y negociar
empréstitos internacionales que exigen poner orden en la casa, porque con ello
se desmontarían las bases de sus muy lucrativas actividades corruptas, de
expoliación de la riqueza social. Pero si bien se les ha caído la máscara de
redentores para justificar esta postura, siguen contando con el chantaje
ideológico enraizado en la cultura política nacional, que les permite
estigmatizar estas medidas. Así, todo asomo de negociación con el FMI, único
ente en capacidad de otorgar el financiamiento requerido, y la privatización de
empresas públicas que desangran las finanzas del Estado, son repudiadas por
Maduro por “neoliberales”.
Apela, con
ello, a toda una carga valorativa que hemos cultivado los venezolanos bajo
gobiernos populistas adecos y copeyanos, y bajo el actual régimen fascista de
Chávez-Maduro, en la que ambas medidas se asocian a un deterioro de las
condiciones de vida de la población a causa de la "entrega del país a
intereses privados, nacionales y foráneos". A papá Estado, por más
corrupto e ineficaz que sea, se le tiene que permitir que intervenga en todo y
gaste a mano suelta porque, por antonomasia, es el único que representa los
intereses del pueblo.
Por supuesto que tal financiamiento
se condiciona a que el país haga los ajustes macroeconómicos que aseguren su
reembolso en el tiempo. Y ello se centra en el saneamiento de las cuentas
públicas que implica, como elemento central, que el estado se desembarace de
empresas quebradas que requieren transferencias permanentes para subsistir. Así
se liberarán los recursos para compensar a los sectores vulnerables que
pudiesen verse afectados por un programa de transición.
¿Cómo es posible que los voceros
democráticos no sean capaces de defender estas ideas de manera abierta, para lo
cual sobran argumentos y datos empíricos? ¿Cómo no defender que contar con unos
30 – 35 millardos de dólares de un organismo financiero internacional en
calidad de préstamo es algo que beneficia a los venezolanos con
abastecimiento, producción y empleo? ¿Hasta cuándo el chantaje ideológico del
populismo – fascismo?
Humberto García Larralde
Economista, profesor de la UCV
07
de abril del 2016
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